Ella es mi medicina romance Capítulo 5

— Amor mío — se escucha a la vez que la puerta se abre-.

Inmediatamente mi cara palidece y no por la cercanía de Pablo conmigo—ya que me da igual— pero lo que sí no me da igual es que su prometida nos haya visto en esta situación, que puede interpretarse de muchas maneras erróneas que pueden afectar mi carrera.

Su prometida queda impresionada por la escena y yo sólo siento una risa de Pablo detrás de mí, por lo que me dan ganas de golpearlo para que tome seriedad de la situación, pero recuerdo que es un paciente y yo su doctora, por lo que no puedo utilizar la violencia.

— ¡¿Me puedes explicar que está pasando aquí?! —exclamó casi gritando —.

—Yo pu-edo explicarlo —tartamudeo—

— No te pregunte a ti, estúpida enfermera —gritó

Tanto su gritó como su ignorancia me abruman, a tal punto que me molesta y este malestar no cesa cuando Pablo se aleja lentamente de mí en dirección al baño con una sonrisa en su rostro que corroboran que está disfrutando esta situación.

— Señorita soy la doctora encargada del cuidado del señor Evans —Le aclaro—.

—Me tiene sin cuidado quien seas —mira hacia el lugar en donde Pablo debe estar aseándose— ¿Por qué no pediste a un doctor más capacitado y masculino en vez de esta? —dice soñándome—.

— Porque si fuera hombre ahora mismo estuvieras fallándotelo, mi querida Daniela o ¿Me equivoco? —dice mirando fijamente a su prometida—.

¿Alguien me puede decir que es toda esta locura?

— Sabes que eso sólo fue un desliz nada más, además no entiendo porque lo nombras ahora —dice indignada—.

— Un desliz con mi chofer, mi secretario y el jardinero ¡Vaya!—suspira— Tienes serios problemas en la incidencia de tus desliz.

Estoy impactada y no sé si es por la confesión que acabe de escuchar, de lo relajado que lo comenta o de como siguen comprometidos.

— Da igual —dice sin importancia — De todas maneras no se ni porque te celo con esta —dice señalándome— No es tu tipo.

Ahora mismo el sentimiento es mutuo —pienso—.

— En fin, hoy vine a pasarme el día contigo en esta pocilga —dice observando detalladamente la habitación—. Ya que fui al spa, de shopping, al salón de belleza y demás lugares para… — dice sonriendo mientras mueve sus cejas con coquetería.

— Gastar dinero —completa.

— No, tontito a ponerme bonita para ti.

— Y a gastar dinero —repite desde el baño—.

— Será mejor que me marché.

— Ok princess—se acerca y me da un beso en cada mejilla— Nos vemos después, mientras yo cuidaré de mi Pablo, Bye, bye.

Gracias a la llegada de su prometida podía irme sin ningún problema.

Por lo que mis compañeros me recibieron con varias urgencias que atender, el cual aunque termine agotada eran mil veces mejor que seguir las locuras e insinuaciones de Pablo.

Cansada de mi turno estoy en los vestidores para poder quitarme el uniforme y colocarme mis respectivas ropas, pero algo o más bien alguien me lo impiden.

Siento una respiración en mi nuca que es obviamente masculina, lo cual me sorprende porque Pablo está aquí si en el vestidor de mujeres no se permite el ingreso de ningún hombre.

— Hola preciosa — habla el hombre.

Mi piel se hiela al instante cuando escucho esa voz que es tan conocida para mí.

Esto no puede ser —pienso—.

No quiero voltear y corroborar mi información pero una mano cierra fuertemente mi casillero, que se encontraba abierto, sintiendo posteriormente unas manos fuertes que me toman por ambos hombros haciéndome voltear. Estoy pálida, fría y con miedo a tal punto de no poder reaccionar— momento que este aprovecha para empujar contra los casilleros quedando muy cerca de mi cuerpo.

— ¿Me extrañabas? Porque yo a ti si —dice rosando mi cintura de arriba a abajo con su mano derecha—.

Aspira el olor de mi cabello para después decir: — Extrañaba tu aroma.

— José —logró articular—.

Ladea su cabeza, sonríe y pronuncia

— Sí amor, soy José, tu José.

Esto no puede ser, él no puede estar aquí.

Quiero correr pero mis piernas no me responden, estoy en shock y es por el miedo que José proporciona en mí.

— ¿Qué ha-haces aquí?

Ladea la cabeza como si mi pregunta lo confundiera.

— ¿A que más crees que he venido? Eh venido por lo que es mío. Por ti mi amor y esta vez te lo prometo, nada ni nadie nos alejara.

Sus palabras hacen que el pánico en mí aumente, pero esta vez sí me responden las piernas. Por lo que le pegó un rodillazo en sus partes nobles y corro a una de las salidas.

— ¡Maldición Paulina! —dice con sus manos en la parte golpeada, tirado en el suelo— Que agresiva te has vuelto, me gusta, pero no te escaparas de mí, ¡Guardias! —Grita—.

Aunque sus guardias están entrando al vestidor yo ya estoy saliendo de este por otra puerta.

Al salir de este corro mirando hacia atrás por si me persiguen, lo que ocasiona que choque con alguien.

— Auch— logró decir al caer al suelo, rogando que no sea un paciente.

Y si lo era, pero era Pablo, Pablo Evans, aunque ¿Él cuenta cómo paciente?

— Agárrenla —grita José a sus guardias caminando con dificultad por el golpe.

Me levanto rápidamente e intento correr pero una mano agarrando mi brazo me lo prohíbe y es el de Pablo.

— Primero se pide disculpas después te puedes ir caminando, ya que el hospital no es para correr y lo sabes —me regaña—.

— Maldición Pablo déjame en paz, tengo que irme, ahora no puedo aguantar tus estupideces —digo intentando zafarme de su amarre, cosa que no logro.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ella es mi medicina