El Jefe romance Capítulo 11

Esa mañana Eileen despertó más agotada que nunca, a pesar de haber dormido toda la noche realmente no descanso nada. Le dolía todo el cuerpo, parecía como si un camión hubiera pasado sobre ella. Llevo la mirada hacia el techo, sentía la cara tan hinchada sumándole al terrible dolor de cabeza que la estaba volviendo loca. Cerró los ojos pensando que si hubiera prevenido lo que iba a pasar al trabajar en aquel museo se pudo evitar muchos problemas.

Suspiro justo cuando la alarma en su mesa de noche sonó… ya era hora de levantarse de la cama e ir a trabajar. Pero solo pensar en tener que caminar algunas cuadras para coger un taxi la hacía cambiar de parecer. También que sus malestares físicos le impedían poner un pie en el suelo. Golpeo el escandaloso aparato en el momento que se sentó. La rubia se picó el puente de la nariz.

— ¡Joder! Que mal me siento. Exclama sin muchos ánimos de ponerse en pie.

En eso los vagos e infernales recuerdos de lo que había sucedido la noche anterior con ese hombre llegaron a su cabeza como un torbellino arrasando con todo hasta crear más dolor en su cuerpo. Era un bruto pensó esta, sintió como su cuerpo se estremeció al pensar en lo que ese tipo tenia pensando hacerle. No supo porque detuvo sus horribles acciones pero agradeció que fuera lo que fuera lo hiciera irse de su casa.

Si hubiera abusado de ella de nada le hubiera servido denunciarlo, ya era más que claro que la policía no haría absolutamente nada por ella… con determinación, e intento alejar esos recuerdos tenebrosos de su cabeza Eileen se puso en pie, tambaleando un poco su cuerpo. Debía seguir adelante, tenía que ir a trabajar ya que no contaba con una maldita asistente. Tendría que replantearse algunas cosas, por ejemplo buscar una secretaria que la ayudara.

Para cuando la rubia llego al museo, la empleada que hacia los recorridos a los visitantes al menos había llegado temprano y el resto del personal también. Ella había sido la única que se dio su tiempo para llegar. Pero quien podía culparla, si su maldito coche estaba destrozado en el estacionamiento de su edificio. No tenía idea de cómo carajos lo iba a reparar, de seguro que le iba a costar una maldita fortuna que no poseía.

Mientras camina resonando los tacones de sus zapatos por el corredor recién pulido, la chica iba bufando internamente. Estaba furiosa porque ese maldito mafioso no le iba a reparar su coche, claro que ella tampoco pensaba cobrárselo. Si el muy desgraciado quería asesinarla era más que obvio que no le repararía el automóvil capas y terminaba el trabajo que no logro la noche anterior. Los vellos del cuerpo de Eileen se erizaron de solo recordar como la tomo a la fuerza.

Es que todo era tan injusto pensó esta, la querían muerta, destrozaban su coche, la policía no la ayuda, no podía decirle nada a su jefe porque estaba casi que en el más allá. Y para colmo, era acosada personalmente por ese sujeto. El jefe de los mafiosos. ¡Joder! Exclama para sí, no se podía estar más salada en la vida. Tendría que pedir un aumento, creyó que lo que cobraba no le hacía justicia para el tormento que estaba viviendo.

La chica al fin llega a su oficina, en cuanto gira el pomo de la puerta para introducirse en la misma sus piernas no quisieron andar más. Se quedó sujetando la manilla con mucha fuerza sin saber muy bien que hacer. Lo más sensato era salir corriendo de aquel lugar, lejos de ese hombre. Lejos de Lión Walker. ¡Mierda! Pero qué coño estaba haciendo en su oficina.

Todo su cuerpo se helo en segundos, deseando intentar salir del trance en el que estaba pero le fue inútil. La mirada azulada de ese sujeto era tan dominante y penetrante manteniéndola paralizada en el mismo lugar. Le tenía tanto miedo a Lión, el solo la quería muerta y si no se andaba con cuidado lo lograría en cualquier momento.

— ¿Siempre llega tan tarde a su trabajo?

—¿Qué rayos está haciendo en mi oficina?

—Romel debe pagarte muy bien como para permitir que llegues tarde, al menos que le ofrezcas otro tipo de servicios al viejo. Este se ríe. —Yo tengo una secretaria que siempre llega tarde, pero lo compensa con buen sexo. Es lo mismo, supongo. Este se encoge de hombros.

Las mejillas de Eileen se encienden por aquel comentario de muy mal gusto, el maldito se atrevía a llamarla ramera. Como se le ocurría decir una cosa tan baja como esa, mira que venir a pensar que mantenía sexo con el señor Romel. Si bien podía ser su abuelo. La chica amusgo los ojos pensando que ese tipo era un maldito mafioso sin escrúpulos.

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