En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 30

— Ellos me entregaron ropa para que uses esta noche, Rachel — murmuró

algo cohibida —. Es lencería… antes de que digas algo todas debemos

usarla por órdenes de Tommy, pero tu usaras la más provocativa.

— Entiendo, creo que si lo hago…

No lo haces — lo interrumpió —. Todas sabemos que fuera de estas

puertas, que Tommy está detrás de ti desde hace tiempo, él tiene todo

calculado para ti esta noche. Si nadie te compra él se encargará de ti y

ambas sabemos cómo serán las cosas — el pequeño cuerpo de Rachel

comenzó a temblar y pequeños temblores se hicieron presentes.

Ahora

sí que su destino estaba escrito, ahora sí que no había nada que

pudiera hacer. Nadie iba a querer a una omega discapacitada como ella en

el mundo de los alfas de alto rango.

Sus ojos comenzaron a

llenarse de lágrimas sin poder evitarlo. Había oído en los pasillos

cuando se paraba en la puerta que Tommy siempre terminaba matando a las

omegas que no lo satisfacía sexualmente o sino las mandaba hacia otros

países para prostituirlas en los barrios bajos del mundo.

— No

llores, Rachel — besó su mejilla, con cariño —. No pienses en eso, por

favor. Verás que nadie te pondrá la mano. Quizás encontrarás a alguien

que te quiera para toda la vida…

— No me pidas eso, no puedo creer en los príncipes azules de los cuentos que me dices todas las noches.

Sino crees en los príncipes azules, entonces cree en los príncipes de

negros — bromeó, para quitar la tensión que se había formado en el

lugar.

*****

— Sé que este no es el mejor cumpleaños de

todos Rachel — sintió como algo frío y simbólico era colocado en su

cuello —. Este collar simboliza nuestra amistad. Tiene dos colores, uno

de ellos es azul como el color de tus ojos, el de Carla y el mío, y el

otro es marrón por mi único ojo marrón.

— Gracias, Val. Eres una

de las pocas personas que han hecho algo por mí en la vida. Espero que

nos volvamos a encontrar alguna vez — pequeños dedos se posaron en sus

mejillas quitando las gotas que habían comenzado a caer de sus ojos.

— No llores, Rachel. Vas a arruinar el maquillaje — le reprochó.

— Eso es lo de menos ahora…

Valeria — la voz de la única persona que más odiaba en la vida se hizo

presente en ese pasillo. Su destino había llegado —. Ya tienes dueño,

fuiste la adquisición esta noche. Tu nuevo dueño te espera… y para que

te hagas una idea de lo que te espera, es un león.

Apretó los

dientes mirando hacia el techo para que las lágrimas no salieran de sus

ojos como tenía planeado hacer desde hace rato.

— Te amo, Rachel.

Pase lo que pase siempre serás mi mejor amiga y esta cadena lo prueba —

su voz sonaba estrangulada por las lágrimas que no había podido

contener.

Rachel no tuvo tiempo de decir nada a Valeria porque

había sido llevada con brusquedad hacia su nuevo dueño de ahora en

adelante. Se sostuvo de la pared y casi vomita cuando el olor asqueroso

de Tommy se posó a su lado con uno de sus velludos brazos sobre sus

hombros.

— Sería una lástima que alguien que no sea yo te usara,

Rachel. Eres tan hermosa y sobre todo, tan caliente con lenceria que me

dan ganas de follarte contra esta pared y quitarte hasta la última

esencia de tu cuerpo. Aunque, esta noche puede que se haga realidad ese

sueño caliente que tengo contigo — dijo, en voz baja, en el oído de

Rachel.

Rachel se removió incómoda en su lugar hasta que pudo salir del agarre de ese hombre.

— No me toque, señor — intentó que su voz sonara firme.

— Eso está por verse, Rachel — saboreó su nombre.

Ahora

estaba sola, sin nadie con quien hablar, ninguna de las que quedaban

eran sus amigas o conocidas. Sus plegarias fueron escuchadas por el

diablo, porque en ese momento fue tomada del brazo y arrastrada a través

de las personas. Ahora sí que estaba jodida.

— Es tu día de

suerte, zorrita — la voz de James se hizo eco a través de sus tímpanos

—. Te han comprado un alfa muy importante en estos negocios, aunque dudo

que dures mucho con él, porque es un león de gran prestigio.

— ¿En qué estás pensando?

En el príncipe azul que nunca llegó a mi vida — se encogió de hombros,

hablando con sinceridad —. Creo que después de todo te volviste el

príncipe negro— lo miró —, ¿Por cuánto tiempo tendré que estar en ese

lugar?

— El tiempo que sea necesario, no tardaremos poco menos de

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