El Joven Secreto romance Capítulo 58

Lo primero que pienso es que algo le sucedió, que necesita ayuda o simplemente tiene esos dolores absurdos otra vez. Pero parece negarse a lo último, diciendo que jamás me molestaría por un simple dolor, que para eso está el hospital y el número que le asignaron, al cual puede llamar cuando quiera.

May: Como dijiste urgente…

Samuel: Es urgente. Necesito que hablemos.

May: ¿Y por qué no me lo comentaste cuando estaba ahí?

“Escribiendo…”

Es un simple chat de texto, pero una parte de mi tiembla.

Samuel: Porque no estábamos precisamente hablando.

No sé qué pensar. Por una parte, lo sucedido en su sillón no fue charlado, ya que me tuve que retirar de forma apresurada, hecho que hace que no tenga ni idea de en qué tipo de relación estoy con él: si nos hemos reconciliado, si somos amigos que tuvieron un desliz o amigos que traspasan el límite de la amistad de vez en cuando. Tampoco sé que piensa Samuel o con que impresión se ha quedado. Quizá tiene una idea más clara sobre nosotros que yo, y estoy más segura de ello al ver una llamada entrante de su parte. Entro al baño y me encierro allí primero, para luego contestar.

—¿Hola?

—¿Cuándo puedo verte?

Se apresura a preguntar sin siquiera saludarme. Su voz denota ansiedad.

—Intentaré ir mañana, pero…

—Perfecto —exclama, interrumpiéndome.

¿Eso significa que tendré que quedarme con la intriga lo que resta de hoy y la mañana de mañana? Maldita sea. Aunque…no es que me encuentre precisamente cuerda ni preparada para una charla seria con él. La última vez estuve más torpe e irracional que una adolescente en su primera cita.

—¿Y tus dolores?

—Los ignoro.

—¿Otra vez, Samuel?

—Me dijeron que estaré así al menos una semana, así que no hay mucho que pueda hacer salvo tomar calmantes. Deja de preocuparte tanto.

Contesta bufando y escucho un ruido extraño, como si se cerrara un cajón.

—Te conozco, lamentablemente.

Vuelvo a oír el sonido.

—¿Podrías dejar tus cajones para cuando cortemos la llamada, Ferraz?

—¿Eh? ¿Qué cajones?

—Ese ruido que haces.

Se queda en silencio varios segundos y esta vez oigo un sonido más familiar del otro lado. El crujido de las almohadillas del sillón de su sala. Lo recuerdo perfectamente, ya que acabo de venir de su casa. Espera un momento. ¿Se acaba de parar recién ahora?

—May, acabo de levantarme. Siquiera tengo cajones cerca.

Un miedo repentino invade mi cuerpo y es al escuchar en mi cuarto más y más aperturas de cajones y puertas de armarios cuando definitivamente comienzo a temblar.

Ese no es Oliver. Oliver no tiene porqué tocar mis cosas, siquiera si buscara delatarme. No lo necesita.

—Ese ruido no viene de mi casa. ¿Estás bien? Tu voz suena nerviosa.

Hay alguien en mi cuarto.

—Tengo que colgar, Mía.

Me apresuro a actuar, fingiendo estar charlando con mi amiga, mientras una ola de calor me abraza, producto de la ansiedad y la desesperación. No sé qué voy a hacer.

—¿Mía?

Pregunta Samuel al otro lado de la línea, confundido.

Corto la llamada y permanezco con la espalda pegada a la pared del baño, cuya puerta sigue cerrada y solo bastaría con abrirla para ver quién es el intruso que se ha metido en mi cuarto y espiado toda la conversación.

Inspiro profundamente, guardando mi teléfono en el bolsillo trasero del pantalón y suelto todo el aire de repente, juntando un valor mínimo para salir, encontrándome con…

—¿Desde cuándo el apellido de Mía es Ferraz?

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Joven Secreto