El Joven Secreto romance Capítulo 57

Al volver a la mesa, dos platos más ya han sido añadidos a la misma, aunque en lugares enfrentados.

Sorprendida por la ubicación curiosa que han elegido para sentarse hoy, tomo asiento junto con la esposa del supuesto colega de mi padre, queriendo evitar a toda costa escuchar en mi hombro la respiración de aquel hombre cuyo cinismo se nota desde la otra punta de la habitación. Supongo que elegir mi lugar es la ventaja que me he ganado por haber sido la primera en abandonar el baño.

De todas formas, mi hermano aparece segundos después y su rostro es preocupante. No transmite nada, ningún indicio de su posible postura tomada sobre el asunto debatido un minuto atrás.

Cuando noto que ya todo el mundo lo hace en silencio y sin ningún comentario de por medio, comienzo a comer y descubro que tengo un hambre descomunal. El único sonido que se oye son los tenedores y las cucharas siendo usadas, generando un ambiente extraño y quizá algo incómodo. Finalmente, mi madre rompe el hielo entablando una conversación casual con la esposa del señor que no soporto y poco a poco va intentando sumar más gente a la charla, esperando integrar. Mi hermano se ha quedado como una tumba, yo no tengo nada que decir y mi padre pronuncia un “si”, “claro” o un “puede ser” que ni aportan ni quitan, por lo cual su presencia es poco trascendental. El otro hombre tampoco dice mucho.

Empiezo a pensar que tanta preparación mental para este momento fue en vano, ya que al fin y al cabo…nada pasó. El semblante de mi hermano comienza a relajarse y su ritmo de llevarse comida a la boca se vuelve más…frecuente. Incluso intercambia una mirada conmigo y sonríe. Piensa que nos hemos salvado. No saben nada.

—¿Me pasas el azúcar?

Pregunta, señalándome un recipiente de vidrio que tengo cerca de mi plato. Se lo extendiendo, junto con una cuchara limpia. Al parecer nadie le ha echado azúcar a nada hasta ahora. Oliver lo toma y no ha endulzado ni un poco su té cuando la puerta principal de la casa se abre de un tirón, obligando a todos a voltearse hacia la entrada, donde aparece con un semblante frío y me atrevería a decir insensible, el mismísimo Flores.

Alcanzo a ver el ceño fruncido de parte de mi padre antes de ser yo la que se voltea. Asumo que la entrada de aquel sujeto no estaba prevista.

Mi hermano, incapaz de controlar sus emociones y reaccionando de la forma más “pura” y transparente posible, suelta la pequeña cuchara de azúcar del susto y esta cae dentro de la taza de té con una inercia que provoca un ruido similar al que se produce cuando se hace un brindis y se da golpes en una copa de cristal.

Vuelvo a ver el rostro pálido del otro día y el terror que siente su dueño hace que tarde en reaccionar y darse cuenta del pequeño accidente que acaba de tener. Cuando por fin lo nota y se mira a sí mismo, cae en que unas gotas de té han salpicado su ropa.

Flores sigue caminando y, lo cierto es que, todo lo relatado previamente pasó en menos de dos segundos. Mi madre luce preocupada, los invitados han alzado las cejas y mi padre echa pequeña mirada al extraño comportamiento de su hijo, para luego continuar observando al recién llegado.

—Estás más torpe de lo normal, D'Angelo.

Comento, emitiendo una pequeña risa burlona y le tiendo una servilleta, buscando actuar lo más natural posible. Oliver siquiera me mira al recibir el trozo de tela bordada, el cual utiliza de manera apresurada para limpiar su ropa y el mantel que cubre la mesa.

Flores avanza, pasando por detrás de mi espalda y se acerca a mi padre, procediendo a susurrarle algo prolongado al oído.

Mi madre procede a seguir disfrutando su comida, mientras que la pareja invitada le comenta a Luisa (quien acaba de aparecer para limpiar el mantel con un paño mojado) lo rico que está todo, gesto que me sorprende, ya que no suelen siquiera dirigirles la palabra a aquellos no tan adinerados o merecedores de su atención.

—Perfecto.

Pronuncia mi padre de repente y vuelve a bajar la vista hacia su plato. Flores comienza a encaminarse hacia la puerta, y no ha vuelto a pasar por detrás de mi aun cuando se detiene en seco al escuchar la voz de su patrón elevarse nuevamente.

—Gracias como siempre, Flores.

Añade el D'Angelo mayor y su secuaz finalmente procede a irse por donde vino. Pero ya nada es como lo era antes de su llegada. La expresión de mi padre ha cambiado y lo noto al ver su forma de observar a mi hermano en su espera de que Luisa sirva más té. Se acaba de enterar de que el juguete que solía usar contra mí no solo lo ha traicionado, sino que también ridiculizado con su actitud.

Es evidente. Esto va a acabar mal y estoy aún más segura de ello al tener frente a mis ojos el cruce de miradas que se produce entre padre e hijo. Él lo sabe.

La mano de Oliver comienza a temblar sobre la mesa y el hecho de no saber nada acerca de que postura tomará tras confrontarlo en el baño hace que…su próxima acción sea un completo misterio.

El colega de mi padre nota el detalle y ese hecho es lo que termina agotando mi paciencia. Tomo mi teléfono y, sin que nadie lo note, le envío un mensaje de texto a mi hermano de forma rápida, diciéndole que se calme, porque parece un maldito esquizofrénico. La vibración del dispositivo parece distraerlo de su realidad aterradora y se entretiene con él un largo rato, sin despegar la vista de la pantalla. Mejor, pienso. Mi padre se mantiene en silencio y siquiera apunta sus ojos hacia mi lado de la mesa. Si Flores le comentó lo que vió… ¿no estaría yo también implicada en este asunto? ¿Por qué la presión está solo sobre Oliver? ¿Y si en realidad estoy solo imaginándome cosas sin sentido? ¿Y si Oliver ha alucinado estupideces y nadie lo ha visto? Quizá Flores siquiera sabe que debíamos estar juntos en la ciudad. Ese hombre que parece más bien un armario que un ser humano suele encargarse de que los peces gordos de la mafia italiana siquiera se atrevan a acercarse a nuestra familia, como para ser desperdiciado en la vigilancia de los romances de los hijos de su patrón. ¿Mi padre le encargaría algo tan estúpido como eso?

Empiezo a pensar que solo exageré todo, que gran parte fue confusión mía y decido abandonar la planta.

—¿Les molesta si subo? Me duele un poco la cabeza.

Suelto de repente y todas las cabezas se voltean hacia mí.

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