El empresario del corazon roto romance Capítulo 28

Isabel toca la puerta de madera de la cabaña, se arregla el cabello nerviosa y momentos después un pequeño de cabello rizado medio largo abre la puerta y nos sonríe.

―¡Isa! ― Grita y ella inmediatamente se suelta de mi mano y hacia él para cargarlo y hacerle cosquillas en el estómago.

―¡Pero qué grande estás! ― Le dice emocionada― ¡Y qué pesado!

―Son las galletas.― Contesta feliz.

―¿Entonces haz comido muchas? Para ya no hacerte más.

―No, sí hazme.― Contesta el niño emocionado.

Isa voltea a mi con el niño en brazos y me presenta.― Thomas, él es Quentin. Salúdalo.

Ella lo baja al suelo y el niño camina hacia mí y estira la mano.― Hola, soy Thomas Osher.― Comenta propio.

―Hola Thomas, soy Quentin.

―Que nombre tan cool ¿crees que pueda llamarme Quentin cuando crezca? ― Me pregunta simpático.

―Claro que sí, sólo debes aprender a que la gente te lo cambie a cada rato, que te diga “cuentan” o “cantan”

―Pfffff “Cantan” ― Dijo el niño entre risas.― Me gusta, quiero un nombre así.

―Pues entonces puedes cambiartelo, y llamarte Thomas Cantan.

―¡Sí! Así me llamaré ¡Abuelaaaaa Ya llegó el novio de la tía Isabel!― Expresa divertido mientras sale corriendo y se mete a la sala.

Ver al sobrino de Isa me hace pensar en mis hijos. Los míos eran tan pequeños que jamás tuvimos una conversación así, bueno, mi hijo de cuatro años ya hablaba un poco más pero mantuvimos conversaciones tan claras. Mis hijos jamás llegaron a la edad de Thomas y eso me pone un poco melancólico. Isa voltea a verme.

―Lo siento, Thomas no tiene vergüenza, la perdió por completo y jamás la encontró.― Se disculpa ella.

―Está bien, los niños son así.― Explico.

―Ven vamos, te presentaré al resto de la familia.

Con un poco de timidez, nada común en mi, entro a la sala donde el calor de la chimenea nos llega de inmediato. Isabel se quita el abrigo, lo deja en el perchero y yo hago lo mismo par después seguirla hacia la cocina, donde un olor delicioso a buñuelos llega a mi. Entramos y lo primero que vemos es a una señora de cabello rubio un poco bajita y llenita que nos sonríe abriendo los brazos.

―¡Isabel! ¡Hija! ― Saluda feliz, mientras camina haca nosotros y la abraza con fuerza.― Pensamos que llegarían más tarde.

―Bueno es que Quentin y yo, tomamos un transporte temprano.― Contesta ella con que me da a entender que sus padres no tienen idea de quién soy o hago para vivir.

La señora, voltea a verme y me sonríe. Tal vez Isa no se parezca a ella físicamente, pero heredó la sonrisa de su madre.― Bienvenido Quentin, Isabel nos ha platicado mucho de ti.

―¿Es verdad eso? ― Contesto simpático y volteo a verla a ella que se muerde los labios nerviosa.

―Sí, es verdad.― Contesta la mamá y luego con sus manos calientes toma mi rostro y me ve a los ojos.― Tú necesitas calorcito.

―¿Calorcito? ― Pregunto extrañado.

―Sí, se nota que has estado en el frío por mucho tiempo te daré una taza de vino caliente.

La señora se da la vuelta para ir hacia el fogón donde tiene una olla bastante grande, después toma dos tazas, las sirve y regresa hacia nosotros.― Bienvenido Quentin.

―Gracias.― Contesto sonriente mientras tomo la taza entre las manos y lo olores de la canela, el anís y la naranja llegan a mi.

―Mi esposo y mi hijo fueron al centro por unas cosas que le pedí, así que pueden ir al hotel o cabaña que hayan rentado y regresar después.

―¿Cabaña? ¿Hotel? ― Pregunta Isa asombrada.― Pero, se supone que nos quedaríamos aquí.

―¿De verdad?

―Mamá, eso te lo dije por teléfono que Quentin y yo vendríamos a quedarnos.

―Sí, pero no me dijiste a dónde… además si vienes con tu novio supuse que eso era lo lógico ¿no?

―Pero… ¿Ahora qué hacemos?

―No te preocupes Isa, se puede arreglar.― Contesto tranquilo.

―¡Ves! Ahora vayan, instálense y regresen como en una hora, ya estarán aquí todos.

La madre de ella nos hace salir de la cocina, Isabel sale un poco rápido caminando hacia la entrada donde dejamos las maletas. Yo la sigo en un paso más lento, así que cuando llego ella está de al lado de la escalera.

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