El Prohibido Amor de un CEO romance Capítulo 84

Concentrada, Emily buscaba en libros y en internet, recetas antiguas, raras, remedios...

Mezclaba una y otra vez, removía hierbas, tomaba tiempos de cocción, decantación, mezclas de las mejores hierbas.

No era difícil lo que hacía pero si le llevaba tiempo, dedicación y cuidado.

James la observaba y se sorprendía.

Él jamás pudo aprender a hacer eso pues la vena curativa de los Baek pasaba más fuerte a las mujeres.

Emily era hija y nieta de las más sabias mujeres de la familia Baek.

Sudando y algo agotada Emily acabó la primera tanda de infusiones curativas y regenerativas para Edward.

Unas más para calmar el dolor y desinflamar sus riñones.

Varias más para sus pulmones y combatir el EPOC*.

Escuchaba de fondo una y otra vez su canción para que esa sensación de amor y gozo la imprimía en sus infusiones.

Cuando Emily acabó se cambió de ropa y junto con James regresaron al hospital.

Dentro de la habitación de hospital de Edward, los médicos querían hacerle lo más rápido posible quimioterapia y radioterapia para combatir el agresivo cáncer, pero la abuela había negado el permiso.

La abuela solo les permitió a los doctores que le dieran medicamentos novedosos vía intravenosa para frenar el cáncer.

Los demás sueros tenían medicamentos desinflamatorios, analgésicos, vitaminas...

Emily esperó con calma a qué todos el personal médico se retira de la habitación.

Se lavó las manos para comenzar a darle a Edward las infusiones que había preparado.

La abuela y James le ayudaron a poner todo lo que traía en una mesa antes de dejaron solos.

Emily sacó un gotero grande y primero lo esterilizó.

Tomó un poco de un líquido ámbar y con delicadeza lo acercó a los labios de Edward.

Abrió con sus dedos un poco sus labios para que, gota a gota cayera el líquido en su garganta.

Con un trapo limpio, humedeció sus labios con el mismo líquido.

Esta sencilla tarea de darle apenas poco menos de medio litro de líquido le tomó cerca de dos horas enteras.

Cuando terminó, Emily salió de la habitación para pedirle a James que le calentará un poco el líquido que traía en las manos.

"Solo treinta segundos por favor."

Pidió ella antes de regresar dentro.

La niña tomó otra toalla limpia para humedecerla con agua tibia y jabón para limpiarle amorosamente la cara y manos a Edward.

Emily notó que Edward se siente un poco más tibio, además que ya no frunce el ceño.

"Te pondrás bien y regresarás a ser tu."

"Te sanaré, ya lo verás."

"Comenzaremos de cero y tal vez podamos ser amigos..."

Susurra Emily en el oído de Edward quien emitió un quejido levemente.

James entró en la habitación, le dió el frasco tibio con el líquido tibio s la niña y volvió a salir para dejarlos solos.

James regresó a dónde está la abuela para preguntarle.

"Ella es buena, pero será suficiente?"

"Porque no quieres que le den quimioterapias?"

La abuela le dió unas palmaditas en la mano antes de decir.

"Confía en ella."

"La magia de su madre y abuela corre por su cuerpo, ella lo curará."

"Vamos, quiero ir a casa a ver a Elizabeth."

James ayudó a la abuela a salir del hospital, pues solo ella y Tim regresarían a la villa.

La abuela sabe que en casa debía estar Henry y no quería interrumpirlos.

Cada vez que ese chico iba a ver a su nieta, un brillo especial irradiaba en ella.

La abuela Situ los habia observado detenidamente y pudo notar la química tan fuerte entre ambos.

Como si por fin, después de mucho tiempo, se hubieran encontrado.

James regresó al estudio con Maggie y le pidió que se recostara con él para descansar.

Pero primero se tomaron el té que Emily había dejado preparado para tener más sueños de su niñez feliz.

Emily en el hospital, atende con dedicación y esmero a Edward.

Cada ciertos minutos cambia la posición del hombre, ya sea de alguna mano o brazo y le da masaje en las piernas para que no se le entumieran.

Le humedecía los labios de infusión y  alternaba dosis de té regenerador y té analgésico.

Los médicos no estan para nada felices, pero acataban la orden de la abuela Aline Situ y nadie la contradecía.

Gota a gota el líquido se quedaba en el cuerpo de Edward, gota a gota cuidadosamente administrada, Emily le daba alivio.

Cuando terminaba, Emily le acariciaba su barba crecida...

Se veía bien de barba pero lo prefería rasurado.

Limpió con una toalla seca los restos del té de labios de Edward.

Emily le dió un beso en la frente, después en una de sus mejillas, en su nariz perfecta, en su barba crecida que hacía cosquillas.

Solo tres meses en la cárcel y la salud de Edward se había agravado así...

Emily se sintió culpable, por lo que decidió ser la enfermera de Edward día y noche hasta que se recuperara.

La niña se levantó de la silla y se estiró.

Ella salió al pasillo un momento para  revisar su celular.

Ni una llamada regresada, ni mensajes respondidos por parte de Dániel.

Emily estaba muy preocupada por él pero no sabía que hacer más.

Ni Paul, ni Tommy respondían tampoco sus celulares y no tenía el número del celular de Teresse.

