El empresario del corazon roto romance Capítulo 33

[Isabel]

Pasamos toda la mañana en casa de mis padres, cocinando, conversando y en este caso Quentin jugando con Thomas, ya que desde que lo conoció no ha dejado de seguirlo por todas partes, así que ahora Quentin tiene la tarea de jugar con mi sobrino hasta que prácticamente se canse, esperando que el cansado no sea el empresario, que con su elegante abrigo se deja echar bolas de nieve sobre él.

Después de la comida, como siempre, mis padres han decidido ir al desfile navideño que se hará en el pequeño pueblo por lo que todos hemos decidido bajar a ver la decoración del centro, los villancicos y porqué no, tomar un poco de chocolate caliente mientras caminamos por la acera.

Como siempre, Thomas iba feliz, ya que en la casa se aburría un poco y eta era su oportunidad para salir, correr y ver las luces de las casas como tanto le gustaba. Así que todos tomamos nuestros abrigos, nos subimos a nuestros respectivos autos y fuimos al tan ansiado lugar, llegando justo a tiempo para ver el desfile comenzar.

Mientras estábamos de pie viendo los carros alegóricos, al famoso Papa Noel y todos sus renos, escuché en mi oído.

―¿Vamos por un chocolate caliente? ― Con la hermosa voz de Quentin.

Volteo. ―¿Te sientes bien?

―Sí, sólo que si te soy honesto, quisiera pasar un rato a solas contigo ¿crees que pueda?

Me sonrojo, con Quentin siempre lo hago. ― Vamos. ― Volteo para avisarles a mis padres y después él me toma de la mano para salir entre la gente y dirigirnos a otro lugar donde los dos podamos estar solos. Caminamos en silencio mientras su mano se aferra a la mía y cuando estamos un poco lejos del lugar paramos.

―Estás temblado ¿tienes frío? ― Me pregunta.

―Sí, sólo un poco, pero con el chocolate se me pasará.

«Miento, este hombre me pone sumamente nerviosa».

Él me toma de la cintura y me mira a los ojos. Entre más tiempo pasa Quentin conmigo, más confianza me tiene, es más cercano, más seguro… o tal vez así siempre fue pero yo no lo sabía.

―¿Segura?

―Claro, sólo necesito algo caliente. Si quieres te puedo llevar a mi lugar favorito.

Él asiente. ― Perfecto, entonces ¿me guías?

Tomados de la mano volvemos a caminar, primero hacia una de las calles principales y después por otras un poco más solitarias. No decimos nada, simplemente seguimos nuestros pasos hasta que él me sorprende tomándome de la cintura y recargándome contra una de las paredes de la calle.

―¿Qué pasa? ― Le murmuro entre risas nerviosas ya que me ha tomado desprevenida.

―¿Crees que soy mayor para ti? ― Me pregunta y yo sonrío.

―¿Mayor? ¿Cómo?

―Ya sabes… ¿Crees que la edad sea un impedimento?

Me río mientras siento como Quentin se acerca cada vez más a mi acorralándome. ― Tienes cuarenta y yo treinta… No es mucho.

―¿Segura? Porque cuando yo estaba en el internado tú apenas nacías.

―En esa época tal vez, pudo ser algo raro, pero creo que actualmente, las edades son..

―¿Adecuadas? ― Finaliza mi frase.

―Se podría decir que sí.

Él toma entre sus dedos el mechón de mi cabello para después bajar su mano y tocar mi rostro, el elegante guante de Quentin me acaricia con ternura y su mirada de clava con la mía y de nuevo, me pierdo.

―¿Crees que soy mayor para pedirte algo? ― Me dice con un hilo de voz.

―¿Todo depende? ¿Qué es lo que me vas a pedir? ― Contesto nerviosa.

Quentin sin quitarme la vista de encima se acerca a mis labios y sin decir nada me da un beso que provoca que mi cuerpo se hunda sobre la pared. Él me carga un poco provocando que mis piernas se enreden en su cintura y coloque mis brazos sobre su cuello. Sus labios van besándome lentamente, saboreando cada parte de ellos, nuestras lenguas se junta dentro de nuestras bocas quitándome la respiración y encendiendo mi cuerpo. No sé si Quentin me besa así para provocarme o si siempre había besado de esa forma.

Se separa de mí lentamente y luego me ve a los ojos, en nuestros alientos se refleja el frío que hay en el ambiente pero el calor de nuestros cuerpos es más que evidente. No sé cuanto tiempo pueda aguantar así, sé que él dijo que no es sólo besos y caricias pero… me confunde. Necesito tener paciencia pero si me sigue viendo así, tocando así y besando de esta manera, no sé que pasará.

―¿Qué me quieres pedir Quentin? ― Le insisto.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El empresario del corazon roto