Ella es mi medicina romance Capítulo 29

En segundos ya estaba Pablo de regreso con una compresa de hielo.

— Paulina, ten esto —dice mientras me da la compresa de hielo—.

Agarró la compresa y en cuestión de segundos estoy suspendida en el aire. Porque sí, Pablo me está cargando.

— Pero que demo... —me callo al ver la seriedad del asunto para él—.

— Te llevaré a mi habitación. Ya que, es la más cercana —dice dando media vuelta— además, está en la planta de abajo por lo que con tu estado es la mejor opción, porque por prevención, no podrás subir escaleras.

Bastó con decir eso para quedar en shock ¿mi estado? Vaya dramático que es. Pero no puedo decir algo al respecto. Así que, en menos de nada llegamos a su cuarto y me coloca en la cama como si fuera una muñeca de porcelana. Luego, dio media vuelta para buscar algo en su baño y poco tiempo después regresó con varios medicamentos.

Vaya, se lo tomó en serio — me digo mentalmente mientras él está dándome la espalda para acomodar mi pie en una almohada. Esta es mi oportunidad. Es ahora o nunca. Saltó encima de él, por la sorpresa se levanta quedando yo más colgada que un mono.

— Te dije que te atraparía — dije mientras me agarraba fuertemente — y aquí te tengo.

— Rayos, Paulina ¿Era mentira lo de tu pie? —Pregunta indignado, pero no alcanzó a responderle cuando todos están en el umbral de la puerta riendo—, ¡Mama!, me mentiste.

— ¿Yo? —Pregunta mamá Mariana ofendida— en ningún momento preguntaste a expertos si lo que decía era verdad, sólo creíste en lo que dije y yo solamente especulaba. Por lo que, el que tú me creyeras, no es mi culpa.

Todos se ríen y yo aprovecho para morderle la espalda por haberme hecho correr tanto.

— ¡Ah! ¡Paulina me mordiste, ¿acaso eres un perro?! —dice mientras intenta soltarse de mí.

— Les dije que ganaría. Así que, paguen —dice Javier—.

— Hey no es justo, eso fue trampa — reprocha Aidan—.

— Trampa o no lo que importa es el resultado —dice Estiben— y Pablo ha perdido esta batalla.

— ¡Vaya, son increíbles! —dice indignado— hasta apostaron.

Como ya todo se sabe y aún no he tenido mi venganza, comienzo a golpear a Pablo con cuidado de no caerme, pero éste comienza a sacudirse muy fuerte a tal punto que pienso que estoy montada en un toro salvaje.

— ¡Bájate, mono! — grita Pablo mientras intenta bajarme—.

— Oblígame —le digo—.

Sin duda, esa fue una mala respuesta. Ya que, él empieza a moverse con más fuerza para bajarme. Pero yo me niego a perder y es por ello que le muerdo el lóbulo de la oreja, quedando completamente rojo.

— Vámonos, que esto está que arde —dice Javier mientras saca a todos de la habitación, que quien sabe a qué hora pasaron del umbral de la puerta hasta ya estar dentro de la habitación—.

Notando la calma de Pablo, sonrió para mis adentros. Lo bueno de tener una historia, es que hay cosas que no cambian a pesar de los años y es eso lo que uso a mi favor.

— No me puedes ganar cuando sé tu punto débil — digo susurrando—.

— Mmmmm, seguro —dice Pablo— ¿pero sabes? Ese es mi punto G —susurra con lujuria en su voz—.

Santa Virgen de la papayera —pensé e inmediatamente me bajé de su espalda buscando la manera de escapar—.

— No, no, no. No te puedes ir tan rápido mi querida, Paulina —dice mientras me agarra de la muñeca atrayéndome hacia él —.

Oh, no. Esto no es bueno — me digo mentalmente al ver su sonrisa pervertida.

— Suéltame, Evans —digo con voz baja— Ya es tarde y tengo que dormir.

— Yo también quiero dormir.... contigo —responde—.

Nuevamente elijo mal mis palabras y ello hace que mi respiración se hace pesada.

— Pablo deja tus tonterías y terminemos con esto. —le respondo—.

Al no ver algún cambio en él, jalo fuertemente mi mano para zafarme de su amarre. Pero este ejerce más presión en mi muñeca al igual que me jala hacia él cayendo ambos en la cama, afortunadamente, quedando encima de él.

— Interesante —me dice en tono burlón— tus palabras dicen una cosa, pero tu cuerpo dice otra. Sin embargo, no me pienso quedar de la decisión de tu cuerpo.

Me sonrojo e intento levantarme pero él es más fuerte que yo y en cuestión de segundos quedo yo debajo de él.

Mmmmm esto me da mala espina — digo mentalmente—.

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