El Prohibido Amor de un CEO romance Capítulo 82

La pantalla se apagó, ambas chicas se miraron.

Dániel se despidió de Emily con un rápido pero significativo beso y una mirada amorosa.

Maggie los observó a ambos.

"Y?"

Cuestiona a Maggie a Emily cuando estuvieron solas.

Emily no puede evitar que sus mejillas se calienten y sonrojen, por lo que ella aparta su mirada mientras  suspira.

"No es nada malo Emily lo que haya pasado entre ustedes."

"Se aman y mereces ser muy feliz."

"Además puedo ver cuanto se aman Dániel y tú."

"Ya pasaste por muchas experiencias malas, Emily."

"Cómo con ese bastardo, Dorian..."

Maggie susurra está última frase.

"Cuando me separé de Brian fue difícil al principio."

Comenta Maggie con voz más fuerte.

"James supo esperarme y ahora somos muy felices."

"O es que ustedes aún no..."

Emily sintió un calor inundarla, por lo que le tomó un poco de agua para calmarse.

Su amiga es más liberal que ella y no le da pena hablar de esos temas pero,  a Emily no le gusta tanto hablar de eso.

"Fue maravilloso."

Responde Emily aún apenada.

"Dániel fue tan amoroso, dulce y delicado conmigo."

Emily siente que su cuerpo se estremece cuando los recuerdos de esa maravillosa noche regresan a ella.

"Estar con Dániel es vivir en un mundo rosa y suave, cálido, romántico."

"Fue muy cuidadoso y dedicado."

Después de decir eso Emily se tapó la cara con sus manos muerta de vergüenza.

"Emily, no eres una adolescente experimentando por primera vez con un noviecito de verano."

Responde Maggie conteniendo un poco su sonrisa.

"Su relación dió un paso más, es todo y ahora se conocen mucho mejor."

Emily soltó una pequeña risa ante esa idea.

Dándole un beso a su amiga en la mejilla, se puso sus audífonos antes de tomar su pincel favorito para cargarlo de pintura y plasmar sus emociones en ese lienzo blanco.

Anoche Dániel se había encargado de disipar todas sus dudas referente a ellos dos.

Con maestría refinada le regaló una noche placentera y deliciosa, dónde ambos se habían entregado de formas delicadas profundas.

Emily había quedado, después de mucho tiempo rendida y feliz.

Esa noche fue muy diferente a las noches de sexo arrebatado, descontrolado y algunas veces violento que le había dado Edward.

En esas ocasiones ella se sometía a sus deseos.

Él controlaba todo lo que pasaba de la forma que le parecía mejor para ambos.

Ahora podía ver esa marcada diferencia.

Dániel le había hecho el amor de maneras extremadamente exquisitas.

Edward la había poseído como si ella fuera una cura para su enfermedad violenta aunque....

Ella no quería pensarlo, pero...

Tal vez, la costumbre de haber pasado muchas noches con Edward antes la habían orillado a que le gustara la forma en la que la dominaba en la cama.

Emily, sacudió la cabeza para reaccionar y volvió su atención al lienzo en blanco para definir que le iba a pintar a Dániel.

Sería un regalo para él por haberle devuelto el amor a la vida y por amarla tanto.

Dentro de la prisión, Edward camina por el pasillo lúgubre que tiene pequeñas celdas con prisioneros dentro.

Algunos de ellos eran ladrones de cuello blanco, defraudadores, pederastas, políticos enjuiciados, estafadores y otros eran inocentes.

Su celda era la última.

Su abuela había movido algunas de sus influencias para que varios guardias de seguridad lo custodiaran día y noches.

Además de que contaría con ciertos lujos.

Algunos de ellos eran privacidad, una mejor cama, buena comida, pesas para hacer ejercicio, sillones y un celular pre aprobado para que pudiera comunicarse con ellas y hacer algo de negocios.

La abuela sabe que su nieto no podría quedarse sin hacer nada.

Y este es un castigo necesario por su tontería de quedarse con esa estúpida bruja de Lucy.

Si se hubiera quedado con Emily nada de eso le habría pasado.

Pues si se hubiera casado con la niña, Edward habría podido reparar el daño que le ocasionó aquella noche.

Y no el tiempo, se habrían reconociendo como la pareja destinada para estar juntos, pues Emily en verdad logra sacar la mejor versión de Edward.

Pero no.

Él había hecho todo mal desde el principio, por eso es que la abuela Situ aceptaba que fuera a la cárcel como un buen escarmiento para su tonto nieto.

Encerrado ese primer día en su celda, Edward se recostó en su cama y durmió tranquilo por primera vez sin quejas ni reclamos de Lucy.

En su ausencia, Elizabeth había quedado a cargo de visitar a diario Golden Osmanthus para verificar que limpiaran el departamento y todo estuviera en orden.

Además de que no faltara nada.

Elizabeth trataba de esperar a que Lucy saliera de Golden Osmanthus, porque no quería encontrarsela de frente o en el ascensor.

Algo en Lucy no le gustaba para nada a la hermana adoptiva de Edward.

Es como si antes la hubiera conocido y se cayeran mal, pero no recordaba dónde antes de que su hermano la llevará por primera vez a casa de la abuela.

Elizabeth puede ver Lucy es más falsa e hipócrita que la finada Shirley.

El ascensor llegó a la planta baja y de el salió el hombre que la había molestado un día antes.

Fingiendo que no lo veía, Elizabeth entró al ascensor y oprimió el botón de su piso.

El hombre iba a bajar pero al verla se quedó dentro.

Él la miraba sin reparo.

"Porque me estás viendo, acosador?"

Lo increpó Elizabeth.

"Sabes, no te tengo miedo, se defenderme así que alejate de mi pervertido."

Elizabeth se pegó lo más posible al otro lado del ascensor.

Cuando el ascensor se detuvo en una planta intermedia, la puerta de abrió una chica entró y Elizabeth salió del ascensor dispuesta a no pasar ni un segundo más con ese tipo tan molesto.

Subió por las escaleras aliviada de que solo le faltaba un piso que subir, pero cuando la niña llegó al departamento de su hermano, el hombre ya la esperaba ahí.

Ella comenzó a molestarse más pero se obligó a ignorarlo y no provocarlo.

Ella estaba sola ahí.

Su hermano no estaba y por más buena que fuera en judo, el hombre se veía más fuerte que ella.

Con una llave abrió rápidamente la puerta y la cerró con seguro.

"Vendré con guardaespaldas a partir de mañana."

Pensó Elizabeth un poco asustada.

Al darse cue ya de que aún estaban haciendo la limpieza las chicas, Elizabeth salió al balcón para distraerse.

La niña piensa en todo y nada ala vez.

Su padre habia desaparecido pero todavía quiere vengarse de él por casi matar a Edward.

Aburrida, Elizabeth decidió marcharse a la villa desu abuela.

De nueva cuenta en el ascensor estaba ese hombre.

Ahora si tuvo ella sintio un poco  de miedo.

Elizabeth se dió la vuelta y rápido marcó el número de su chofer para que fuera por ella.

La niña baja las escaleras corriendo, pero cuando por fin veía la puerta para salir del edificio, se estrelló con alguien.

Casi se cae al suelo del golpe pero el hombre con destreza la sostuvo en sus brazos.

Cuando ella reaccionó lo vió y grito.

"Suéltame, ayuda!"

"Déjame en paz!"

El hombre la puso en el suelo con cuidado y antes de que ella volviera a gritar le dijo con calma.

"Tranquila, disculpame, parece que nos encontramos mucho hoy."

"Me estás siguiendo!"

Replico Elizabeth con miedo.

El hombre responde...

"No, de verdad que han sido coincidencias."

"Coincidencias hermosas, por cierto."

El hombre mira sin reparo a la bella y vulnerable niña en el suelo.

"No te creo nada, aléjate."

Elizabeth caminó hasta su chofer para irse pero el hombre, alcanzandola le rogó.

"Quiero disculparme por golpearte sin querer."

"Por favor déjame invitarte un café."

Elizabeth fulmina con la mirada la hombre quien sonríe de forma confiada.

La chica, sin decir una sola palabra se dirigió hacia su chofer para sentirse protegida, pero antes de irse, comentó hacia el molesto hombre.

"No me vuelvas a hablar, bastardo."

El hombre observa cuando ella se marcha.

Carl sufre los estragos por el encarcelamiento de Edward.

Sin su primo, algunos de los inversores que eran amigos de Edward, habían retirado, llevándose su dinero y su gente.

Muchos proyectos se habían detenido o cancelado y eso puso de de muy mal humor a Carl.

Él de verdad pensó que la empresa seguiría igual sin Edward.

Pero no contaba con que muchos de los socios Edward los había conseguido en fiestas, parrandas y favores especiales.

Por ese motivo, esos socios se habían retirado.

Incluso varias empresas pequeñas como la de Ryan y una empresa nueva habían comenzado a llevarse muchos de sus talentos.

La situación en la empresa de diseño no es diferente.

Esa situación complicada, tenía mortalmente preocupado a Carl día y noche.

Él, en verdad, quiere rendirse y escapar hacía otro lugar,  pero su ambición es más fuerte.

Además, Carl quiere que las empresas Situ y las demás estén a su nombre.

La abuela Situ se había empeñado en asistir todos los días a la empresa para revisar cuentas.

Carl se estaba hartando de tener que darselas.

El hombre debe hacer algo rápido ahora que Edward esta en la cárcel y no puede intervenir en sus acciones.

Lucy copia números de cuentas secretos de Carl con discreción para tener un respaldo económico por si él se atreve a traicionarla.

Ella debe estar preparada para todo.

En el hospital, Teresse había despertado, por lo que Tommy se pasaba todas las horas con ella.

Le daba de comer, la acomodaba en la incómoda cama de hospital.

Le daba agua y le limpiaba su carita y manos.

Tommy cepillaba su cabello cuando Teresse preguntó.

"Porque haces esto, Tommy?"

"Porque te preocupas por mi?"

"No soy ella."

La chica emite estas palabras con dolor.

"Así que vete, déjame sola."

"No te necesito."

Teresse apartó con debilidad las manos de Tommy de su cabello y cerró los ojos para no verlo más.

"Muñeca..."

"Se que no eres ella y agradezco por eso."

Responde Tommy con calma.

"Tenía tanto miedo de perderte en ese momento."

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