El Joven Secreto romance Capítulo 2

La música que hasta ese momento retumbaba en el amplio salón parece haberse traspasado a otro plano muy lejano de aquel en el que me encuentro parada, pero Samuel sigue moviéndose, por lo que asumo que la canción no terminó.

A pesar de sentir la presencia de mis nervios, cuyo aumento es todo lo contrario a lo gradual, no muevo ni un músculo, sino que me quedo inmóvil, como si lo que mis ojos vieran hubiese logrado congelar mi cuerpo por completo. La seriedad de su mirada y la firmeza de los pasos de mi padre no parecen querer cesar al igual que mis ganas de soltar a Samuel en ese momento. Mi mente piensa en miles de cosas a la vez y aun así...no sé cómo actuar. ¿Debería irme? Si lo hiciera, ¿no sería un escape? ¿Desde cuándo escapo de mi padre en vez de provocarlo el triple? Pensar en eso me lleva a cuestionarme a mí misma: ¿Por qué tendría que escapar si no tengo la culpa de que el joven que me acompaña esté en mi casa? Aun si pudiera encontrar respuesta a todas esas preguntas, me faltaría una por completar: ¿A dónde se supone que vaya?

Justo cuando me encuentro entrometida en ese lío que armé en mi cabeza, mi padre detiene sus pasos, volteándose hacia atrás, donde otro hombre de su edad mantiene la mano levantada, haciéndole señas. De repente siento como alguien me toma del brazo derecho y tira de él, despegándome de Samuel como lo haría con dos amantes que buscan fuga. Llego a observarlo y noto una última mirada algo cómica y pícara de su parte con la cual logra incomodarme, mientras que la persona anónima que domina mis movimientos sigue con lo suyo.

- ¿Qué hacés?

Pregunto enojada al haberme alejado ya un par de metros.

Mía: Te salvo. Tu papá volvía y...

May: ...estaba muerta, ya sé. Gracias (digo apoyando uno de mis hombros en la pared).

Mía: ¿Qué hace él acá? Creí que no tenías ni cara para verlo.

May: No sé, no entiendo nada.

Comento mirando a mi alrededor.

Mía: ¿Te dijo algo?

Vuelvo a fijar la mirada sobre mi amiga para contestarle cuando una grave voz me lo impide. Entrecierro los ojos y doy unos pasos hacia la zona de la cual acabo de ser rescatada, donde ahora se amontonan decenas de personas vistiendo sus trajes y vestidos elegantes. Aquella voz vuelve a aparecer, esta vez junto a su dueño, que es un chico joven. En su mano derecha resalta un micrófono cuyo color coincide con el de su traje negro. Camina hacia la pista, presentándose como lo hace cualquier conductor de eventos: de forma simpática y agradable. Doy unos pasos hacia atrás, alejándome del centro y veo a Samuel cerca de la entrada, viendo el espectáculo al igual que todos los que nos rodean. El joven desconocido agrega un par de palabras más y finalmente sube el volumen de su voz, anunciando: "Recibamos a Carolina con un fuerte aplauso".

Como si fuera una orden, todos comienzan a chocar sus palmas al igual que robots con programación asignada. Las luces se apagan, haciendo que todo lo que tuviera a la vista se vuelva negro. Un reflector se enciende, cientos de rostros apuntan hacia la cima de las escaleras, donde aparece la pequeña figura de mi prima luciendo un recargado vestido rosado.

Sonrío y ella comienza a bajar, mientras que varios chicos de su edad se pelean por quién va a pararse delante de las escaleras para saludarla primero. Finalmente, el afortunado resulta ser un adolescente rubio que la recibe con un cálido abrazo y la levanta, haciéndola girar. Es en el momento en el que las vueltas se detienen cuando lo reconozco. Esa mirada traviesa que ambos hermanos comparten sin importar la lejana diferencia de edad. Esa carita simpática que viste un traje elegante en el que se refugia un diablito encubierto, famoso por escapar de sus clases y luego ser castigado por su hermano mayor.

Joaquín.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Joven Secreto