Embarazo no deseado romance Capítulo 11

Kiara exhaló un suspiro de frustración y puso los ojos en blanco antes de cerrar la puerta. Se cruzó de brazos y se dirigió hacia Martiniano, que ya se había sentado en un sofá de una plaza. Tenía las piernas cruzadas y una expresión seria en el rostro.

Kiara, sin embargo, no se sintió intimidada por la intensidad de su mirada ni por la expresión adusta de su boca.

—No hay nada de qué hablar—, se encogió de hombros con los brazos cruzados.

Martiniano apretó los dientes, tanto que ella pudo ver los músculos de su mandíbula.

—No estoy aquí para jugar, Kiara, así que ¿por qué no te dejas de tonterías y acabamos con esto de una vez?

Kiara resopló.

—¿Quién ha dicho que esto sea un juego? No tengo nada que decirte, así que estás perdiendo el tiempo—, dijo en el mismo tono duro.

Martiniano se levantó del sofá, se abrochó el único botón de la chaqueta y se colocó justo delante de Kiara, mirándola fijamente. Kiara tragó saliva y mantuvo la cabeza alta, mirándolo fijamente, sin dejarse intimidar por su enorme figura.

—No...

—¿No qué, Martiniano?—, le espetó con dureza, cortándole el paso. —Muy valiente de tu parte entrar aquí como si fueras el dueño de este maldito lugar - como si fueras mi dueño o algo mío. No tengo que decirte una m****a, así que deja de actuar como si fueras mi dueño—, dijo acaloradamente.

—¡Soy el dueño del niño que llevas en tu vientre!—, replicó él, haciendo que Kiara hiciera una leve mueca de dolor. —Soy el padre y tengo derecho a saber qué demonios te ha dicho ese médico. Tengo derecho a saber si todo va bien—, le espetó.

Kiara, que también echaba humo, dio otro paso hacia Martiniano y le clavó el dedo índice en el pecho.

—Perdiste el derecho a todo cuando irrumpiste aquí hace días, pensando que mi hijo estaba en venta.

Sabía que estaba jugando con fuego, pero por el momento no le importaba quemarse un poco.

Martiniano la agarró de la muñeca y ella jadeó.

—Deberías saber que no debes meterte conmigo, Kiara. Te haré pasar un infierno—, exclamó desconcertado.

Se hizo el silencio, sus ojos se clavaron en una acalorada batalla, ninguno se acobardó bajo la intensidad de la mirada del otro. Los segundos parecían minutos y un minuto parecía un eón. Martiniano la soltó de la muñeca y suspiró, dándose cuenta de que cuanto más insistía, más inflexible se ponía ella.

—Mira, sólo quiero saber qué ha pasado—, hizo una pausa. —Por favor—, completó en un grito de desesperación similar a una súplica.

Kiara dudaba, pero decidió contárselo todo para quitárselo de encima. Lo último que necesitaba en su día era un hombre arrogante.

—Me desmayé. El médico dijo que podía ser un recuento sanguíneo bajo o...—, se interrumpió, preguntándose si debía explicarle la gravedad del asunto. —Algo más—, decidió decir.

Martiniano arrugó la frente.

—¿Algo más?

Kiara suspiró y se pasó una mano por el pelo, recordando todas las emociones del día.

—Dijo que si volvía a desmayarme podría ser grave—, graznó, con la voz entrecortada por las emociones.

Martiniano tragó saliva.

—¿Cómo de grave?—, preguntó.

Ella se aclaró la garganta.

—No lo sé.

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