El Jefe romance Capítulo 4

Eileen mira fijamente al anciano postrado en la cama, este guardaba una sonrisa muy extraña en sus labios. Lo que la hizo pensar que su jefe estaba planeando algo de lo que ella no estaba enterada.

—Necesitas esposo Eileen…

—Señor Romel, yo no necesito un esposo. Como estoy, me va muy bien. Esta sonríe nerviosa.

—No, no… y es por eso que he hecho una cita con el hijo de un viejo amigo mío. Estoy seguro que te ira muy bien con él.

—¿Una cita? Esta se pone en pie. —A mí no me hace falta tener citas señor Romel, creo que está exagerando las cosas.

—Ni hablar, he pautado una reunión entre ustedes mañana por la tarde. Así que no hagas ninguna cita. La señala con el dedo. —Quiero que te veas con ese joven, y luego me dices que tal te fue.

—Señor Romel, no quiero ser grosera. Pero no quiero que haga de casamentero, yo puedo buscar a mis propios pretendientes.

—¿Entonces porque no tienes? Inquiere alzando las cejas.

—Estoy muy ocupada. La chica camina hacia la ventana. —No tengo tiempo para una relación.

—Pues lo sacaras, muchacha. Mañana.

La chica muerde sus labios con fuerza, como le iba hacer entender a su jefe que no estaba dispuesta acceder a sus caprichos. Mira que venir a organizarle una cita con un chico que no conocía. Era absurdo.

—Eso es todo lo que tenía que decirte. Mañana tu cita te recogerá a las siete. Pasará por tu casa, descuida ya sabe cómo llegar.

—Pero señor Romel… dice la chica dándose la vuelta ofuscada.

—Ni una palabra más al respeto. Puedes regresar al museo, ¡ah, Eileen! Si llegas a ser acosada por esos mafiosos quiero saberlo.

—Por supuesto, señor. Responde resignada.

Eileen regresa a su coche, al sentarse detrás del volante recuesta la frente sobre este. La chica suspira pesadamente. Una cita con un hombre que no conocía no era parte de su itinerario. Encendió el coche para regresar a su trabajo.

[…]

Ya era medio día, Lión se puso en pie observando a la pelirroja envuelta en las blancas sabanas de su cama. Su cabello revuelto se encontraba desperdigado por la almohada. Y la mitad de sus muslos estaban a simple vista. Este camina sus pasos hasta el baño, se mete detrás de los acristalados vidrios de la ducha. Dejando que el agua fría corriera por todo su cuerpo.

Inclino la cabeza hacia atrás, relajando todo su cuerpo. Su noche sí que había sido muy buena con la secretaria. Este paso los dedos entre su cabello permitiéndole al agua mojar hasta la última hebra. Después de despachar a la pelirroja volvería al trabajo, esperando que Kara le trajera buenas noticias ese día sobre el maldito museo.

Cuando abandono el cuarto del baño, la chica pecosa se disponía a vestirse algo apurada. Al notar su presencia cubre su cuerpo con la sabana. Sus mejillas se habían puesto coloradas y en sus ojos se podía notar culpa y remordimientos.

—¡Ya debo irme!

—Muy bien. Responde Lión impasible.

—Yo… dice mordiendo sus labios.

—Puedes irte Vilma, ve a casa. Regresa mañana a trabajar.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Jefe