En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 9

Su espalda chocó con la pared detrás de ella cuando una de las embestidas marcó el ritmo una vez más, no supo cómo fueron a parar una vez más en la lujuria y la pasión en ese día.

Pasó más de dos semanas desde que volvieron de ese congreso y el presidente del país pasaba más tiempo con ella que con su esposa…aunque Rachel no podía dejar de imaginarse las veces en las cuales la pobre mujer se quedó sola en casa con un lazo que él por muy malo que fuera, le fascinaba la forma en la que el alfa la trataba en cada uno de sus encuentros.

Sus uñas fueron a parar a la espalda del alfa cuando su vientre comenzó con las contracciones de que se iba a correr en ese instante.

El alfa al darse cuenta de eso la llevó hacia la cama donde la acostó y comenzó a penetrarla con embestidas que hacía que el cuerpo de la omega vibró con cada roce de sus pieles. 

Se corrió seguido de Rachel, el nudo cada vez se hacía más grande conforme a los encuentros y eso a Ian no lo hacía del todo feliz.  Ese viejo no podía tener razón cuando dijo que las almas gemelas aún existen en este mundo lleno de corrupción y de mala fama.

Un suspiró salió de sus labios y miró con detalle a la omega debajo de su cuerpo, Rachel era sumamente hermosa y como era. Rachel podía llegar a ser una muy buena omega sin la necesidad de ser entrenada por alguien, el único defecto que tenía ante la sociedad: es híbrida y ciega. La matarían con sólo pisar fuera de esas cuatro paredes.

Mejor la mantenía en esa casa hasta que se aburriera y listo, aunque su lobo parecía no querer dejarla ir por mucho tiempo más. El nudo se vacío seguido de que su cuerpo se relajó, se acostó al lado de la omega quien había mantenido los ojos cerrados y la respiración regular después de la faena. 

Ian estaba descuidando más de lo necesario a su país y eso no estaba bien visto, había cancelado tantas cosas en el tiempo que Rachel ha estado con él, que ya se le hacía rutina hacerlo. 

Zaid y Leonard se lo decían cada vez que lo hacía, cada vez que descuidaba a su esposa, ella no hacía nada por remendar el matrimonio que poco a poco se iba apagando. Jessica tenía otros planes y en esos planes no estaba el alfa incluido e iba a investigar el porqué de tantas salidas.

— ¿Estás cansada? — susurró Ian, haciendo que la omega abriera los ojos con una pequeña sonrisa perezosa.

— Sólo un poco, amo — negó con la cabeza —. Nada de qué preocuparse — bostezó.

— Nada de qué preocuparme — Ian rió —. Estas molida, Rachel.

— En eso tiene razón — sus ojos se cerraron, pero aún estaba consciente de lo que pasaba a su alrededor.

— Creo que debes de dormir un poco ya es hora de irme a casa con mi esposa — dijo, con un nudo en la garganta, y se levantó de la cama para irse al baño.

— Tiene razón — Rachel le dio la espalda —. Yo soy la que está con las piernas abiertas para usted — dijo, bajito, para que Ian no la escuchara pero falló.

Ian negó con la cabeza y entró al baño, no podía dejar que las cosas se le subieran de más a Rachel.

*****

Era pasada la media noche cuando por fin llegó a la casa presidencial sin ser visto por algún chismoso, todo estaba en silencio algo que agradeció enormemente. No necesitaba lidiar  con la voz irritante de su esposa.

Aún se preguntaba qué había visto en esa mujer hace quince años cuando entró en la política, en cambio cuando estaba con Rachel todo era diferente. Rachel le hacía olvidar las cosas malas del día en un parpadeo y eso era algo de lo cual lo tenía preocupado de por sí.

Pasó una mano por su cabello dándoles una mirada a los empleados que aún estaban en la casa, antes de subir las escaleras e ir a la habitación principal y la cual compartía con su adorada esposa.

Puso los ojos en blanco al encontrarla sentada en la cama con ropa interior provocativa y con los brazos cruzados, mirándolo con ojos de querer matarlo en pocas palabras.

— ¿Dónde estabas? — Ian no se contuvo en poner los ojos en blanco ante esa pregunta —. Es algo serio, Ian. Desde navidad no pasas tiempo aquí, sino estas en una supuesta reunión, estas de viaje a sabrá Dios donde — se levantó de la cama —, ¿Me puedes decir que está pasando? — colocó sus brazos alrededor de la cadera del alfa.

— No sucede nada lo cual debes de tener interés alguno — quitó sus manos, dándole una sonrisa torcida y falsa —. Es que ya no me gusta la forma en la que te mueves en la cama — le guiñó un ojo y luego fue hacia el baño, dejándola con la boca abierta.

— ¡Sabía que tenías una amante! — golpeó la puerta con fuerza — ¡Eres un hijo de perra!

— ¡Tú tampoco eres una santa, Jessica! — le gritó de vuelta —, ¿Crees que no me doy cuenta de que también tienes un amante?

— No soy igual que tú — dijo, entre dientes —. No ando con olores de otras putas en mi cuerpo como tú lo haces.

— Al menos el olor de esa puta es mucho mejor que el de mi querida esposa — se metió a la ducha —. Espero que disfrutes del sexo que te da mi hermano, perra.

Jessica después de escuchar esas palabras, dio varios pasos hacia atrás con la boca en el piso sin poder creer lo que Ian estaba diciendo o mejor dicho lo último que dijo.

Después de unos pocos minutos de estar parada sin decir una sola palabra la puerta del baño fue abierta por Ian, quien salió con el cabello ligeramente húmedo por la reciente ducha y con la toalla en su cadera.

—No se dé qué te sorprende el que te diga esto — negó con la cabeza mientras se acercaba a ella a pasos decididos —. Por algo nunca te marqué como mi esposa en ese cuello asqueroso que te cargas… sé muy bien con la clase de perra con la cual estoy casado. No me tientes porque soy capaz de matarte de la misma forma en la cual mate a tus padres hace cinco años — le dio un casto beso en los labios sacándola de su trance —.También sé que sabías eso de mí y que buscas venganza por parte de mi hermano quien te engaña — hizo un gesto inocente —. Soy más listo de lo crees, así que cuando vayas donde mi hermano dile que su juego no tiene ganancias conmigo y que dentro de poco seré otra vez el que siga gobernando el país por más años de los que se han visto.

— Eres un ser tan asqueroso que sólo se desvive de los demás — escupió —. No puedo creer que hayas matado a mis padres para tener el poder de un país que sólo ve las cosas buenas que haces, pero no ve lo maldito que eres.

— Y yo no puedo creer que aún siga casado con una arpía sin estilo como tú — la miró de arriba hacia abajo —. Si fuera tú, ya estaría ahorrando para posibles cambios en la vida del presidente de este país.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: En las manos del presidente (COMPLETADO)