Encuéntrame romance Capítulo 12

El agua fría bajaba por su cuerpo, pero no lograba obtener una temperatura adecuada. Sentía que estaba hirviendo a pesar de que ya había pasado un tiempo de haber llegado a su casa y procesar la información que escuchó.

Por un momento y después de muchos años, las palabras de Oliver describiendo a su próxima paciente, le habían alterado su paz. Esto sumaba a que él volviese a recordar su pasado, sus recuerdos; aquellos momentos en que su vida se terminó para dar paso a ocupar otra vida que realizaba porque su cuerpo físico aún seguía con vida.

La garganta se le apretaba de solo pensar en la situación de su paciente, era exasperante querer quedarse con los brazos cruzados y hacer como si todo estuviese normal.

De cierta forma también estaba enojado con la chica, ella había aportado gran parte para que su calamidad se hiciera más grande, y aunque estaba claro que la mente se podía comprimir en un puño, esto no le daba excusa a que ella misma hubiese sido su mismo infierno. «Debió confesarlo todo», pensó Cox, mientras cerraba la llave de su ducha.

En una hora debía estar en el consultorio de Oliver. Él tenía su propio sitio, pero respetaba ese dichoso traspaso que Walsh quería hacer para no cambiar mucho la rutina de su paciente. Sabía que no iba a ser fácil para ella esta transición, y él debía tener mucha paciencia a lo que se presentara de ahora en adelante.

Estaba nervioso, tenso, y con el pecho latiendo muy rápido. Tenía años de no tener los nervios como ahora, y eso lo sumaba a esa aprensión que Oliver tenía para con esa chica. Prácticamente le había implorado que la tratase con fragilidad, y que como a una de sus hijas, le hacía este encargo.

Llegó a la sala de su casa colocándose el reloj, pasaría por el hospital a dejar algunas cosas arregladas, antes de subir a ese consultorio, y debía llegar más temprano a esa cita.

—Señor… —Clara, la mujer que lo ayudaba en casa, interrumpió sus pensamientos y frenó su tan apresurada salida—. Su madre volvió a llamarlo.

Xavier pronunció su ceño y se giró hacia ella.

—Y… ¿Le dijiste lo de siempre? —preguntó Xavier desinteresado.

—La señora Eliana estaba algo… molesta…

—No importa Clara, no te preocupes por eso —respondió Cox tomando sus llaves.

—Señor… me dijo que le diera un recado… —agregó la mujer un poco nerviosa haciendo que Cox se girara nuevamente irritado.

—Puedes decirme…

—Dijo que, si usted no contesta a sus llamadas, ella vendrá a Durango la otra semana —informó hacia él apenada.

El aire salió de su boca mientras negó varias veces, asintió hacia la mujer y luego se despidió muy bajo.

Le avergonzaba todo este asunto, a pesar de los años que Clara tenía en su casa, aún le abochornaba verla a la cara porque ella era la única persona que sabía la verdad.

Xavier era nativo de los Ángeles, sus padres vivían allá desde hace mucho tiempo, ahora Eliana Cox era la que quedaba junto con su hermana, ya que su padre estaba ausente por un infarto hace un par de años atrás.

Resopló un poco fuerte dentro de su auto y luego negó colocando su cabeza en el volante, debía llamar a su madre si no quería que ella estuviese en Durango en unos días, y esto no era solo una amenaza de ella.

De cierta forma había ahuyentado a todas las personas de su vida, las pocas que quedaban dentro de su corazón, como su madre Eliana, y su hermana menor, Elisa.

Pero, «era mejor así», pensó llegando al hospital.

Luego de ir a dar algunas indicaciones, se colocó la bata, dejó sus cosas en su propio consultorio, cerró rápido y se subió a un ascensor para dirigirse hacia el lugar de Oliver. Miró su reloj y vio que aún faltaba tiempo y por los mensajes en su móvil supo que Walsh ya se encontraba allí.

La sala de espera de pacientes estaba vacía, y su secretaria no estaba, así que pasó directo dando unos toques suaves a la puerta y abrió sin esperar una respuesta.

Oliver estaba de espaldas a él, ordenando algunas carpetas y recogiendo cosas en cajas. Pero cuando entró se giró para observarlo.

—Aquí estás de nuevo —dijo asomándole un asiento.

Pero Xavier le dijo que no con las manos y luego caminó directo a la pecera divertido.

—¿Un solo pez?, ¿acaso esto es un fetiche? —preguntó en broma mientras Oliver le dio una risa de aprobación.

—No sé muy bien de peces, ni peceras, la compré por… —se frenó de golpe y Xavier arrugó el ceño.

—¿Esposa?

Justo cuando Oliver iba a responder, el teléfono de su consultorio sonó y él lo tomó de inmediato.

—Doctor, ya estoy aquí —anuncio su secretaria.

—Bien, cuando sean las dos en punto, y si ella ha llegado, la haces pasar.

—Muy bien doctor, a las dos en punto le digo que pase… Ammm, por cierto, ya ha llegado.

—Espera hasta las dos —le ordenó Oliver nervioso y luego colgó el auricular.

Sus nervios se esparcieron por todo su cuerpo.

—Xavier, nuestra paciente está afuera, así que tenemos 5 minutos para atar los cabos que nos faltan. Yo… quiero decirte algo…

Xavier se sintió un poco incómodo ante la expresión de Oliver, si lo conocía como lo conocía podía pensar que Oliver estaba muy nervioso y eso no era normal en él. Cox caminó hacia la silla que estaba frente a su colega y se sentó como esperando el balde de agua sucia que estaba por tirarle su compañero.

—Adelante…

La tensión de Cox solo le gritó a Oliver que era hasta el último momento que podía revelarle la verdad. Entonces, tomó asiento también frente a él, y dijo lo que necesitaba.

—Quiero que ella vaya dejando el medicamento —dijo Oliver muy despacio—. No quiero inmiscuirme en tu trabajo, pero la chica ya tiene una dependencia de ellas, y eso no es bueno.

—Sabes que si las necesita yo no se las quitaré —respondió Xavier muy serio, y Oliver sabía que ese tema lo afectaba en gran manera.

—Sé lo que quieres decir —respondió Oliver—. Pero este no es el caso, ella no tiene ninguna enfermedad sino un trauma que no pudo superar…

—Lo entiendo perfectamente Oliver… Y…

El teléfono sonó de nuevo cortando con sus palabras, así que Oliver lo atendió.

—¿Sí?

—Doctor, son las dos, pasaré a la chica…

—Sí —dejó ir sus palabras como último suspiro y reprimió sus ojos para amortiguar todo lo que en este preciso momento le aquejaba, pidiendo al cielo que Ana fuese lo suficientemente fuerte para todo lo que tenía que enfrentar sin él…

*

—Señorita, puede pasar, el doctor la espera —la secretaria que estaba frente a ella anunció su tan esperado momento.

Estaba nerviosa hasta los huesos, incluso su mandíbula estaba en completa tensión por lo que fuese a ocurrir, no quería despegarse del único hombre en el que ella había confiado, Oliver era para ella como la orilla de su gran tormenta.

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