El Joven Secreto romance Capítulo 7

Samuel: May.

Insiste, retomando su tono preocupado.

Samuel: ¿Qué te pasa?

May: Nada.

Samuel: ¿Querés salir afuera o algo?

Me ahorro la respuesta cuando una muchacha de baja estatura se aproxima a la mesa con un pequeño anotador en mano y una bandeja negra bajo el brazo. Escucho a Samuel hablando con ella, pero no presto atención. Cuando levanto la vista y no visualizo más a la joven desconocida, supongo que él habrá pedido algo por los dos.

Samuel: Veo que se te fueron los nervios.

May: No estaba nerviosa.

Samuel (ríe): Si, claro.

Levanto las cejas.

Samuel: Cuando estás nerviosa te ponés pálida y no podés hablar.

Exclama sin mirarme, mientras toquetea los sobres de azúcar que se encuentran en un pequeño canasto de paja sobre la mesa, como si lo que dijera fuese un poema estudiado de memoria. Levanta la vista y su mirada choca con la mía, la cual en ningún momento dejó de apuntar su perfecto rostro.

Samuel: Te conozco más de lo que pensás, aunque no lo creas (dice orgulloso de sí mismo).

May: No creo en cosas absurdas.

Samuel: Yo no podría decir lo mismo después de que mandaras un guardia para echarme de tu cuarto cuando habías pasado la noche conmigo.

Comenta con total tranquilidad, sin entender que sus palabras me duelen más a mí que a él mismo.

Samuel: Y la palidez volvió.

May: Vine a explicarte eso, no me la hagas más difícil de lo que ya es.

Samuel: Si y hace media que no...

May (lo interrumpo, harta de su tono irónico): ¡Samuel!

Samuel: Está bien, te escucho. Hablá.

Trago saliva, recapitulando en mi cabeza lo ocurrido hace un par de semanas.

May: Esa mañana cuando llegué a casa me crucé con...

El hecho de finalmente haber tenido el coraje de estar frente a él, dispuesta a confesarle todo y que mi estúpido celular en ese preciso momento comience a sonar provoca que alcance el mayor grado de indignación de toda mi vida.

Opto por no prestarle atención y seguir, pero...

Samuel: ¿No vas a contestar?

May: No creo que sea importante.

Samuel: Pero podría.

"No la compliques más, idiota", digo en mi mente, pero me ahorro las palabras.

Samuel: Atendé, estoy libre hasta las 10, tengo tiempo para escucharte.

Suspiro, sacando el celular de alguna parte de la mochila y suelto un bufido al escuchar que deja de sonar cuando ya lo tengo en mis manos. Decido apagarlo y seguir con mi confesión, pero la notificación de un mensaje reciente aparece en la pantalla. Mía.

"No sé por qué se te dio por faltar justo hoy, pero Agustín se desmayó en el medio de la clase y lo tuvimos que llevar al hospital. Lo más seguro es que sea por haberse golpeado la cabeza ayer cuando Samuel lo agarró. Lo peor es que los padres viajaron a la noche después de la fiesta y no hay nadie acá. Vení cuando puedas. Yo tengo parcial en un rato".

May: Me tengo que ir.

Anuncio mientras mis dedos buscan rápidamente el número del chofer.

Samuel: ¿Qué pasó?

May: Vos pasaste.

Samuel: ¿Eh?

May: Agustín está grave.

Samuel (suelta una risita): ¿Ni una piña se bancaba?

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