El empresario del corazon roto romance Capítulo 34

[Isabel]

Cabello, maquillaje, vestidos, zapatos, accesorios, Vivianne me trajo un poco loca recorriendo lugares a los que jamás pensé que en algún momento me acercaría en la vida ya que son tan caros que sé que vendiendo estos tacones Christian Louboutin puedo pagar dos rentas de mi piso en este instante. Me veo frente al espejo con este elegante vestido que he escogido para esta noche, uno largo, de manga larga, completamente negro con la espalda descubierta de una manera tan profunda que se puede ver por completo. Por sugerencia de Vivianne me he alaciado el cabello y debo admitir que me encanta por lo que no dejo de acomodármelo mientras los hermosos pendientes, que brillan sin parar en mis orejas, me dan un toque de elegancia que jamás había imaginado.

―¡Guau Isabel! Sí que eres otra. ― Me dijo al espejo mientras me volteo para ver los lunares sobre mi espalda.

De pronto Vivianne se acerca a mi sonriente― ¿Señorita Osher? El señor Valois la espera afuera. ― Y al pronunciar estas palabras los nervios vuelve a entrar en mi cuerpo. Me había sentido muy tranquila hasta que supe que él me esperaba afuera del Spa, donde tuve la fortuna de relajarme y vestirme.

―Voy, sólo tomo mi bolsa. ― Le comento y comienzo a guardar la ropa que traía en la mañana.

―No señorita Osher, yo me encargo de eso, usted vaya con el señor Valois.

―Lo siento. ― Digo apenada y me pongo el elegante abrigo encima para poder irme de ahí.

Con cuidado, salgo de la habitación y camino hacia la recepción del lugar para salir por la puerta y encontrarme a Quentin elegantemente vestido con un traje y un abrigo negro esperando por mí.

―¡Guau! ― Escucho que dice y no puedo evitar sonrojarme.

Él camina hacia mi para verme más de cerca y admirar mucho mejor mi cambio de imagen de esta noche.

―¿Te gusta?

―Me encanta. ― Murmura. ― Ya eras hermosa pero hoy te ves… ¡Guau! ― Vuelve a decir.

―Basta Quentin, me harás sonrojar.

―El sonrojado soy yo al llevar a mi lado a tan hermosa mujer. El pelo lacio te queda bien y este vestido… ni se diga. ― Comenta cuidando sus palabras ―¿Nos vamos?

Asiento.

Él me ayuda a subir a la camioneta con cuidado y cuando los dos estamos arriba le chofer como siempre sin ninguna instrucción, arranca directo al lugar donde tendremos nuestra cita, una que en verdad parece cuento de hadas. Él no me quita la mirada de encima mientras vamos en el vehículo, así que volteo a verle y me fijo en su conjunto de hoy. Él con su traje negro, hecho a la medida, con la barba y el cabello perfectos y esa colonia tan rica que me vuelve loca, yace a mi lado guapísimo, sonriente y sin ningún rastro de cansancio.

―¿Me podrías decir dónde vamos? ― Le pregunto.

―Te llevaré a una vuelta por el mundo, sé que te gustará.

Suspiro, en verdad no soy muy admiradora de las sorpresas pero le prometí a Quentin que me dejaría llevar.

―Sólo dime… ¿Hay aviones o algo así? ― bromeo.

―No, esta vez todo es sobre tierra.

Me acomodo para poder ver por la ventanilla el resto del camino, hasta que el vehículo para en frente de un recinto enorme, con ventanales del suelo al techo y con muchas luces encendidas adentro.

Él me ayuda a bajar tomando mi mano y después caminamos por un pequeño camino hasta la puerta del lugar. Alguien nos abre la puerta y de pronto un hermoso y elegante lugar, perfectamente decorado y también vacío nos da la bienvenida.

―¿Te gusta? ― Pregunta feliz.

―Es un lugar hermoso ¿cómo se llama?

―Le Monde, es de uno de mis socios, es comida internacional.

Me río, ahora entiendo porque me dijo que me daría una vuelta por el mundo. Nos sentamos en una de las mesas que hay en el medio, y él recorre mi silla de manera educada. Inmediatamente un mesero nos lleva una botella de champaña Quentin pida abrirla y servirla, así que éste se va y nos deja solos.

―¿Por qué no hay nadie? ― Pregunto curiosa.

―Hoy no abre, pero le pedí a mi amigo que lo hiciera por nosotros, así que debemos dejarle una buena propina al mesero. ― Bromea.

―Tal vez le pueda dejar uno de mis Louboutin. ― Le respondo y él sonríe. Supongo que para el mundo de Quentin traer estos zapatos es muy común.

La champaña se descorcha y enseguida él me sirve en la copa, llenándola moderadamente. Después levanta la suya para brindar. ― ¿Por qué brindamos? ― Pregunto.

―Por los nuevos comienzos. ― Responde sonriente.

―Por los nuevos comienzos. ― Repito y ambos chocamos nuestras copas y bebemos un sorbo.

El alcohol pasa por mi garganta y poco a poco va calmando mis nervios. No sé si estoy más nerviosa por no arruinar la cita con mi ignorancia en muchas cosas o porque de verdad este hombre me pone así.

―Hoy en la noche quiero consentirte Isabel y te quiero dar el mundo, porque eso es lo que te mereces.― Recita.

Me quedo callada por un segundo mientras observo el hermoso vitral que hay arriba. Precisamente parece como si fueran constelaciones, vías lácteas, la hermosa bóveda celestial y nosotros en medio de todo, como si fuéramos los únicos en este mundo.

―Quiero que disfrutes esto que yo te puedo dar, porque quiero dártelo, sin que te sientas culpable… ¿no creo que sea una tortura lo que te pido? O ¿sí?

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