El Joven Secreto romance Capítulo 3

A pesar de estar teóricamente besando a alguien, la verdad es que no siento absolutamente nada. Lo único que me hace percibir la realidad en la que me encuentro es la brusca separación de nuestros labios.

Lo primero que se me viene a la mente en ese momento son todas las veces en las que lo besé. No a Agustín, ni a ningún otro, sino justamente a la persona de la cual "escapaba" y que me obligó a actuar de esta manera. La sensación de desprender mis labios de los suyos cuando lo besaba era como si me arrebataran algo fundamental para poder respirar, quitándome una parte mía sin tener piedad de lo que eso podría ocasionarme. No existen palabras que me permitan comparar aquello con lo que siento ahora, que podría definirse como la nada misma o tan solo la falta de una leve presión en los labios.

Extrañada, aunque sin importarme mucho, abro los ojos esperando ver el rostro de Agustín a milímetros del mío, mirándome con miedo o confusión debido a su tímida personalidad. Sin embargo, lo que veo ni siquiera se asemeja a mis expectativas.

El "nerdito" (como suelen llamarlo) se encuentra acostado en el piso delante de mí y Samuel sobre él, tomándolo del cuello de la camisa, sin dejar de darle golpes con los que parece querer ocasionarle daños fatales.

Observo la escena con los ojos entrecerrados, inconsciente, como si lo que viera fuese solo una imagen sin sentido ni emoción alguna. Finalmente logro volver a la realidad con la ayuda del elevado volumen de la música, esa realidad donde el rostro de Agustín no deja de sangrar y sigue recibiendo puños.

Agito mi cabeza para obligarme a reaccionar y avanzo, tomando al atacante por los hombros y tratando de sacarlo de encima del chico. Obviamente no lo logro. Samuel, además de desquitarse con la fuerza de sus brazos, también lo hace a través de palabras que suelta antes de dar cada golpe, las cuales no llego a escuchar o entender con claridad.

Las personas que se encuentran a nuestro alrededor parecen ni haber notado la situación y siguen en lo suyo de una forma tan natural que, si solo fuesen ruidos de golpes los que escuchara y no la imagen de aquellos golpes en sí, creería que todo era parte de mi imaginación y haría caso omiso de mi sentido auditivo.

De todos modos, considero el hecho de no ser observados como una verdadera ventaja y distingo a Mía entre la multitud, acercándose a pasos acelerados. Al llegar a donde me encuentro inclinada, se une a mí tomando el otro hombro de Samuel, quien se niega completamente a soltarse. "El nerdito" es liberado de "sus garras" cuando él por fin parece rendirse y lo suelta, poniéndose de pie tras soltar un pesado suspiro.

No tardo en acercarme a Agustín y arrodillarme a su lado, viéndole las marcas e incontables moretones que comienzan a aparecer en cada centímetro de su rosto.

May: ¿Pero qué...? (Levanto la vista, mirando a Samuel con indignación) ¿Estás enfermo, estúpido?

Samuel (suelta una risita): Vos consolalo, dale.

Dice para reacomodarse el saco y comenzar a caminar hacia la puerta, sin darme tiempo para poder contestarle.

May: Idiota.

Digo mordiéndome el labio, aunque sé que ya no puede escucharme.

May: Voy a llamar a un médico.

Comento luego de haber observado la irreconocible imagen de Agustín.

Agustín: No no, no hace falta (trata de sentarse y se lleva la mano a la cara tratando de detener la sangre que brota de la comisura de sus labios).

Mía: Pero Agus estás...

Agustín (la interrumpe): En serio estoy bien, solo que no me vea mi viejo porque va a ir a buscarlo a él y esto va a terminar mal.

Al no conocerlo mucho, me sorprende su actitud y que quiera "cubrir" a Samuel después de todo.

Mía: Lo llevo arriba entonces.

Asiento y ambas lo ayudamos a levantarse. Ya al verlo subir las escaleras rodeando el hombro de Mía con el brazo, me siento más tranquila y abandono la casa por donde salió Samuel, encaminándome al jardín trasero.

Tras una larga búsqueda que realizo con la mirada, lo encuentro sentado sobre una de las mesas de mármol, con las piernas apoyadas en el banco y desparramado al lado de éste. Me sorprende ver un cigarrillo resaltando en sus dedos.

Me acerco y no comienzo a hablarle hasta estar a pocos metros de distancia. Al notar la presencia de alguien más, gira su rostro y vuelve a desviar su mirada al ver que soy yo.

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