El santo millonario romance Capítulo 15

Donovan Bristol

Creo que venir a visitar a mi madre ha sido el peor error de todos, no logro entender el momento en que cambio. Antes cuando era más pequeño siempre fue una mujer atenta, despreocupada y nunca le importo el qué dirán las personas de ella, pero claro todo esto fue hace tiempo cuando mi padre todavía no debutaba como un exitoso empresario, cosa que sucedió de la noche a la mañana y hasta se escuchó en boca de personas cizañosa que estaba involucrado en la mafia, no pude evitar creerlo cuando sucedieron cosas extraña en nuestro entorno.

Suspiro tratando de alejar esos pensamientos y seguir conservando la buena imagen que fue y que seguirá siendo mi padre en mi vida, se dedicó a que sea siempre el mejor en todo lo que me disponía a hacer y creo que esa fue una de las cosas que cambiaron a mi madre, ya que igual se disponía en ser la más fina y elegante en todas las reuniones, eventos y muchos piensan que el dinero no te cambia pero tarde o temprano terminas cagado en la arrogancia y queriendo más de todo.

El dinero te da la felicidad eso está claro, ya que es mejor llorar en París, Londres, Dubái u otro lugar de riquezas abundantes que en las calles marginales de cualquier pueblo de mala muerte, pero esto siempre tendrá un costo y es ver sufrir a tus colegas que quedan en el olvido, ya que con una fortuna llegaran personas nuevas que estarán a tu altura.

Ese no fue mi caso, ya que toda la vida he tenido a Alexandro, estudiamos en el mismo instituto privado y fuimos a la misma universidad, es una amistad que nos hace más que amigos y se lo agradezco porque de lo contrario no tendría a nadie, nunca se lo digo pero es lo mejor que tengo en esta vida tan negra que llevo con toda las cargas del pasado.

Elevo mi mirada hasta el cielo repleto de estrella mientras que la brisa refresca mi mente alejando todo los malos pensamientos, ya que no quiero incomodar a nadie con mi mal de humor baje a la playa porque esto es algo que me trae tranquilidad el poder escuchar las olas del mar.

—Es hermoso, —no me había dado cuenta en el momento que Dayana llego hasta mi lado.

—Pensé que estaba durmiendo, —trato de no ser formal.

—Estaba preocupada.

Frunzo el ceño y la miro.

—¿Sucede algo? —cuestiono pensando en que tal vez su madre le ha llamado.

—Eso te pregunto yo a ti, sé que no estas cómodo estando aquí, pero si quieres hablarlo con alguien…

—Lo tendré en cuenta… gracias, —murmuro intentando darle una sonrisa que más bien es una mueca, Dayana asiente y se queda callada a mi lado mirando el mar.

A veces me siento culpable por meter a esta chica en mi mundo oscuro, pero tratare de que no sea perjudicada y que saque el mejor provecho de todo esto. Su madre está bajo lo cuidado de una de las mejores especialista oncológica del país y sé que esa ya es una preocupación menor para ella.

—Esta algo acalorada la noche, —se pone de pie y comienza a quitarse su ropa.

—¿Piensas entrar desnuda al mar? —cuestiono alarmado, me mira.

—Nadie vendrá a las una de la madrugada aquí ¿O sí? —se desnuda y no puedo evitar mirar a otro lado, no entiendo a esta mujer sin pudor alguno.

Escucho su risa y luego se aleja hasta estar dentro del agua.

—Dayana algo podría morderla o imagine que venga un tiburón, —regaño poniéndome de pie.

—Los tiburones no vienen a la orilla, no sea aburrido y hágame compañía, —sugiere.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho y frunzo mi ceño pensando si será correcto entrar a allí.

»No debe estar pensándolo todo… solo diviértase.

Llevo mi mano hasta mi camiseta y me deshago de ella para luego quitar mi zapatos, pantalón y por ultimo algo inseguro mi bóxer, camino hacia el mar hasta que mi desnude es cubierta por el agua cálida.

»Ve, no fue algo tan difícil después de todo, —niego con una sonrisa que se borra en el momento que me chapotea con agua.

—No debiste hacer eso, —sonrió e iniciamos una guerra y por primera vez me divierto olvidando por momento los problemas que rodean mi vida, Dayana se divierte bastante y hasta parece ser literalmente una niña en el cuerpo de una mujer. Cuando la escucho estornudar me detengo. —Creo que es momento de regresar, —comento y asiente de acuerdo con mis palabras.

Para evitar ver su desnudez salgo primero para colocarme el pantalón.

—¿Me presta tu camisa? —asiento y se la entrego, se la coloca y esta cubre hasta sus rodillas porque soy bastante alto, recoge su ropa y empezamos una caminata en silencio hacia la mansión donde justo en la entrada se encuentra Gabriel con dos chicas a su lado, se nota que esta algo alcoholizado.

—Hermanito, —hago una mueca de solo escucharlo decir esas palabras.

—No somos nada. —Paso por su lado y se atreve a estirar su mano para intentar tocar las nalgas de Dayana, pero soy más rápido y lo evito dejando ir un puñetazo a su rostro. —¡Imbécil! —grito tomando su camisa para sacudirlo—. Vuelves a intentar algo como eso y te dejare sin dientes ¿entendiste?

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