El santo millonario romance Capítulo 74

Tres años después…

Dayana Berlusconi

El tiempo es algo que corre tan deprisa y es imposible lograr hacer una pausa en este, Dylan va a su primer día de colegio con tres años, me ha costado dejarlo, pero para su edad es muy inteligente y es bueno guiarlo al éxito desde temprana edad. Por otro lado esta mi pequeña Elizabeth, es una réplica mía y no existe niña más traviesa que ella, Donovan es loco con ambos y ellos aman a su padre.

La mejor decisión que hemos tomado en este tiempo fue vivir en Estocolmo, vivimos lejos de todos en una cabaña con buenas comodidades para una familia que apenas inicia, Donovan ha invertido en una nueva compañía de aviación la cual sea vuelto popular y con su regreso a la sociedad fue un escándalo total, se tuvo que inventar una historia lo bastante creíble para evitar confabulaciones de la prensa.

Suspiro al sentirlo removerse detrás de mí, susurra algo en alemán y me abraza.

—Guten Morgen, meine Liebe, (Buenos días, amor) —escucharlo hablar alemán es bastante sexi y más cuando recién despierta con su voz ronca. Aunque en este país se hable inglés británico algunas personas tienen el alemán como segunda lengua y Donovan pone en práctica su fluidez para comunicarse en otros idiomas.

—Tengo sueño, —susurro, ya que sus manos acarician mis muslos mientras que su cuerpo desnudo muestra claramente su necesidad matutina, es común que despierte temprano, Dylan y Elizabeth son propenso a entrar a la habitación a dar los buenos días evitando que su padre cumpla su misión de hacerme el amor antes de irse al trabajo.

—Ya sabes que en varias horas entraran torbellino uno y dos, —se queja.

—Son tus hijos y vienen a darte los buenos días, —le recuerdo con una sonrisa.

—Amo que me den los buenos días, pero interrumpen mi misión de hacerte un torbellino número tres.

—Te dije que estamos bien con dos, —suspira.

—Uno más y listo, por favor… amor… —es su queja matutina.

—Denegada su oferta señor Bristol, —sé que vendrá con que él lo cuidara y se levantara a cualquier hora que el bebe llore, Elizabeth era tranquila, sin embargo tenía sus días en lo que no dejaba dormir a nadie en casa—. Esperemos un par de años más, —esa es la esperanza que le doy, suspira.

—Bien, —me aprieta entre sus brazos, besa mi cuello y nos quedamos en silencio por un buen rato.

Recuerdo cuando Donovan recupero su memoria por completo, ya que mayormente le venían fragmento y con ellos fuertes dolores de cabeza, ese día que la recupero, Dylan acababa de expresar sus primeras palabras «Papá» la alegría no cabía en este, lloro de felicidad y luego perdió el conocimiento durante varias horas en las que me asuste bastante.

Los doctores mencionaron que su emoción fue bastante fuerte y que eso fue como un bombardeo a su caja de recuerdos que se abrió, tal y como un arca en medio de la laguna que era su mente, nos hizo feliz tenerlo al cien por ciento.

No todo fue bueno, ya que con el poder de la mafia de Henry se empeñó en buscar a los responsables de toda su desgracia y estuve a punto de tirar todo por la borda e irme lejos de un hombre que no estaba reconociendo, pero su padre lo aconsejo dejar todo en sus manos y no mancharse las suyas.

Al fin y al cabo, Donovan decidió dejar todo atrás y mudarnos a Estocolmo donde meses después recibió la noticia de que los culpables yacían bajo tierra, Henry no tuvo que marcharse las manos, ya que ellos fueron asesinados en un enfrentamiento con la policía de Estambul durante un secuestro. Por más que me quise sentir mal por la muerte de un ser humano no lo logre, me sentía feliz de que esa escoria estuvieran en otro plano terrenal y que jamás volverán a hacerle daño a otras buenas personas.

»¿No te gustaría volver a Estados Unidos? —cuestiona de un momento a otro, me giro en sus brazos para poder ver su rostro.

—¿Quieres volver?

—Solo si tú quieres, me siento cómodo en Estocolmo, pero quiero que estés feliz y que los niños también lo sean, —expresa con sinceridad.

—Soy feliz estando contigo, no necesito nada más, —nuestras madres vienen cada cierto tiempo a estar con nosotros y eso es suficiente.

—Es bueno saberlo, —me acerco y beso sus labios. —Me debes muchos besos, —recuerda volviendo a besarme.

—Usted señor Bristol solo busca la manera de hacerme el amor ¿Se le olvida que sus hijos vendrán a darle los buenos días? —suspira y me besa, no puedo evitar reírme, Donovan solo se coloca sobre mi cuerpo en medio de mis piernas.