Emily suspiró derrotada antes de regresar a la habitación de Edward.

Acomodó sus frascos y mirando la hora volvió a dedicarse en darle gotitas de infusiones.

Lucy ni siquiera sabía que Edward estaba en el hospital y aunque lo hubiera sabido estaba muy atareada en su empresa.

La chica subió a su auto y se sorprendió al ver a un hombre con una máscara sentado frente al volante.

Ella gritó y trató de abrir la puerta pero el hombre solo hizo que un polvo volará a su nariz antes de que Lucy se desmayara.

El auto avanzó con elegancia hacia la villa lujosa a orillas de un bosque.

La seguridad era impresionante y para cuando Lucy despertó se encontró sentada en una silla, en una habitación rara pero lujosa.

El mismo hombre con la máscara cubriéndole su rostro estaba frente a ella sosteniendo su dije en la mano.

"Oye devuélveme eso, es mío."

Lucy demanda levantando con torpeza la cabeza.

"Es tuyo?"

Cuestiona el hombre con voz sumamente grave.

Ella se sorprendió al escucharla.

"Si es mío, devuelvemelo."

"Por cierto porque me trajiste aquí?"

"Que quieres?"

Preguntó arrogante como siempre Lucy.

El hombre se levantó antes de decir.

"Este es mío, tu tienes el tuyo contigo."

Lucy se tocó el cuello y en efecto el collar con el dije estaba ahí con ella.

Entonces habían dos dijes como el que ella tenía?

"Cómo conseguiste ese dije?"

El hombre habló mientras se levantaba y metía las manos en los bolsillos de su pantalón.

Lucy no sabía quién era ese hombre o que intenciones tenía y por eso no quería contestar.

"Quítate la máscara y te diré lo que quieras."

Responde ella incorporándose para ponerse en defensa contra él.

El hombre se alejó,  suspirando habló.

"No puedo aún revelarte mi rostro..."

"Pero tú y yo tenemos estos dijes por una razón."

"Antes, debo saber..."

"Cómo lo conseguiste?"

Lucy vió la puerta y se dirigió a ella.

La abrió y se sorprendió porque ningún hombre la detuvo para que no se marchara.

Su auto y chófer estaban ahí.

Les abrieron la puerta para que salieran.

Lucy salió de esa casa y cuando volteó a verla parecía que había desaparecido por completo...

"Vámonos rápido, no se que fue eso."

Pide ella con miedo mientras aprieta con su mano el asiento del auto.

En la casa, el hombre suspiró y pensó.

"Tal vez no lo recuerda aún pero tiene el dije."

"Aunque aún debo estar cien porciento seguro..."

Carl en la empresa destruía todo en su oficina pues la empresa presentaba perdidas millonarias al no tener más proyectos ni inversores.

"Maldición!"

"Maldito Edward!"

"Me jode la vida de todos los modos posibles!"

Lucy entró en ese momento y trató de abrazarlo.

"Déjame ramera barata!"

"Regresa por dónde veniste y no me vuelvas a tocar con tus sucias manos!"

Gritó Carl enojado por todo.

Más por la desesperación ya que no le estaba yendo como él había planeado y quería abandonar la empresa lo antes posible.

Antes de que se fuera a la quiebra.

Tomando fuerzas Lucy le dió una bofetada tan fuerte porque Carl ya no se preocupaba por ella para nada.

Ella no iba a permitir que la insultara.

"Cabrón bastardo!"

"Eres peor que tu primo!"

"Pensé que serías mejor que Edward y resultaste ser más débil que él!"

"Todo el mundo tiene razón, no le llegas ni a los talones en los negocios ni en la cama!"

"No vales nada!"

Carl la escuchó.

Enardecido, le dió un golpe tan fuerte a Lucy con el dorso de la mano que la hizo dar una vuelta y golpearse contra la pared.

Carl la agarró del cabello y la levantó para estrellarla contra la pared y comenzar a ahorcarla.

"Repite eso maldita puta!"

"Tu eres la que no vale nada!"

"Maldita vendida desleal!"

"Te acostarías con cualquier hombre que te prometiera lujos y dinero!"

"No eres más una puta cara, pero después te conviertes en una puta barata en la cama."

Sintiendo que casi la mataba, Lucy sacó fuerzas de flaqueza.

Dandole una patada en su parte noble, Carl se agachó de dolor.

Después, lo pateó en la cara y salió llorando y tosiendo de su oficina.

En el ascensor trataba de respirar con calma y recomponerse, pero las escenas apenas vividas la arrasaron.

Ahora solo contaba con que Edward cumpliera su promesa de casarse con ella y huir de ese lugar.

Lucy nunca más quería ver a Carl.

El hombre de la máscara la esperaba afuera y ella trató de correr pero él la detuvo.

Tomándola con cuidado en brazos le dijo.

"No te haré daño."

"Te he buscado por mucho tiempo y..."

Alrededor de su cuello se observaban marcas rojas de dedos.

"Que te pasó?"

"Quién te hizo eso?"

Cuestionó el hombre con evidente enfado.

"Nada me pasó, déjame, no se quién eres o que quieres..."

Responde Lucy tratando de que la soltara.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Prohibido Amor de un CEO