En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 27

Un suspiro salió de sus labios después de haberse colocado el vestido de la manera correcta. Quería estar tranquila durante la noche, pero le era imposible concentrarse con todas las cosas pendientes que tenía en mente.

Miró el anillo en su dedo y en ese momento lo vio tan grande que no creyó que fuera suyo. 

— ¿Ya estás lista? — preguntó Ian, y ella asintió sin mirarlo —, ¿Te despediste de los niños?

— Sí, ya lo hice — se pintó los labios —. También tomé mis medicamentos — se levantó —, ¿Ya nos vamos?

— Sí — extendió su mano para que la agarrara —, ¿Sabes que te amo, cierto?

— Lo sé, me lo dices siempre — frunció el ceño —, ¿Pasa algo?

— ¿Por qué lo preguntas?

— Es porque tienes una actitud muy diferente a la de esta mañana, me hablas más bonito — tomó su mano, de manera dudosa —, ¿Debo de saber algo?

— No, no hay nada malo que debas saber —besó su mano —. Vámonos ahora, antes de que se nos haga más tarde.

— ¿De quién es la fiesta a la que iremos?

— Es sobre mi regreso — dijo, sin importancia —. Sabes que las cosas son muy extrañas hoy en día, todos desean que esté en sus fiestas, algo que debo de hacer de vez en cuando.

— ¿Tengo que ir siempre?

— No, siempre que quieras — sonrió tenso —. Hoy tienes que ir conmigo, como acto de presencia.

— Entiendo — miró la puerta de la habitación en la que estaban los bebés —. Siento que algo malo va a pasar, no me siento bien.

— Deja el drama, mujer, que nada malo pasará con los bebés — caminó un poco más rápido —. Alguien se quedará con ellos mientras estamos allá, ¿Sí?

— Entiendo — murmuró.

Llegaron al famoso hotel en donde estaría siendo llevada a cabo la fiesta. Había muchas personas que estaban tomándose fotos y haciendo entrevistas. Una sonrisa algo forzada se instaló en sus labios viendo como todos ponían su atención en ellos como si fueran los reyes del mundo.

— No daremos entrevistas — le susurró en el oído —. Sé que no te vas a sentir cómoda estando con todas estas personas — besó su mejilla —, ¿Quieres tomar algo?

— Lo que deseo es quitarme este vestido y que mi cola salga — murmuró, encogiéndose un poco —. ¿Vamos adentro?

— Entiendo — rió —. Te amo.

— También te amo.

Posaron para varias personas, la prensa quiso tenerlos en primicia, algo que no iba a permitir, su familia era suya. Adentro fue de igual manera, muchas personas se acercaron para comenzar una conversación, algo que no permitió, quería algo más de privacidad con su familia.

— Al fin llegaron — Valeria abrazó a Rachel —. No sabes lo feliz que me hace el que hayan venido.

— Muchas gracias por haber venido — la abrazó —. Mi esposo se está comportando de una manera extraña desde que llegamos.

— El mio igual — se separó —. Me la llevaré hacia donde está Carla, los demás están en el otro salón.

— Entiendo — asintió —. Nos vemos más tarde.

— Le pregunté a Zaid que estaba pasando y no me quiso decir — puso un mechón de su cabello detrás de su oreja —. La prensa no puede entrar aquí, pero te aseguro que hay más personas que estarían encantados de que la esposa del dictador de este país hiciera algo fuera de lugar.

— Tengo un mal presentimiento — se llevó una mano al pecho, mientras caminaban —. Siento que algo malo está por pasar y no podré hacer nada.

— Tranquila — salieron al balcón —. Todo pasara rápido y podrás estar en casa con tus hijos, ¿Sí?

— ¿Pasa algo? — preguntó Clara, entrando después de ellas y cerrando la puerta —. Se ven muy tensas.

— No es nada del otro mundo, nosotras y nuestras malas mentes — se sentaron —. El anfitrión es muy guapo — comentó —. Yo si le doy.

— ¿Sabes cuál es su nombre? ¿O como es?

— Pues el nombre no lo sé, porque aún no se ha presentado, pero es un apellido muy importante en la política…

— No me hables más de política, Valeria — dijo Rachel, quitándose los zapatos —. Ya estoy harta y apenas tengo un día desde que mi esposo decidió volver al poder.

— Un día no es igual a un año — le recordó —. Sabes que él ha estado muy feliz contigo, está haciendo todo lo posible para que tú estés bien.

— Está haciendo un pésimo trabajo, no estoy feliz con la vida que estoy llevando, deseo tener  a mis hijos conmigo, que ellos se den cuenta de que su madre estará hasta el final — tragó en seco —. Me los quiere quitar, dice que es para protegernos, pero no nos hubiese llevado en primer lugar a ese sitio si era para hacernos daño.

— Yo… no sé qué decirte — dijo Clara —. Aunque me dijeron que abortara, se ha comportado como un buen padre, no le falta amor paterno a Luka y yo estoy muy feliz por eso.

— Desea alejarte de la vida que has traído al mundo, ¿Cómo crees que eso está bien? — dijo Rache, para hacerle ver que estaba equivocada.

— Yo no estoy de acuerdo con que me aleje de mis hijos, pero no puedo hacer nada, porque al fin de cuentas soy una omega que terminó comprada en ese lugar. 

— Que al final te convertiste en su pareja mujer — le recordó —. Ya estoy harta de que todos me estén diciendo lo que tengo que hacer, sé que soy una hibrida, mitad gata y mitad zorra, pero eso no les da el derecho de decidir por mi, ¿No lo crees?

— Sí, ellos pueden decidir por ti, te casaste con un hombre déspota que sólo ve el beneficio que puede conseguir contigo estando bajo su beneficio — siguió Valeria —. Aunque no pueda tener hijos con Zaid, te aseguro de que él no permitiría que Ian haga lo que quiera.

—  Dícelo a Rachel, es la que está casada con ese demonio — levantó los brazos —. Yo no puedo hacer nada, no le diré a Leonard que se detenga, eso estaría muy en contra de toda la mierda que me ha pasado, ya estoy harta de tener que vivir con miedo, todos los días en las mañanas me levanto pensando en que hubiese sido de mi si no hubiese sido comprada, que estuviera siendo y todos los escenarios posibles que llegan a mi mente es que estaría muerta.

— Tienes un punto, pero no es válido, ¿No te has puesto a pensar que todavía hay más lugares en los que haya más personas en nuestro caso?

— No existen híbridos como yo, sólo mi hija — dijo Rachel —. Es imposible que existan en dado caso de que hayan, estarían a punto de morir. Sino son marcados por sus almas gemelas a la edad de veintiuno, enferman y mueren — dijo, pensativa —. Esto es una mierda — se dejó caer sin ningún cuidado sobre la silla —. Me gustaba mi vida de antes, en la que nadie podía decirme lo que tenía que hacer, en la que mis hijos y yo estábamos tranquilos.

— Voy a ir a tomar algo, ¿Vienen conmigo? — preguntó Valeria, para luego colocarse de pie —. No me dejen ir sola. 

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