El Prohibido Amor de un CEO romance Capítulo 101

"Porque no puedo comprarla?"

Pregunta cada vez más irritado Edward frente a la responsable de la galería de arte.

"Creo que estoy pagando un precio más elevado por esa pintura, así que quiero comprarla."

La cara de Edward revela una evidente furia.

Toda su actitud evidencia una clara tensión asesina.

La responsable de la galería de arte le explica, de la forma más atenta y paciente, por décima ocasión, que es una instrucción específica de la artista y que ella, no podía hacer más.

Sintiéndose insultado, Edward sale hecho una furia de ese lugar al no haber podido llevar a su nueva casa esa pintura en específico...

O ninguna otra.

Cuando Edward había entrado a la nueva galería de arte, para decorar él mismo las paredes de su casa, se había sentido terriblemente atraído por esa pintura.

Algo le decía a Edward que Emily la había pintado y la quería en su nuevo estudio y oficina privada.

Las dos formas a blanco y negro, como si fueran humo intrincado, persiguiendose pero sin poder tocarse en ese lienzo blanco lo cautivó desde que puso sus ojos sobre la pintura.

Pero Edward no entiende cuál es el porque la pintora no le permite comprar alguna de sus obras.

Habia intentado todo en las subastas, incluso comprar sus pinturas por medio de intermediarios.

Y sin embargo le habían negado la compra rotundamente.

Ese día específico era el tan temido tercer aniversario de aquel día en que, enloquecido por la ira, le había arrebatado, a la mala su virginidad a su amada Emily.

Edward no había dejado de buscarla.

No había día que Edward no siguiera pistas, las cuales muchas veces eran falsas.

Ni un solo día desde que Emily había saltado de ese acantilado al mar, el hombre había dejado de pagar a sus hombres del bajo mundo para que le consiguieran alguna información valiosa...

Pero todo había sido en vano en esos duros tres años sin ella.

Sin su hermosa sonrisa y su ojos brillantes.

Sin su modo de sacarlo de sus casillas y su mirada que le daba cuando a veces lo desafiaba...

Pero lo que más extrañaba Edward era tenerla entre sus brazos.

Deslizar sus manos por el cuerpo suave de la niña y poseerla toda ella.

Mente y cuerpo.

Y ese día, el tercer aniversario, es el día en el que más se deprimía Edward, por eso lo pasaba solo y no iba a trabajar.

Era como una especie de duelo para su alma y corazón.

Hacía seis meses había vendido al mejor postor su piso entero en Golden Osmanthus.

No quería regresar a ese departamento donde en cada esquina veía y sentía la presencia de Emily.

Mucho menos Edward quería dormir en esa cama donde una vez, loco de celos, le había inyectado el suero de la verdad estando ella desnuda...

Humillando a Emily.

Para su sorpresa, Edward había encontrado una villa hermosa, agradable y bastante de su agrado cerca de su empresa.

Edward había comenzado, sin ayuda de nadie a comprar muebles y piezas decorativas.

Esa mañana, después de salir vestido con ropa informal de su villa conduciendo su jaguar negro, en el camino encontró a un camión descompuesto, provocando un bloqueo vial.

En el auto oscuro al lado del auto de Edward se escuchaba a todo volumen canciones del grupo de Red Velvet, el favorito de Emily.

Pero cuando llegaron a la canción "In&Out", la repitieron una y otra vez.

Cuando, por fin el camión fue retirado de la vía, el auto de donde salía la música avanzó, pero la ventanilla del conductor reveló que era manejado por una bella mujer.

Con cabello largo, brillante y rubio, enormes lentes oscuros y un cubrebocas negro con un pequeño símbolo cubriendo por completo el rostro de la mujer, Edward no pudo distinguir a la mujer del auto.

Eso habia sucedido antes de ir a la galería con el mal resultado.

Ahora, Edward se dirige al hotel para revisar que todo marche bien con sus preparativos para esa noche.

La peor noche de todo el año.

Sin embargo, cuando Edward llegó al hotel, descubrió que esa habitación especifica había sido reservado con meses de anticipación.

"Esa habitación la reservo todo los años!"

La recepcionista escucha con miedo los gritos de Edward.

El gerente llegó para razonar con él.

Edward es un cliente VIP que todos los años reserva esa habitación, pero una pareja había pagado por ella.

"Una pareja?"

"Cómo son ellos?"

Vocifera Edward en el lobby del hotel, sin importarle los demás huéspedes.

"Lo siento mucho Señor Situ, pero ellos reservaron con seis meses de anticipación."

"No puedo darle información de nuestros huéspedes."

Indica el gerente.

"Pero podemos darle la suite presidencial que acabamos de renovar con un diseñador muy..."

Edward estampa sus puños en el mostrador de la recepción antes de gritar.

"No quiero otra habitación!"

"Quiero esa habitación en particular!"

"Está noche regresaré y quiero que esté desocupada y limpia para usarla!"

"Si no está disponible y con mis requerimientos, me encargaré de que ningún cliente VIP vuelva a hospedarse aquí en muchos años!"

