En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 3

El miedo recorrió su cuerpo de pies a cabeza. No subió la cabeza en todo el camino, sólo por no desobedecer a su amo. Las voces que escuchó en un momento determinado de su viaje la dejaron congelada.

Del otro lado de la puerta había muchas personas hablando a gritos como si estuvieran esperándolos. El gruñido que escuchó por parte de su nuevo amo le indicó que no estaba de acuerdo en seguir escuchando a esas personas.

Una serie de maldiciones y un aceleramiento del vehículo la hizo agarrarse del asiento buscando con que protegerse de posibles accidentes. Su corazón latía con fuerza a medida que avanzaba por las calles. Estaba tan concentrada en aprender el camino de regreso en carro mientras avanzaba que no escuchó nada de lo que estaba preguntando su nuevo amo.

— ¡Maldita omega! ¡Te estoy hablando! — ese potente grito la hizo volver al presente, dando un salto en el piso de la limusina .

— Lo siento, amo. No lo estaba escuchando — murmuró, jugando, con sus dedos.

— Ya me di cuenta de eso — bufó, exasperado —. Te estaba haciendo unas series de preguntas y estabas tan ida; que lo único que estabas pensando es en agarrarte de ese asiento como si tu vida dependiera de eso.

— En verdad lo siento, amo. No volveré a estar distraída.

— Eso espero, omega inservible — dijo, serio.

Rachel mordió su labio al escuchar ese nombre por segunda vez en su vida. No quería ponerse a llorar porque eso le daría más razón a su nuevo amo de llamarla de esa forma. La primera vez que le dijeron de esa forma fue cuando apenas tenía cuatro años y fue su hermano alfa antes de venderla, pensaba que nunca la volvería a escuchar de alguien más pero se equivocó.

— ¿Cuál es tu nombre? — rompió el silencio que se había formado.

— Rachel — fue lo único que dijo, aun con la cabeza agachada.

— ¿No tienes apellidos?

— Nos quitan el apellido cuando llegamos a ese lugar, amo — sus labios temblaron, mientras más hablaba.

— Interesante. ¿No tenías familia alguna cuando te dejaron en ese lugar?

—Sí, tenía un hermano alfa — jugó, con los extremos de la bata.

— ¿Cómo llegaste allí? ¿Fue por voluntad propia? — preguntó, con un toque de burla, y Rachel rápidamente negó con la cabeza —. Entonces contesta, omega.

— Mi hermano me vendió cuando tenía dieciocho años, justamente el día de mi cumpleaños. Nadie en su sano juicio querría estar en ese lugar por voluntad propia.

— ¿Naciste ciega? ¿O tuviste algún accidente cuando eras más joven? — la curiosidad lo estaba matando, algo dentro de él le decía que debía de seguir preguntando más sobre su vida.

— Nací de esta forma, por eso estaba en ese lugar. Nadie quiere hacerse cargo de una omega inservible como yo en la sociedad. Además, a nadie le importa tener que lidiar conmigo siendo una omega y zorro — se encogió de hombros, concentrándose en el camino y en las vueltas que daba la limusina.

— Por eso te encuentro interesante, zorrita — se acercó a su rostro haciendo que su aliento choque contra el de la omega —. Eres de esas pocas especies exóticas que aún existen en el mundo — acarició su cabello y Rachel no pudo evitar ronronear —. Aparte de zorra me saliste gata, pero que… — se calló de golpe, analizando lo que había dicho.

— ¿Sucede algo malo, amo? — preguntó, preocupada, cuando las caricias dejaron de estar presente.

— Quítate la bata que traes, ahora — ordenó, echándose para atrás.

— ¿Por qué? ¿Hay algo mal en mí?

— Sólo quítate la maldita bata — gruñó.

Rachel asintió hincándose y tomando los lazos de la bata quitándose lentamente de su cuerpo, no porque quisiera parecer sexi, sino porque tenía miedo de que descubriera algo mal en su cuerpo aparte de su falta de visión.

Su miedo incrementó cuando recordó algo de lo cual estaba segura de que se llevaría a la tumba si nadie se daba cuenta. La bata cayó por sus hombros y sin poder evitarlo sus mejillas se pusieron rojas de la vergüenza que estaba sintiendo. El sonido de un interruptor se hizo presente en la limusina.

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