El Joven Secreto romance Capítulo 35

Se que no cuento con mucho tiempo, ya que dejé asentado que volvería dentro de dos horas, de las cuales ya pasó más de una desde que Eva jugaba con las llaves en la entrada. La tos repentina que me invade me obliga a pedir agua porque de tanto hablar tengo la boca seca (y mi taza de té se encuentra vacía por la misma razón).

—Wow. ¿Tu hermano hizo todo eso?

Asiento, con el cristal frío del vaso de agua que me acaba de traer pegado en los labios.

—¿Quién cambia así de un día para el otro?

—No quiero pensarlo tanto en realidad. Con que no me moleste soy feliz.

Eva ríe y extiende la mano a la bandeja, asumo que, buscando más bizcochuelo, pero se encuentra con el plástico seco y vacío de la bandeja.

—Traigo más de esto.

Miro el reloj colgado arriba de la puerta de entrada, percatándome de que pasaron casi dos horas y aún tengo un viaje pendiente de al menos quince minutos.

—En realidad, tendría que irme.

Digo, poniéndome de pie.

—¿No tenés diez minutos más?

Tomo aire y lo trago de forma algo torpe, causándole un ligero malestar a mi garganta.

—No realmente (miro el reloj otra vez). Tengo que salir ya para llegar puntual. Mi padre…

—…Es insoportable, ya lo sé (dice y sonríe. Ya he usado esa palabra para describir a mi padre más de cinco veces en el relato largo que le narré). ¿Me puedo subir con vos y te cuento el resto en el camino? Me bajo cerca de tu casa y vuelvo en taxi.

Agito la cabeza en negación, algo mareada por su plan absurdo.

—Ehh…Primero que nada, el guardaespaldas actual es una vía directa a mi padre. Le contaría todo. Y segundo, es sospechosísimo que te bajes en el medio de la nada en plena medianoche. ¿No es mejor simplemente escribirme?

Pregunto en tono obvio, como si hubiera descubierto algo muy evidente.

—Si, pero…necesito estar en el mismo lugar que vos mientras lo haga.

—¿Y eso por…

—Largo me explicar (me interrumpe).

La miro, comprendiendo cada vez menos su comportamiento. Creí haber conocido un poco más a esta chica esta noche, pero doy dos pasos hacia delante y tres hacia atrás. Y pensar que la que pensaba que la otra estaba loca al conocernos fue ella.

—Bueno (suspiro). Vamos, tengo otra idea. Toma tu abrigo (exclamo, dirigiéndome a la puerta).

—Pero ¿no dijiste que…

—¿Venís o no?

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