Ella es mi medicina romance Capítulo 17

Agarró fuertemente a Paulina mientras salgo de la piscina con ella en brazos. Está más pálida de lo normal y tose muchas veces.

La dejo en el suelo mientras yo intento recuperar el aliento y calmar mi corazón del susto que acabo de darme.

Sin duda, Girop me va a escuchar, sus bromas deben tener un límite, uno que no ponga en peligro la vida de alguien.

Estiben y Miguel corren hacia nosotros colocando a Paulina toallas en su cuerpo, mientras Paulina se queja del dolor.

— ¿Qué rayos paso aquí? —pregunta madre preocupada—.

— ¡Paulina se estaba ahogando! — responde Estiben mientras arropa a Paulina y acaricia su espalda con cuidado —.

— ¿Por qué te estabas ahogando Paulina, si de pequeña sabías nadar? —digo agitado —.

— Me dio un calambre —dice Paulina con cierto dolor, mientras aprieta su pierna derecha.

Observó sus pies y puedo evidenciar que es cierto. Por lo que agarró una de sus piernas, para masajearla.

Un calambre duele bastante. Lo sé porque me ha ocurrido muchas veces y es por ello que sé qué masajes dar para aliviar el malestar.

— ¡No! —dice Paulina — duele mucho, espera a que se pase solo—súplica—.

— No, Paulina —respondo— es mejor que se te pase rápido con un breve masaje a que aguantes hasta que el dolor desaparezca. Además, debes cambiarte esa ropa mojada o podrías enfermarte por un resfriado.

— Es cierto lo que dice mi hermano. Necesitas estar bien y cambiarte antes de que te enferme el viento y la ropa mojada— coincide Estiben mientras imita mis movimientos en su otra pierna—.

— No —dice Paulina mientras intenta quitar nuestras manos de sus piernas— duele mucho. En serio duele. — se queja.

Narra Paulina

Una persona me abraza por detrás y dada a su aroma sé que es Aidan.

— Lo siento Paulina — dice arrepentido — fue mi culpa, por lanzarte de un momento a otro.

— Déjenme quieta —les digo a Estiben y Pablo, mientras intento alejar a Aidan. Pero los chicos no me hacen caso, por lo que el malestar aumenta con sus masaje.

Sin embargo, poco a poco el calambre fue desapareciendo.

— Oye, enana—dice Pablo — procura comer más para que estas cosas no te pasen. Más pesa la hija de Harry que tú ¿No te da vergüenza? Por eso es que te dio ese calambre apenas tocaste el agua —se nota el enojo en su voz y rostro cuando se levanta del suelo donde nos encontrábamos.

— Tonto — respondo— mi peso no tiene nada que ver con lo que me pasó. Un calambre le da cualquiera que no preparo su cuerpo y entro directamente al agua. Así que deja el drama —digo mientras me levanto— además, si pesara más, tus pequeños brazos no habrían podido conmigo, así que agradece ello — finalizo.

Para después marcharme directamente a mi habitación asignada.

El dolor, susto y enojo lo sufrí yo, no él y tiene el gran descaro de regañarme cuando lo que pasó no fue ni culpa.

Idiota.

Narra Pablo

Paulina se va furiosa y todos me quedan mirando mal, pero me importa poco lo que piensen.

— Y tú Girop—digo mientras el mencionado me observa — Deja a Paulina en paz, ella..

— ... es el amor de tu vida, lo sabemos — dice Estiben y Miguel al unísono —, no tienes que mencionarlo.

— ¿Que les ocurren a ustedes están locos ? ¿Cómo me puede gustar Paulina, ah? —me defiendo — ¿Acaso creen que tengo tan malos gustos ?

Todos me observan como si hubiera dicho algo estúpido.

— Haber, haber, haber —dice mi madre mientras juntaba sus manos— enumeremos nuestro argumento, para que Pablo entienda.

— Primero —dice Ismael— la reconociste inmediatamente, según lo que ambos nos contaron, cuando se vieron en el hospital después que tuviste el accidente, aunque actuaste como un idiota, como siempre lo haces con las chicas, tu alegría por reencontrarte con ella, te delató.

— Eso fue porque no ha cambiado mucho, era fácil reconocerla y me resultó increíble que nos reencontráramos después de tanto tiempo, nada más —me defiendo—.

— Segundo — dice Javier — no eres de las personas que ayuda a una damisela en apuros, y por defenderla a ella se tuvo que reconstruir varios sectores del hospital porque se fueron a los tiros y dañaron muchas cosas —dice con obviedad — y ahora no me digas que es mentira porque a mi me llamaron a avisar de lo sucedido, y no fue Fred.

— En mi defensa —digo — José me provocó primero. Así que solo me defendí de su ataque.

— Cuando a ti te provocan — responde Fred— generalmente los dejas en las ruinas, no te vas a tiros con ellos.

Quedó en silencio, es cierto. No hay manera de que me defienda con ello.

¿Qué me pasó esa vez?

— Y no fue esa única vez, o te recordamos lo de la muerte de los padres de Paulina — habla Estiben.

Volviendo a la numeración, tercero —dice Fred— después de ayudarla en el hospital, la trajiste a un nuevo país, en el que ya le tenías un mejor empleo que el anterior — abro la boca para protestar pero él me detiene— y no me digas que fue por lastima, porque tu no le creíste la historia de su pasado traumático con su ex, así que descarta esa excusa—.

Cuarto — continúa Javier— tú mismo estuviste al pendiente de los entierros de sus padres, de que nadie la molestara y eso no es nada más culpa. Porque si no lo recuerdas, le diste una golpista de muerte a José sólo porque viste que Paulina estaba inconsciente por su culpa.

Dirijo mi mirada a Fred y lo comunicativo que se ha vuelto con las cosas que hago. Pero éste evita mi mirada como el cobarde que es.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ella es mi medicina