Ella es mi medicina romance Capítulo 23

Estoy furiosa al borde de matar literalmente a Pablo, por jugar con algo tan serio. Porque ¿A quien en su sano juicio se le ocurre hacer una broma de esta grado? ¿Cómo se le pudo ocurrir esto sabiendo que era algo delicado? ¿Cómo puede ser tan malo de hacer este tipo de broma?

Realmente no entiendo como fue capaz de hacerme esto cuando sabía que estaba muriéndome por la vergüenza que estaba pasando, según lo que me contó ¡Y resulta que todo era mentira! ¡Una maldita mentira de ese desgraciado!

Yo lo voy a matar —pienso molesta— seguro que lo voy a matar.

Camino rápidamente para llegar a mi objetivo, por lo que en menos de nada llego la segunda planta y me dirijo a la habitación de Pablo, abriendo la puerta violentamente debido a mi enojo.

— ¡Te puedo asegurar Pablo Evans, que tú vas a morir hoy!— grito mientras abro la puerta.

Mi enojo es evidente, pero detengo mi rabia al ver a Pablo en una toalla que cuelga de sus caderas, mientras aún su pecho bien marcado se encuentran gotas de agua corriendo.

Dios, si no fuera tan malo conmigo, pensaría cosas tan ricas con él — digo mentalmente.

Al saber en la situación en la que me encuentro, giro mi cuerpo inconscientemente mientras tapó mis ojos, avergonzada.

Rayos, los papeles se han cambiado y seguramente pensara que lo hice por venganza.

— Jajajajajajaj —se escucha a mis espaldas— ¿Nunca habías visto un cuerpo masculino? ¿Cuál es el problema? ¿No te gusta lo que ves o es demasiado y por eso actúas tímida?

Ignoro su comentario intentando pensar en cosas negativas de él que no me hagas sonrojar.

Pablo, es un desgraciado con todo y ropa, bueno sin ropa ya que está así —pienso— aish ¿Por qué me estoy enfocando en su falta de ropa si la mentira por la que me hizo sufrir es más relevante? Dios, sin duda soy una idiota por entrar así a su habitación sin saber que estaba haciendo. Pero me deje llevar por el enojo de sus mentiras, el cual no ha cambiado con verlo semidesnudo — me recuerdo—.

— ¿Que piensas, mi querida Paulina? ¿Aún sigues asombrada por lo que viste, que aún no me hablas? —Pregunta Pablo cada vez más cerca de mí, causando que peligre. Pero no pienso marcharme.

Soy consiente de lo peligroso que es estar en un lugar cerrado y con poca ropa con Pablo. Pero no pienso irme. Sin embargo, mi decisión valiente termina en una locura cuando siento como me agarra de mis caderas mientras me pega su pecho a mi espalda. Sin poder evitarlo, un sobresalto que parecía más a un gemido se escapa de mis labios.

Maldición, si alguien entra podría mal interpretar esta situación. Por lo que tengo que reaccionar rápidamente.

— ¡Tú, desgraciado! —digo volteándome para quedar frente a frente— ¿Cómo pudiste bromear con algo tan serio, maldito idiota?

Pablo sonríe y se aleja poco a poco mientras seca su cabello con una toalla

— ¿Qué fue una broma? ¿El que te acostaste conmigo o todo lo demás? — me pregunta en tono burlón — En realidad, pensé que serias difícil de convencer al decirte esa mentira, pero caíste rápidamente. Así que, no me culpes porque hayas sido tú tan tonta — dice mientras sonríe triunfante.

Respiro profundo con tal de que la rabia no se apodere de mí, pero fallo un poco. Por lo que le doy con mi mano un fuerte golpe en la cabeza, debido a mi enojo. Sé que es fuerte por que se queja. A menos que sea muy delicado con golpes débiles.

— En momentos como estos quisiera saber ¿Eres idiota o te haces? Es evidente que, cualquier persona en mi lugar te creería a juzgar de mi borrachera. Sobretodo que cuando estoy en ese estado no me acuerdo de lo que hago bajo esos efectos.

Pablo se ríe y mi rabia crece pero a juzgar por mi estatura, el cual es menos 1,60 centímetros. Delante de él quedó como una minions, así que, tengo que atacar la parte del cuerpo que éste a mi alcance. Es decir, su pierna. El cual es la parte baja y delantera de la pierna, justo debajo de la rodilla.

— ¡Idiota! ¡Eres un maldito idiota! —digo cuando veo a Pablo tocando su parte afectada— ¿Como pudiste mentirme de tal manera, idiota? —digo furiosa—.

Pablo se reincorpora de su dolor y me agarra de los hombros colocándome contra la pared

— Mira Paulina —dice con cero porciento de alegría— Quiero que seas consiente que lo que hice, era una forma de vengarme de que me hayas vomitado todo el cuerpo cuando ni siquiera podías estar de pie por mucho tiempo debido a tu estado de alcoholismo — dice mirándome a los ojos— Con lo que hiciste estaba furioso y créeme cuando te digo, ninguna mujer me había hecho esto. Pero, llegaste tú y listo, me vomitaste todo. Así que, dime ¿Cómo crees que reaccionaría alguien a quien le has hecho muchas cosas desagradables? —dice con rabia reflejado tanto en sus ojos como en su agarre.

Mi inconsciente me dice que definitivamente debo de salir de aquí o no saldré de esta. Pero mi enojo puede más.

— No me digas que vino a tu mente como tus huevos casi se rompen por un pequeño accidente entre nosotros. — me burlo.

— No estoy para juegos — dice molesto mientras ejerce más fuerza en su agarre.

— Suéltame, por favor Pablo —digo forcejeando con él— Ya te vengaste y de la peor manera así que ya estamos a mano con todo lo que pasó.

— Ni tanto, pero por ahora es mejor dejarte descansar, en la empresa te haré pagar una a una —dice emocionado— Ya que, aquí en la casa tienes padrinos que te protegen pero en la empresa no. Allá serás mía y no habrá quien te salve de lo que desee hacerte. — comenta saltándome.

Oh, dios mío. Eso me dice perfectamente que mi empleo en la empresa no será tranquilo como cualquier otro empleado. Pero no pienso dejarme atemorizar por sus palabras.

— Entonces si es así —digo mirándolo a los ojos— renunció aquí y ahora

Mi respuesta no causa lo que quería, ya que en vez de retroceder, me sonríe.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ella es mi medicina