En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 17

Ian puso los ojos en blanco cuando su teléfono celular volvió a sonar otra vez esa noche en verdad que ya lo tenían cansado con toda la mierda que estaba pasando. Habían pasado semanas desde que todos sabían las nuevas reglas y demás cosas que él había puesto. Ni siquiera había estado al pendiente de Rachel y no sabía cómo saldría ese día después de arreglar muchas cosas, Rachel al fin sería operada de la vista.

El embarazo de la omega sería sin complicaciones a menos que esta tomara las medidas necesarias. La semana pasada hubiese sido todo, pero decidió esperar un poco más en lo que todo se calmaba las cosas, pero parecía imposible.

Estaba en la sala de la casa presidencial observando cómo sus empleados se movían de un lado a otro para preparar quién sabe qué de su esposa. Intentó hacer memoria de qué día era ese pero en verdad que todo se iba a la mierda cuando pensaba en Rachel y sólo en ella.

Sólo esperaba que todo saliera como lo tenía planeado o si no iba a enloquecer si algo salía mal ese día. Zaid tenía algo en mente al igual que Leonard, el cual estaba más que feliz con Carla y que también jugaba a la casita feliz con su esposa Camila.

Miró la hora en su reloj y solo tuvo que llamar a un par de hombres para preparar todo y poder salir de ese lugar lo antes posible, porque estaba a nada de volverse loco con tanto alboroto que esas personas estaban haciendo.

— ¿A dónde crees que vas? — su esposa se colocó en frente de él —. No puedes irte el día de mi cumpleaños. Eres mi esposo.

— Sólo por un papel — rodó los ojos —. No estaré aquí para este fracaso, tengo cosas que hacer.

— Irás a ver a esa estúpida omega — suspiró —. Debes de quedarte, la prensa estará aquí en unas horas, será raro que mi esposo no esté donde le corresponde.

— No estaré aquí para ver este circo, Jessica — sonrió, sin mostrar los dientes —. No puedes obligarme, puedo matarte en un abrir y cerrar de ojos si lo deseo.

— No puedes hacerme nada de lo que estás planeando hacerme — se cruzó de brazos —. Así que sé un buen esposo y quédate conmigo.

— No — le pasó por el lado —. Adiós, hasta que se me dé la gana — dicho eso salió de la casa por la puerta trasera, donde lo esperaban varios vehículos y sus hombres.

Jessica pateó el piso cuando lo vio salir como si ella no importara en lo más mínimo y eso es algo que en verdad la fastidia de sobremanera cuando no le hacen caso a sus peticiones de diva. Su mandíbula se puso tensa y buscó su teléfono para hacer una simple llamada a Edward.

En cambio Ian estaba mirando su nuevo teléfono que Leonard le había mandado con uno de sus hombres de confianza, ahora todo estaba en su lugar hasta nuevo aviso en lo que las cosas se pusieran color de hormigas.

Se colocó la peluca y el chaleco de cuerpo después de quitarse algunas prendas de su cuerpo. Salió como si nada del coche y entró rápidamente buscando con la mirada el elevador en menos de dos minutos llegó al tercer piso donde encontró a Zaid junto con Carla y Valeria.

— Al fin llegas — dijo, antes de soltar una carcajada —. Te ves horrible con esa ropa, Ian.

— No me digas — rodó los ojos —. Fue lo mejor que encontré en mi closet — dijo, sarcástico.

— Sí, claro. Te has salido de la fiesta de cumpleaños de tu esposa — colocó uno de sus brazos alrededor de los hombros de Valeria.

—No me gusta estar cerca de esa víbora y menos este día — se sentó al lado de Carla —. Leonard te manda saludos, dice que te portes bien y que no hagas nada en lo que no está.

— Como si le importara lo que hago ahora — se cruzó de brazos mirando hacia el piso —. Que siga con su esposa en lo que me quedo aquí mirándole el trasero al doctor de Rachel, ahí sí que tengo buena vista.

— Menudo trasero el que tiene ese doctor — Valeria chocó los cinco con Carla, logrando que Zaid soltara un gruñido que la mantuvo en su lugar —. Lo siento.

— Yo no lo siento — se burló Carla.

— Creo que llamaré a Leonard para que venga a ver esto — sacó su nuevo teléfono —. Esto se pondrá interesante — marcó un par de números.

— Dale, quiero que me castigue — ironizó —. Si es que viene el hijo de...

— No tuve que llamarlo — señaló el elevador —. Allí viene..., y está leyendo mis mensajes.

— No lo hiciste — abrió la boca en una perfecta O —. Me van a matar.

— ¡Carla! — la mencionada se levantó de golpe —. Ven aquí, ahora.

— Sólo estaba bromeando — se apresuró a decir —. Lo juro...

— Una broma de mal gusto — la tomó del brazo con algo de fuerza —. Nos iremos a darte un castigo justo ahora — caminó hacia el elevador —. Regreso en un momento, iremos a ver la habitación de Rachel — hizo un gesto con la mano —.  Veremos el baño.

— No dejen olores fuertes — Carla intentó abrir la boca pero no pudo hacer nada. Leonard había colocado su mano sobre sus labios.

Ian negó con la cabeza y dirigió su mirada hacia la camilla que se trasladaba por el pasillo el cual solo tenía dos o tres personas que no eran más que enfermeras o doctores del oficio en esa área.

Se puso de pie yendo rápidamente hacia la camilla y colocándose al lado de Rachel quien sonrió al sentir el olor del alfa cerca suyo y más aún cuando este tomó su mano dándole ánimos. Con su mano libre acarició el vientre de Rachel el cual estaba abultado como si ya estuviese en su tercer mes de embarazo y que además fueran más de dos niños en lugar de uno.

— Ya estás aquí, Rachel — acarició su vientre con suavidad —. Verás que todo saldrá mejor de lo que piensas.

— Si, espero que eso en verdad pase — suspiró, colocando una de sus manos sobre la del alfa —. Quiero que nada cambie o que si cambiara algo que sea para bien.

— Lo hará, verás muchas cosas diferentes a como las ves ahora — bromeó —. Las cosas serán muy diferentes y nuestros hijos darán paso a esto.

— Eso quiero también.

— Lamento interrumpir esto — dijo el camillero —. Pero tengo que llevar a la paciente a la sala de cirugía — Ian asintió estando de acuerdo.

— Está bien, gracias — soltó la mano de Rachel al igual que dejó de acariciar su vientre —. Nos vemos en menos de dos horas, Rachel.

— Gracias — suspiró, nerviosa —. Creo que ya es hora de que las cosas pasen como tengan que pasar.

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