Amenaza Edward antes de salir del hotel.

En el momento en que el valet parking le entrega su auto a Edward, una pareja entra al hotel.

De espaldas, la chica tiene la misma conexión y cabello de Emily.

Edward los vió por el retrovisor.

A él le parecía conocido el chico...

Pero él no pudo recordar donde lo había visto.

Edward regresó súper enojado a su villa para prepararse para esa noche.

Era su noche para recordar a Emily.

Y nadie lo iba a arruinar.

Lorelay entró a la galería de arte y Cassandra, la responsable de aquella galería le informó el numerito que Edward había montado.

Lorelay sonrió de lado antes de mirarse al espejo para verificar que su maquillaje y aspecto seguía siendo impecable.

"Esa pintura será parte de mi colección personal."

"Se exhibirá aquí dos años y después ya veremos qué sucede."

Cassandra asintio mientras retira el anuncio de "Obra Disponible" por "Vendida."

Lorelay acomoda su flequillo y revisa sus lentes de contacto de color verde.

Observa su estilizada figura ataviada con el mejor diseño de moda que ella habia confeccionado.

Los zapatos de tacón altos, hacen ver más delgada y alta a Lorelay, por lo que la gente la mira al pasar, pero no la reconocen

"Lista?"

Cuestiona Dániel quien la espera para ir al hotel.

"Déjame manejar Dániel."

"Amo el poder y velocidad de este auto."

Pide Lorelay.

Dániel cede las llaves del auto.

"Está bien."

"Él ya sabe de tu arreglo y no está contento."

"Se fue enfurecido del hotel."

Lorelay sonrie orgullosa.

"Lo sé, yo lo ví también."

"Está noche irás a cenar con Johana?"

A Dániel se le iluminaron los ojos al oír el nombre de su amada y sus planes para esa noche.

"Así es Lorelay."

"Ambos te agradecemos por la reservación en ese restaurante tan exclusivo."

Dániel repasa en su mente todo lo que tiene planeado para esa noche.

"Recuerda que deben verte para que los paparazzis tomen muchas fotos."

Lorelay ajusta el asiento y los espejos del auto mientras habla antes de ponerse en marcha.

"Lo sabemos ambos Lorelay."

"Seremos los novios más románticos que jamás hayan visto esos paparazzi que te persiguen."

Dániel responde.

"De acuerdo, ahora vayamos a visitar a alguien antes de prepararme para recibir a mi invitado de honor."

Los dos llegaron al lugrubre lugar donde ya la espera su contacto.

"Señorita Lorelay, puede entrar y gracias por el remedio."

Comenta el hombre.

"Ha sido muy efectivo."

El director de la prisión dónde se encuentra recluida Lucy conduce a Lorelay hasta donde esta la prisionera.

No queda rastro de esa mujer altiva, guapa, orgullosa y mala que fue Lucy en antaño.

Pálida, extremadamente delgada, sin cabello y sin dientes, Lucy se ve muy mal.

Cuando la prisionera escucha que abren su puerta, ella dirige su mirada hacía la puerta.

Entonces ella la vió.

"Siempre te reconocería debajo de cualquier disfraz."

"Sabes porque?"

Habla Lucy con voz horrible.

"Porque sueño con matarte a diario."

"Sueño que tengo tu vida y todo lo que injustamente tienes."

"Ellos dos debieron ser míos!"

"Yo debí haber sido asquerosamente rica y feliz!"

"Pero ahora estoy aquí y tú..."

Lorelay caminó con resolución hasta llegar a Lucy quien grita.

Portando una daga pequeña muy afilada, Lorelay la clava en el corazón de Lucy.

Tal vez si ella hubiera mostrado algo de culpa y remordimiento...

Pero no.

Había sido todo lo contrario.

"Corto en esta vida, cualquier relación contigo de raíz para que en la próxima no volvamos a encontrarnos."

"Ahora vete a la mierda y regresa al infierno dónde tú alma podrida se retorcera de dolor."

Los ojos de Lucy observan con incredulidad a la chica pues jamás había la escuchado decir cosas tan malas.

"Durante muchas vidas fuiste mi verdugo."

"Fuiste mi azote y ahora no serás más que un recuerdo innecesario e insignificante."

Lucy agarró la mano de la chica que le estruja el cuchillo en el corazón antes de exhalar su último aliento.

Lucy agoniza mirando como ella ahora es tan hermosa, brillante y mala.

Eso le dolió más a Lucy que el arma que hacia que su corazón deje de latir lentamente...

Cuando Lucy dejo de moverse Lorelay retiró su mano.

Ella le dió una patada mandandola al otro lado de la celda diminuta e inmunda.

Lorelay se limpia las manos con unas toallitas antibacteriales antes de dirigirse al director de la cárcel.

"Lo siento, quise controlarme pero no pude."

Se excusa la hermosa chica.

"Señorita Baek, aquí no ha pasado nada."

"Mi madre le agradece su remedio y yo igual."

Indica el Director.

"Por favor, la esperamos a cenar en casa algún día."

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