Embarazo no deseado romance Capítulo 18

Kiara se despertó a la mañana siguiente, casi saltando de la cama, cuando vio qué... o mejor dicho, quién estaba a su lado. Tuvo que reprimir el grito ahogado que se le formó en el fondo de la garganta porque se sorprendió al ver a Sabrina tendida allí.

Una lenta sonrisa se dibujó en su rostro cuando se recompuso y miró a la niña dormida. Sus dos manitas estaban debajo de su cabeza y encima descansaba un rostro inocente con su pelo oscuro. Kiara sonrió y se levantó lentamente de la cama. Bostezó y se quitó el sueño de los ojos, tras lo cual miró el pequeño reloj de la mesita auxiliar.

Eran las diez de la mañana.

Se sentó en la cama y se quedó con la mirada perdida, mientras sus pensamientos la llevaban de vuelta a la conversación que había tenido con su padre. Se puso rígida al instante y sintió un nudo en la garganta al recordarlo.

—Oye, ¿estás bien ahora?—, oyó la voz de Sabrina desde atrás y no pudo resistirse a sonreír.

—Lo estoy—, dijo, volviéndose hacia ella, con una sonrisa convincente en la cara.

Sabrina le devolvió la sonrisa.

—¿Estás enfadada conmigo por acostarme contigo?—, preguntó en tono apenado, con la voz aturdida por el sueño.

Kiara le puso suavemente una mano en la mejilla, acariciándola con dulzura. —En absoluto. Creo que el hecho de que un ángel durmiera a mi lado me hizo dormir mejor—, la tranquilizó y Sabrina sonrió dulcemente. —Puedes volver a dormir si no estás lista para levantarte—, continuó después de ver sus ojos caídos.

—¿Adónde vas?—, bostezó.

—A trabajar—, le dijo Kiara, tirando de las mantas sobre el pecho de Sabrina.

—Oh—, fue todo lo que alcanzó a decir antes de que el sueño la consumiera una vez más.

Kiara sonrió, observando cómo los ojos de Sabrina se agitaban. Era evidente que no quería sucumbir a la voluntad de su cuerpo, pero no podía hacer mucho para luchar contra ella.

Kiara estaba a punto de salir de la habitación, cuando su puerta se abrió de golpe, asustándola. Jadeó, mirando a Martiniano, que estaba allí con los ojos muy abiertos y una expresión aturdida en el rostro.

—Sabrina no está en su habitación. No...—, se interrumpió, pasándose los dedos por el pelo. —La dejé allí anoche—, exclamó con histeria, y era bastante claro ver que su preocupación por su hija amenazaba con abrumarlo.

Kiara también se percató de ese pequeño hecho y sonrió, dándose cuenta de que el muy duro y aristocrático Martiniano Ferguson tenía un punto débil. Se hizo a un lado y señaló hacia su cama, donde Sabrina yacía bajo las sábanas en una mimosa bola de inocencia.

Kiara apartó la mirada de Sabrina y la dirigió a Martiniano. Observó el alivio que se apoderó de él, suavizando sus rasgos y eliminando las líneas de tensión de su rostro. Observó el movimiento de su nuez de Adán al tragar saliva y el amor que nadaba en sus ojos al mirar a su hija dormida.

Se volvió hacia Kiara tan deprisa que ella no tuvo ocasión de apartar la mirada de él, y entonces la sorprendió mirándolo con admiración. Kiara carraspeó rápidamente y apartó la mirada con torpeza, jugueteando con los dedos.

—Parece que le gustas de verdad. Anoche le dije que no podía quedarse aquí, así que debió de salir a hurtadillas de su habitación para venir—, se apresuró a decir Martiniano, que no quería hacer más incómoda la situación quedándose en silencio.

Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, Kiara quiso retorcerse, sus pensamientos la llevaron de vuelta a la noche anterior. Inmediatamente recordó haber llorado sobre los hombros de Martiniano ¡En sus brazos! Recordó la forma en que él la consolaba, acariciándole suavemente los hombros mientras la abrazaba como si se aferrara a la vida misma. Sabía que debía de ser muy vulnerable en aquel momento, porque nunca, en su sano juicio, se dejaría caer voluntariamente en los brazos de Martiniano.

—¿Estás bien?— preguntó Martiniano al no obtener respuesta de ella.

Kiara volvió de pronto al presente.

—Sí—, las palabras salieron de sus labios en un revoltijo de incertidumbre. Él estaba directamente frente a ella, deseando que su nariz notara el almizcle de la colonia que había creado un olor permanente en su bata; la bata que colgaba holgadamente a su alrededor con un nudo flojo en la cintura. Sus ojos subieron lentamente, posándose en los rizos oscuros que asomaban por entre el material algodonoso que se había instalado permanentemente en la anchura de su pecho.

Kiara tragó saliva de forma casi audible, sorprendida por la forma en que su cuerpo respondía a la visión de él. Parecía que su cuerpo supuestamente había echado de menos sentirlo, y la noche anterior sólo le había recordado lo que se sentía al estar en sus brazos... Cómo se sentía al ser abrazada por él. Aún recordaba sus besos recorriendo la dureza plana de su pecho y a él haciendo lo mismo. Aunque sus sentidos estaban un poco distorsionados en aquel momento, recordaba los detalles más sutiles e íntimos del acto de amor que habían mantenido meses atrás.

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