El Joven Secreto romance Capítulo 15

La vista que tengo ante mis ojos logra dejarme completamente muda y atontada, de modo que lo único que puedo hacer es mirar. Haber pronunciado mi nombre varias veces y no haber obtenido reacción alguna de mi parte, hace que él suelte una pequeña risa, gesto que me obliga a acomodar un par de palabras y formar una oración, aunque esta no sea de mucho aporte.

May: No...no sé qué decir.

Samuel (vuelve a reír): No te pedí que dijeras algo, dije que vengas.

Frunzo el ceño, aun algo perdida en la situación y lo sigo. Tras dar varios pasos confirmo lo que sospechaba haber visto: un lago abandonado. Se me hace extraño ver un lugar así, de un entorno tan "salvaje" y descuidado, estando solo a unos minutos de la ciudad. Los ruidos de bocinas, autos acelerando sobre el asfalto seco y gritos humanos, ese mundo urbano y artificial parece ni conocerse en el espacio cuyos suelos blandos encuentro bajo mis pies, siendo reemplazado por el puro reino de la naturaleza. Delante nuestro hay un muelle largo de madera que termina en una superficie cuadriculada en el medio de las aguas profundas.

May: Te aviso que le tengo miedo al agua.

Deja de caminar y se voltea.

Samuel: Ah, ¿sí?

May: Bah, nunca aprendí a nadar y...

Dejo la oración a medias al ver que comienza a acercarse.

May: Ni se te ocurra.

Samuel: Ya se me ocurrió, ahora no me provoques.

May: Samuel.

Samuel: ¿Qué?

Comienzo a retroceder hacia atrás, hasta notar que con un par de pasos más caeré al agua voluntariamente.

Samuel: ¿Qué hacés? (Pregunta entre risas). No te voy a tirar al agua si no sabés nadar boluda, no soy tan forro.

Habiendo dicho esas últimas palabras (que ni el mismo se cree), nos sentamos en el borde de aquella superficie de madera húmeda, dejando colgar las piernas sin que estas lleguen a tocar el agua.

Me cuesta describir lo que se siente estar ahí, ese rincón de la ciudad que parece no haber sido pisado por alguien en mucho tiempo, donde el silencio solo es interrumpido cada tanto por el canto de las aves o el sonido que generan las hojas de los árboles al ser golpeadas por el viento.

Teniendo esa vista ante mí y sintiendo esa armonía en los oídos, cierro los ojos por unos minutos y apoyo mi cabeza en el hombro de Samuel, quien suelta el aire acumulado e inclina la suya, dejando un beso en mi frente para luego rodearme con su brazo.

May: No tenés idea de lo feliz que me hacés sin hacer absolutamente nada.

Al escucharme, acaricia mi brazo con ternura y recibo otro beso en la frente.

Samuel: Aunque quisiera no puedo hacer mucho. Después de lo que pasó, hago el papel del hermano mayor y papá a la vez (suspira). No me queda tiempo para nada...ni ganas.

Sus palabras me conmueven y pensar en lo incurable que debe ser su dolor me destroza. Lo observo detenidamente, descubriendo la profunda tristeza que se oculta en sus ojos.

May: ¿Querés que te ayude con algo o...

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