El Jefe romance Capítulo 48

Lión miro expectante a su mujer, sonrió internamente porque sabía muy bien que ella se imaginaba una cosa muy distinta a lo que él estaba imaginando. Pero aun así, era eso o nada.

— ¿Y bien? Lo insto la rubia emocionada.

— Quiero que me permitas hacerte el amor.

La cara de sorpresa de Eileen era como un poema. A Lión le pareció bastante tierna. Lo sabía, él sabía que ella estaba pensando en otra cosa. Su mente aun parecía algo ingenua para él, así que imagino que tenía mucho trabajo por delante ensuciándola. ¡Y lo disfrutaría haciéndolo!

— ¿El amor? Pregunta con descredito.

— Llevo mucho tiempo sin que me permitas tocarte o mirarte, no pretendas que me reprima por más tiempo. Decía en la misma posición de antes.

— Pero yo. La rubia muerde sus labios. — No creo que aun pueda hacer…

— Te veo perfectamente. La interrumpe poniéndose en pie y caminar hacia ella. — ¡Más que perfecta! Exclama con voz ronca.

Ella solo traga saliva cuando tiene aquel bloque de músculos ante ella. Su cuerpo tembló en segundos al verse envuelta en sus brazos.

— Aun ocasiono ese temblor en tu cuerpo. Sonríe sobre sus labios.

— No debería de…

— Shhhh… si debes, si puedes y si quieres… demanda ya sobre sus labios.

Lión probó la dulzura de éstos deleitándose con su lengua. Introdujo la suya la cual comenzaba a jugar con la de Eileen. La pareja se calentó en segundos, Walker arrastro el cuerpo de su esposa hasta el escritorio de su despacho. Sentándola en el mismo mientras encajaba sus caderas en los muslos de la rubia.

Los labios de Eileen eran devorados por su esposo, mientras que una mano se deslizaba por sus piernas desnudas hasta coronar la liga de sus bragas. Pronto sintió como los dedos traviesos de su marido hacían a un lado las pantys, deslizo un dedo por los pliegues de su sexo provocándole un respingo.

— ¡Mira cómo te pongo de húmeda! Gime contra su boca.

— Si. Jadeo ella.

Lión le saco el vestido que llevaba puesto, dejándola en bragas y brasier… nuevamente probo los labios de la rubia para luego dejar furtivos besos sobre su cuello. Poco a poco la recostó sobre el escritorio mientras que el bajaba de a poco hasta su entrepierna. Haciendo a un lado las bragas de encaje saboreo el sexo de su esposa.

La humedad que yacía en la cavidad de ella la absorbió por completo, chupando con afán aquellos pétalos rosados que sabían a gloria. Lión escucho jadear con intensidad a su pareja, lo que lo llevo a saber que se correría, y tuvo razón ya que ella se aferró a la madera del escritorio justo cuando de ella brotaba un líquido blanquecino que de inmediato saboreo con la lengua.

— ¡Ahhh! Gimió la rubia ante el contacto.

Walker estaba extasiado con el sabor de su esposa. Era tan exquisito que le provocaba quedarse por siempre metido entre sus piernas. Pero la potente erección entre sus calzoncillos aclamaba adentrarse en esa estrecha cavidad rosada.

Prontamente de saciarse de ella, no perdió el tiempo en bajarse los pantalones liberando su masculinidad. Condujo su miembro hasta el sexo de ella penetrándola en una única embestida. Fue la perfección para él.

— ¡Demonios! Como extrañe hacerte mía.

— Si… jadeo ella incorporándose un poco para entrar más en calor. — Más, por favor más.

Lión tomo por la cintura a su mujer penetrándola cada vez con más fuerza. De sus cuerpos brotaba el sonido carnal de dos amantes amándose hasta el cansancio. Algunas gotas de sudor corrían por la frente de Lión, Eileen le limpiaba la frente con la mano mientras lo besaba apasionadamente.

— Me voy a correr de nuevo. Jadea ella soltando sus labios. — ¡Joder, Lión! Grita aferrándose a sus hombros. — ¡Ahhh! Jadea al final.

— Si, mami… ¡Eso me gusta! Gruñe presionando la piel de ella mientras aliviaba todo su cuerpo en el interior de Eileen. — ¡Mierda! Mujer como me encanta follarte.

— ¡Definitivamente! Sonríe esta agitada.

— Dejare el museo en paz… será todo tuyo, pero las demás propiedades son mía y haré de ellas lo que yo quiera. Lión la miro con aquellos intimidantes ojos azules.

— ¡Son tuyas! No me importan. Responde tranquila.

— Muy bien. Le dice apretándola contra su cuerpo. — Entonces, ya que hemos resuelto ese problema no veo porque no seguir jugando un poco más. Sonríe sádicamente.

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