El Joven Secreto romance Capítulo 32

No sé cuánto rato llevo perpleja, mirándolo. Desde que lo vi despierto me he quedado atontada, sin desviar la mirada de su rostro, al igual que él del mío. Sus ojos me observan y, a diferencia del rencor de hace un día, ahora solo me transmiten paz, como la mirada inofensiva de cualquier ser que acaba de despertar de un sueño profundo: no está ocultando nada. Siento como si se hubiera congelado el tiempo, como si la habitación y todo lo que está a nuestro a alrededor hubiera desaparecido, como si estuviéramos conectados entre nosotros y desconectados del mundo.

—¿Aún sigue acá?

Escucho a mis espaldas y retiro la mano de la mejilla de Samuel, al ver que su mirada deja de apuntarme a mí y se direcciona a la puerta. Me volteo rápidamente, con la planilla en la cual estaba haciendo anotaciones apretada a mi pecho.

—Sus prácticas son hasta las 10.

El doctor prepotente y cínico que había estado tan interesado en saber “quién era” y me había tratado fatal del otro lado de la puerta hace días, cuando estaba con Eva, está observándome, me atrevería a decir que no con una buena cara, esperando explicaciones de mi parte.

—Acabé…

—Joven Ferraz, ¿cómo se encuentra?

Dice en un tono algo alto (para lograr tapar mi voz por completo) justo cuando abro la boca, dirigiéndose hacia la cama de Samuel, a paso decidido, ignorándome por completo y dejando en claro que no me tolera. Viejo estúpido.

—Mejor, creo. Aunque el dolor a veces no me deja dormir sin calmantes.

—Voy a hacer otra orden de tomografía para dentro de dos días, entonces.

—Eso no está bien (intervengo).

Se voltea y me mira como si recién ahora se percatara de mi existencia.

—¿Aún seguís acá?

—Es un alivio para él que no me haya ido (digo dirigiendo mi mirada a Samuel para luego devolverla al doctor).

—¿Te conozco de algún lado? Tu cara se me hace familiar (finge no recordarme).

—Me vió en el pasillo el otro día.

Que bien. Se supone que venía para evitar que Eva hablara sobre mis desesperados intentos y ganas de ver a Samuel cuando estaba inconsciente, pero, teniendo que elegir entre perder el orgullo por eso y perderlo frente a este prepotente con bata blanca…me quedo con lo primero).

—Ah (sonríe de forma desagradable), la amiga “estudiante” (remarca la palabra “estudiante” como si quisiera hacerme entender que no soy tan importante como él).

Bajo la mirada al bolsillo de su bata, donde se llega a leer “Dr. Rivera”.

—¿Me perdí de algo?

Nos volteamos hacia Samuel, quien nos mira sin entender. No llego a responder, porque se me adelanta mi odioso colega.

—No mucho. Bah…nos conocimos hace unos días en el pasillo. Ella quería verte si o si (aunque la persona a la que supuestamente le responde está del otro lado, no para de mirarme, disfruta mirarme). Como amiga, supongo (su tono es repugnante). Y no se podía, pero lo hizo de todas formas. Como amiga, supongo.

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