En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 22

Bueno, el vientre de Rachel estaba enorme y casi no podía caminar porque sus pies estaban hinchados un montón. Eran la muestra clara de que sus bebés estaban cada vez más cerca de salir y ella no estaba preparada para eso todavía. Carla estaba con ella en todo momento y eso era algo de lo que estaba agradecida infinitamente, y más aún por la forma en la cual ambas estaban llevando el embarazo.

Al parecer el parto de Carla sería en dos meses más a lo que equivalía, que esos dos meses serían después del parto de Rachel.

Leonard iba de vez en cuando sólo cuando Zaid o Ian estaban en la casa. Es mejor prevenir que lamentar. Aunque, todos sabían que Leonard solo iba a la casa solo para ver cómo estaba Carla y también porque le gustaba la forma en la que la omega se veía el cuerpo con la ropa que misteriosamente aparecía en la antigua habitación que antes compartía con Leonard.

Carla cuando Leonard estaba cerca, trataba de salir lo antes posible de la misma habitación que estaba, por miedo a que de un momento a otro Leonard se la tomara contra ella por estar embarazada y también porque no pudo impedir que la marcará meses atrás.

Ellas no sabían mucho de Valeria, en esos días la habían visto muy pocas veces en las noticias mostrando su anillo de compromiso y también que había estado saliendo a algunos viajes con Zaid por el mundo.

Ese día en concreto, Ian se había mostrado más cariñoso de lo normal, sin contar que la noche anterior ambos habían estado haciendo cosas sucias por gran parte de la habitación, solo en los lugares que el vientre de Rachel podía permitir estar. Ian se estaba comportando de una forma muy cariñosa con la omega.

Veía como el alfa se paseaba por la cocina preparando el desayuno para los dos y eso que en verdad se veía rico y no era precisamente el desayuno.

— ¿Por qué está haciendo todo esto? — le preguntó Rachel, al alfa mientras se sentaba en una silla —. No puedo creer que esté aquí...

—Pues créelo, Rachel — colocó un pan tostado, con un jugo de limón y avena, justamente como se lo había pedido —. Debemos de aprovechar que los bebés están bien al igual que tú y que sobre todo el parto cada vez está más cerca.

—Gracias — murmuró —. En eso del parto tienes razón — se encogió de hombros —, ¿No será sospechoso el que esté conmigo y no atendiendo cosas que tienen que ver con el país? — comió pan tostado en lo que miraba a Ian hacer lo mismo.

—Así es — asintió —. Pero todo está en orden desde hace dos semanas por lo que te pido que dejes de preocuparte tanto.

—Es que es raro que esté aquí y que se haya quedado conmigo a pasar la noche — entrecerró los ojos —, ¿Qué se trae entre manos?

—No me traigo nada, Rachel — dijo, divertido —. Sólo te diré que estoy feliz porque estás aquí conmigo y porque al fin las cosas están saliendo como lo teníamos planeado.

—Teníamos — ahora sí que eso le había llamado demasiado la atención a la omega —, ¿De que no estoy enterada?

—No es nada malo — negó con la cabeza —. Es solo que hoy todos sabrán quién eres para mí.

— Auch — hizo una mueca, cuando uno de los bebés prácticamente pateó una de sus costillas —, ¿Eso quiere decir que ya no estará casado?

—Estaré casado hasta esta noche — le guiñó un ojo —. Después de esto seré todo tuyo — soltó una carcajada al ver las mejillas de la omega con un sonrojo muy notorio.

— ¿Se va a divorciar de ella? — bebió de su jugo y Ian negó —, ¿Entonces?

— Después te darás cuenta por las noticias — dejó a un lado el plato —. Es hora de hacer ejercicio.

Rachel resopló y luego soltó una maldición por lo bajo. No le gustaba cuando tenía que caminar por los alrededores de la casa, aunque la mejor parte de todo era cuando el alfa la cargaba de regreso y ella no podía quitar su mirada del torso desnudo o de su mandíbula, labios e incluso de cada músculo de su cuerpo.

Además, el alfa parte del tiempo, para no decir todo, Ian se hacía el dormido para sentir las caricias de Rachel en su cuerpo, y eso sólo era a veces cuando podía pasar algunas horas con la omega.

En verdad que todo estaba en contra de la omega ese día, el cielo estaba con unas pocas nubes lo que indicaba que su caminata sería refrescante y eso era algo de lo cual no estaba acostumbrada aún.

Ian les hizo unas señas a sus guardaespaldas para que vigilaran los alrededores en lo que ellos se paseaban por esos rumbos.

—Tengo algunas preguntas que hacerle — murmuró Rachel, entrelazando sus dedos con los del alfa —. Solo espero que no se enoje.

— No lo haré — negó, rápidamente con cabeza —. Ahora puedes hacerme las preguntas que quieras siempre y cuando pueda responderlas todas.

— Bien — asintió —, ¿Por qué es tan bueno conmigo?

— ¿A qué viene esa pregunta? — frunció el ceño.

— Es de mala educación contestar con otra pregunta — lo regañó —. Pero, responderé la suya para que vea que no soy mala. Es porque al principio cuando me compró me trató muy mal y tuve miedo de que de un momento a otro usted llegara y me matara porque no lo satisfacía ya que no tenía mucha experiencia.

— La razón por la cual te traté de esa forma el primer día que nos conocimos fue porque así soy con las personas que no conozco o que no son mis mejores amigos — besó los nudillos de Rachel —. Después de un tiempo me di cuenta de que no me habías hecho algo realmente para que te trate de manera indiferente.

— Eso es genial — se sintió feliz —, ¿Por qué me marcó esa noche en Pekín? — se había puesto más roja que un tomate y no era por el clima.

— Cuando el lobo de un alfa encuentra a su alma gemela es cuando su celo le llega de imprevisto y eso me pasó contigo — miró hacia el frente sin dejar de caminar —. Hace años que mi celo no llegaba de esa forma. La última vez que me llegó fue cuando cumplí la mayoría de edad y fue por obligación no porque quise que sucediera.

— Eso es genial..., creo — susurró —, ¿Entonces lo de la marca es por eso del alma gemela?

— Sí — asintió, y entraron a un camino de piedras que daba a un pequeño quiosco —. Este lugar lo mandé a construir días después de enterarme que estabas en cinta — señaló con el dedo el lago —. Hmm, me imaginé que estarías feliz de pasar tiempo con los niños en los días que yo no pueda venir a verte o cuando se presente algo y deseas estar sola — volvió a señalar, pero esta vez hacia otro lado —. Dentro de poco mandaré a construir unas cosas para los bebés para que jueguen entre ellos — se giró hacia ella—. Harán tres casitas, una para el nene y las otras dos para las nenas.

— ¿No cree que está gastando mucho dinero en los niños? — preguntó Rachel, sintiéndose fuera de lugar.

—No — la guió hacia el quiosco e hizo que se sentara en una de las sillas que estaban allí con él a su lado —. Soy el presidente de este país deben de tener lo mejor del mundo...

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