El santo millonario romance Capítulo 30

Donovan Bristol

La noche apenas acaba de iniciar, no voy a negar que estoy tenso y no me agrada en lo absoluto la idea de relacionarme de manera sexual con otra persona que acabo de conocer, Dayana se muestra relajada mientras toma su segundo Cosmopolitan y yo un segundo vaso de whisky a la roca.

—Relájate, —toca mi pierna que muevo de manera impaciente.

Suspiro.

» ¿Recuerdas que Eric no dejaba que nadie bese a Judith, ni tocaran sus pechos? —Cuestiona y asiento—. Esta noche nadie puede besarte, —me mira con calma.

—¿Por qué?

—Porque esto es sexo con una desconocida, —murmura—. Y puedes cubrir tu polla y cuidarla, pero no existe forma de proteger tu boca, —asiento—. Además me gustaría tener solo yo el privilegio de sus besos, señor Bristol, —esto último lo dice en mi oreja para luego besar mi mejilla.

Después de otro vaso de whisky, Dayana se pone en marcha enviándole una bebida a la mujer del cabello rojo y luego la invita a nuestra mesa se presenta hablando un perfecto inglés.

—Entonces Amelia ¿Qué buscas por aquí? —cuestiona la rubia mientras su mano envuelve la mía.

—Nada nuevo. Diversión quizás, —coquetea y sin descaro me mira para guiñarme un ojo. —¿Y ustedes?

—Lo mismo, —nos quedamos hablando cosas sin sentido y compartiendo bebidas hasta que el alcohol comienza a hacer su efecto en mi sistema. —Bailemos, —caminamos hacia la pista y quedo en medio de las dos mujeres.

Bailamos una pegadiza música que provoca que nos frotemos, Dayana me gira hacia la chica que se voltea para frotarse contra mí. Por instinto y por el alcohol coloco mi mano en sus caderas mientras me muevo a su ritmo, recibo un beso en mi cuello y giro mi rostro hasta la rubia que me besa calentado mi cuerpo.

Poco a poco el calor aumenta entre nosotros y debemos volver a nuestra mesa para tomarnos nuestras bebidas, Dayana le dice algo a la a Amelia y esta asiente eufórica.

—¿Qué sucede? —cuestiono cuando se ponen de pie.

—Vamos a un lugar más privado, —bebo mi trago y las sigo, tal parece que este lugar es un bar hotel.

Entramos en una habitación y las luces se encienden, Dayana me hace sentar en un sillón mientras sube ahorcajadas sobre mí. Nos besamos por varios minutos y luego se baja para observar a Amelia.

—No puedes besarlo, —le dice y esta asiente, camina hasta mí y se arrodilla por lo que separo más las piernas. Su mano va hasta mi pantalón y la ayudo a bajarlo junto a mi bóxer.

Observo a Dayana que camina hasta el brazo del mueble y se sienta allí a mi lado, Amelia toma mi pene y lo acaricia, pero la tensión que tengo no me excita en lo absoluto. La rubia parece notarlo y entonces me besa, muerde mi labio inferior y jadeo, su mano baja hasta mi miembro y me hace poner duro enseguida.

La húmeda lengua de la pelirroja se pasea por mi glande mientras la de Dayana hace una guerra con la mía en mi boca, me aventuro a llevar mi mano hasta la cabellera de Amelia para que aumente la velocidad, gimo sobre los labios de la rubia.

La condenada mujer que me invita a pecar me hace masturbarla al llevar mi mano a su coño carente de ropa interior. Puedo comprobar lo húmeda que se encuentra y mis deseos de follarla se incrementan, elevo mi cadera follando la boca de Amelia y me siento como un Dios en medio de una ofrenda.

—Vamos a la cama, —propone Dayana y la mujer con una sonora succión deja mi polla mojada por su saliva, muerde su labio inferior y antes de ir al camarote terminamos de sacarnos la ropa.

Dayana se recuesta boca arriba y Amelia se coloca en medio de sus piernas para degustar su sexo. La imagen que brindan es placentera en todos los sentidos del mundo, me pongo por primera vez un condón y me coloco detrás de la chica invitada a esta placentera experiencia.

Sabiendo lo que voy hacer empina su trasero esperando ser penetrada y no lo dudo al hacerlo escuchando el gemido que sale de su boca, me muevo con rapidez y me estrello una y otra vez contra su culo. Los gemidos inundan la habitación y mi mirada se entrelaza con la de la rubia que disfruta el oral que le hace Amelia.

Escucho a Amelia gemir con fuerza al momento de correrse, me muevo despacio y salgo de ella, no quiero llegar ahora y menos con ella, se hecha a un lado y quito el condón, Dayana se acerca a mí y me hace sentar en la cama. Nos besamos y tomó mi miembro para fundirme en su caliente sexo, se mueve con firmeza y puedo notar que está casi al alcanzar su orgasmo, me giro dejándola debajo de mi cuerpo para llevar el ritmo.

Gemimos juntos y llegamos a nuestro clímax, me corro en su interior y no puedo evitar besarla mientras lo hago, me muevo despacio y permanezco duro, es como si una descarga de adrenalina corriera por mi torrente sanguíneo en estos momentos.

La embisto y gime, sé que esta sensible por el orgasmo y olvido que tenemos compañía. Sigo moviéndome dentro de la húmeda hasta que Dayana no aguanta y se corre siento ese calor bañarme, creo que ha tenido un squirt.

—¿Estas bien? —cuestiono al verla con sus ojos cerrados.

—¿Dónde aprendiste eso? —es lo único que sale de su boca.

—Te observo y se dónde debo tocar para hacerte reaccionar, pero nunca pensé que ibas a tener un squirt, —murmuro.

—Me sorprende, —me dice con una sonrisa para besar mi boca.

—Me debo retirar, —comenta algo incómoda Amelia.

—Fue un gusto conocerte Amelia, —asiente y se viste para dejarnos solos.

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