El tono irónico de su voz y su mirada, en la cual la picardía parece ocupar el papel principal me confunden a tal punto de querer hablar, pero no lograrlo por haberme perdido entre mis pensamientos.
Ya ni sé si la poca distancia que hay entre los dos debería considerarse como ventaja o todo lo contrario.
Él, al no recibir ninguna reacción ni respuesta de mi parte, frunce el ceño, desentendido.
Samuel: ¿Te pasa algo? Parece que viste un fantasma.
Pregunta, aun sosteniéndome por los hombros.
May: No...bah, si...
Samuel (interrumpe, soltándome bruscamente): Bueno che, capaz estoy un poco despeinado pero...(gira y se mira en la cafetera enorme que refleja su rostro y comienza a tocarse el pelo perfectamente arreglado)...¿tan directa ibas a ser?
May (me muerdo el labio): ¿Tu sarcasmo no tiene frenos no?
Al escucharme, deja de mirarse y se voltea.
Samuel: ¿Sarcasmo? (Levanta las cejas). No estaba siendo sarcástico. (Me observa de una manera incomodante). Ahora, si esta obra de arte se te hace irresistible es otra cosa.
Dice señalándose a sí mismo y bufo, rodando los ojos.
May: Si, si, Don Juan, como digas. ¿Podemos hablar?
Samuel: Creí que con lo que hablamos ayer no hacía falta.
May: Justamente hace falta, porque no te entendí nada.
Samuel: Mirá, ya te dije que no voy a...
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