El santo millonario romance Capítulo 6

Dayana Berlusconi

Observo a mi madre salir de su cuarta quimio, me acerco a ella y la ayudo a llegar a la silla más cercana para que descanse un poco. Hace cuatro meses le diagnosticaron leucemia mieloides aguda, fue algo muy chocante para nosotras dos y desde entonces utilizo ahorros que teníamos y la pensión de mi padre para su tratamiento, pero como todo recurso este siempre se termina acabando.

—¿Está bien? —Cuestiono preocupada.

—Nauseas como siempre, —hago una mueca, —No me has contado sobre tu cita de trabajo, —suspiro.

—Seguiré buscando en otro lado, —murmuro.

—Dayana es hora de que vengas conmigo a la casa, —pide, niego.

—Sabes que no quiero estar allí, —mascullo, —Son demasiados recuerdos de mi papá, lo extraño, —amaba mucho a mi padre y lo peor es que su muerte es mi culpa.

—No debes seguir culpándote por eso, —toma mi mano.

—Es mi culpa, si yo no le hubiera pedido que fuera por mí a esa fiesta…

—No te hace nada bien recordar ese momento, —aprieta mi mano.

Cuando mi madre se siente mejor la llevo a comer algo y luego a su casa para que descanse mientras que yo me voy a mi apartamento deteniéndome en la puerta al escuchar gritos de bebé en la puerta de mi vecino, me acerco a esta y toco.

—Dayana ¿Qué pasa? —Lo miro preocupada y luego a Arturo.

—¿Quieres una mano? —Señalo al pequeño llorón, suspira y se hace a un lado para que ingrese a su apartamento. Lo ayudo preparándole el biberón mientras recibo indicaciones de cómo hacerlo y luego me encargo de alimentarlo, sacar sus gases y cambiarlo de ropa.

—Eres un ángel Dayana, —murmura Charlie al ver que ya el pequeño Arturo está dormido en mis brazos.

—Bueno no es gran cosa, —comento, —¿Qué paso que no te está ayudando el chico del primer piso?

—Está tomando su examen final para terminar el colegio, —responde a lo que asiento.

—Se nota que se llevan bien, —sonríe.

—Simón es un gran chico y Arturo se siente cómodo con él, —asiento.

—Bueno yo me debo ir. Tengo limpiar mi apartamento y seguir haciendo llamadas, —comento.

—Espero aceptes ir a tomar algo conmigo, —lo miro. —Como muestra de agradecimiento por ayudarme con Arturo, —aclara.

—Me parece bien, —salgo de su apartamento encontrándome con un chico a punto de tocar su puerta, me mira y lo miro. Observo como su cara se muestra sorprendida y sin no me equivoco logro ver un poco de tristeza pasar por su mirada.

—Simón, —saluda alegre Charlie.

—Hola, —murmura, su voz es suave.

—Así que eres Simón, —suelto, —Me llamo Dayana, soy vecina de Charlie, —lo saludo y este me devuelve el gesto, —Bien chicos ahora si los dejo, —paso a mi apartamento y camino directo a mi habitación para colocarme ropa más cómoda para poder limpiar.

(…)

Después de una semana intentando conseguir empleo en otras empresa me rendí, creo que no me ajusto a lo que buscan y esto porque soy joven con poca experiencia laboral. Llevo un puñado de palomita a mi boca mientras observo la película que adquirir en un local cercano, no soy de cosas como Netflix, me gustan más los CD. Escucho mi teléfono timbrar y lo tomó para mirar la pantalla del aparato donde vislumbro un número que no llevo registrado.

—Buenas noche ¿este es el número de la señorita Berlusconi? —Cuestiona la voz de un hombre del otro lado del teléfono, me parece conocida.

—Está en los correcto ¿usted es?

—Donovan Bristol, CEO de…

—Industrias de importación automotriz Bristol, —termino por él, ya que ahora recuerdo quien es.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario