En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 8

La sonrisa en su rostro no se fue en ningún momento, todo lo contrario se mantuvo intacta durante todo el congreso y con los presidentes de otros países. Todos sabían quién era Ian Jones, un tirano que vivía de los ingresos de su país y que llevaba más años gobernando que cualquier otro presidente.

Ian tenía a todos a sus pies, cada quien sabía a que se atenían cuando se dirigían a él. Aunque muchos lo envidiaban de sobre manera a causa de que él tenía todo lo que un hombre pudiese desear en la vida con solo chasquear los dedos.

Pero la sonrisa de ese presidente no era precisamente por eso, todo lo contrario. Recordaba en cada ocasión que podía la manera en la híbrida que tenía en casa había gritado su nombre la noche anterior sin descanso alguno, mientras que él profanaba cada parte de su cuerpo de forma en la cual estaba seguro de que no iban a olvidar ninguno de los dos por un largo rato.

Zaid y Leonard notaban eso de su amigo y sólo negaba con la cabeza, sabían a qué se debía tanta felicidad. Ellos también estaban en las mismas, nadie les iba a quitar esas estúpidas sonrisas de sus rostros.

— Por lo visto el día de hoy el presidente está de lo más feliz — dijo el encargado del congreso —, ¿Será que su esposa al fin ya lo bendijo con su primer hijo? — Ian le sonrió tenso, esa no se la esperaba.

— Nada de eso — extendió su mano en forma de saludo, para que no se notara que no se acordaba de que tenía esposa por estar follando sin descanso con una mitad gato y mitad zorro —. Por ahora mi esposa y yo no estamos pensando en tener hijos, quizás después de que estemos estables sin tantas cámaras detrás de nosotros…

—Puede que tenga razón en eso, puede que no la tenga — subió una ceja, y puso una mano en la espalda de Ian, para que caminara con él, hacia un lugar más privado —. Me imagino que escuchó sobre las almas gemelas.

Ian rodó los ojos cuando escuchó eso de ese viejo, esas cosas eran de niños no de un adulto.

—Escuché sobre eso, pero fue hace muchos años y no estoy seguro de que si me importa — se encogió de hombros —, ¿A qué viene eso?

— La verdad es que a nada, pero únicamente se lo recordaba a mi querido presidente por si lo había olvidado — rió —. Pero me di cuenta de algo y es que tiene un olor totalmente diferente a cualquier otro en este lugar y no es el de su esposa porque ella se quedó lejos de este país…

— Tengo el mismo olor de siempre, no tengo ningún otro — lo interrumpió con brusquedad, ya no le gustaba el ritmo de esa conversación —. No sé a qué mierda quiere llegar conmigo y esta estúpida conversación. Así que diga todo lo que tiene que decirme sin la necesidad de estar dándole vuelta al asunto.

—No quiero llegar a ningún lado con esta conversación. Es sólo que su olor se me hace un poco exótico en pocas palabras — le sonrió burlón —. La verdad es que descubrí muchas cosas en estos días de las cuales todo el país y el mundo estarían dispuestos a saber si abro la boca.

— Diga lo que quiere de una buena vez por todas — se separó de él —. Me imagino que desea dinero…

— El dinero es lo de menos para mí, solo le recuerdo que usted debe de andar con pasos finos si su hermano se llega a dar cuenta de que usted está con una híbrida…

— ¿Qué demonios tiene que ver mi hermano en esta conversación…? — se cortó de repente —. Hace años que no nos vemos y según tengo entendido aún intenta llegar a la presidencia del país.

— Tiene toda la razón en eso, señor presidente — el hombre asintió, y luego miró hacia los lados —. Su hermano es un hombre muy astuto, así que le sugiero que ande con pasos finos por si alguna vez se presentan los problemas que se vienen en el futuro por estar con esa híbrida.

— Mi hermano no debe de meterse en mis cosas — bramó —. No hay razón por la cual él tenga que estar enterado de lo hago con mi vida a menos que alguien le diga y ya eso serían grandes líos para el soplón.

— Lo sé, señor — el hombre suspiró —. Sólo le diré que su hermano anda haciendo muchas cosas en contra suya, al parecer está buscando algo insólito en su gobierno y todo lo que usted tenía construido durante los años será irá a la mierda solo por eso — le sonrió de forma paternal.

— Gracias, pero ya es hora de irme a casa. Mi labor en este país se acabó — ni siquiera esperó a que el hombre le dijera algo, salió de ese lugar.

Se despidió de todos los presentes que se le acercaban y luego se tomó algunas fotos a la salida con algunos de sus seguidores en ese país, debía de mantener una imagen intacta.

El camino hacia la casa fue un poco tenso para los tres amigos, Ian tenía en la mente que debió de ser más cuidadoso con el olor de Rachel que tenía impregnado en su cuerpo y más aún sabiendo ahora que su hermano estaba detrás de él una vez más algo que no podía permitir.

Su esposa era un caso aparte en su vida y la verdad era que no le importaba mucho lo que pudiese suceder con ella. Lo primero que hizo cuando se bajó de la limusina para ir rápidamente hacia la casa sin esperar a sus amigos, necesitaba ver a Rachel, sentirla en sus brazos como lo había hecho la noche anterior y saber si era cierto lo que decía ese viejo.

No pudo evitar sonreír al verla durmiendo frente al televisor con una hermosa corona de flores sobre la cabeza y su cola rodeando sus piernas. Se acercó a ella tomándola en brazos y subir las escaleras sin despertarla realmente. Sus amigos también hicieron lo mismo con las demás omegas, además, debía de preparar todo para esa misma noche en la cual tenían que regresar. 

Rachel se removió incómoda en los brazos del alfa, pero se mantuvo quieta sin hacer un solo sonido, esperando que este no se enojara con ella.

Ian la acostó en la cama y luego lo hizo él, después de quitarse la ropa con la que había pasado la mañana y parte de la tarde con ella puesta, en ese maldito lugar. 

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