—Seré breve entonces, —jadeo al sentirlo invadirme de a poco. —Nunca me cansaré de decirte que eres jodidamente adictiva, no dudaría en casarme contigo otras mil veces más, —gime.

—Es usted un hombre halagador, pero ya estoy casada, —le recuerdo.

—Su esposo es un hombre afortunado, —envuelvo mis piernas alrededor de su cadera mientras que le sonrió.

—Lo es…

—¡Papá! —Grita Dylan del otro lado de la puerta, me carcajeo al ver la cara que pone Donovan.

—Ahora no, —protesta en un susurro.

—Sabes que no se marchara, —le recuerdo, Donovan hace un puchero.

—Dios, no, no, —se queja, muerde su labio inferior para salir de mí y tirarse a un lado.

—Cúbrete, —tomó mi bata y este se cubre con las colchas mientras tapa sus ojos, con una sonrisa voy hasta la puerta y allí están mis dos tesoros. —Hola, torbellinos, —saludo.

—Mamá, —aunque ya son pesados los cargo y entro con ellos hasta llevarlo a la cama—¿Está dormido? —interroga Dylan.

—Estoy despierto, torbellino número uno, —sonríen los niños y se lanza sobre su padre, como había dicho son locos con Donovan y aunque tienen sus días que solo quieren estar conmigo, pero mayormente son apegados a su papá.

(…)

Donovan se fue a la empresa y me quede en casa, duche a los niños y los desayune, ya luego tuve que enviar a Dylan al colegio con el chofer y nos quedamos Elizabeth y yo solas en casa.

No pude evitar alejarla del señor Ivanov, su abuelo, me sentía terrible mantenerlo ausente en la vida de mi hija y Donovan me convenció de que lo ideal sería contarle, lo hicimos y estuvo feliz de conocerla, me agradeció por no interrumpir el embarazo y traer a su nieta al mundo.

Mía me confesó que nunca lo había visto tan feliz desde que su hijo había muerto, eso me hizo miserable, sin embargo el señor Ivanov no merecía un descendiente como ese en su vida, no me alegra ser motivo de su tristeza y sé que para un padre la muerte de un hijo es dolorosa.

A veces pienso en como hubieran sido las cosas si Sergey no estuviera muerto ¿Cambiaría su forma de ser por Elizabeth? Es una pregunta que no tendrá respuesta, sin embargo al fin y al cabo, supongo tiene una sola vuelta y es que ella nunca hubiera nacido, no aguantaría tanto sufrimiento y sé que la guerra entre Henry e Ivanov no se hubiera evitado, Donovan podría estar muerto y un mar de sangre se formaría por mi culpa.

El destino estaba pautado de esa manera y nadie puede ir en contra de este, Sergey Ivanov moriría en manos de una mujer y lastimosamente fui la escogida para llevar a cabo esa misión, Donovan y yo hemos tomado la decisión de contarle todo a Elizabeth cuando tenga su mayoría de edad siempre y cuando ella quiera saberlo, ya que de lo contrario todo se mantendrá ausente en su vida.

Mi teléfono timbra y lo tomó con una sonrisa.

—Hola, mamá, —saludo al ver su rostro en la pantalla.

—Querida, ¿Cómo están?

—Bien, mira quien está conmigo, —le muestro a Elizabeth y conversamos por un par de horas acordando cuando será su próxima visita.

La asociación de señoras, es el nombre que recibe la amistad de la madre de Donovan, Asher, Alexandro y mía, ellas se han vuelto buenas amigas, me sorprende porque cada una tiene una personalidad diferente y lo único en común somos nosotros.

Hablando de Asher y Alexandro, tuvieron su primer par de gemelos hace meses, optaron por el vientre en alquiler y son una réplica del gruñón de Alex, supongo este fue quien actuó de conejillo, pero al fin y al cabo la felicidad de ambos es de todos, me alegra que tengan sus hijos y espero conocerlo en esta navidad.

Donovan Bristol

Después de una conferencia firme algunos documentos y recibí una visita inesperada, Nikita Volkov, me sorprendió mucho verla en mi oficina.

—¿Qué te trae por aquí? —interrogo.

—Eres mi amigo, supongo no te molesta que te visite, —anuncia cruzando sus largas piernas.

—Sabes bien que nuestra amistad nunca fue algo convencional, —le recuerdo, ya que cada visita era para sexo y nada de conversación.

—¿Tienes miedo de ser infiel? —Cuestiona con burla.

—Eso es algo imposible, amo a Dayana.

—Como sea, no vine a molestarte con eso, tranquilo, amantes tengo de sobra, —sacude su melena.

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