Encuéntrame romance Capítulo 22

La mandíbula de Xavier se apretó duramente y volvió a cerrar sus ojos colocando las manos en la encimera. «¿Qué estaba pasándole hoy?»

Soltó el aire, debía ser esa porquería de contrato al que se había sepultado hace mucho tiempo que lo volvía inestable. Odiaba ver esos papeles cada tres meses, detestaba que cada cierto tiempo le recordaran lo miserable que era su puta vida.

—Xavier —la voz dulce y preocupada de Ana lo trajeron de golpe al momento, así que giró hacia ella—. Estás pálido…

Vio como su mano reposaba en su hombro, entonces deslizó sus propios dedos y comenzó a arrastrarlos por todo su brazo. «La necesitaba, necesitaba con urgencia hundirse en su piel y olvidarse del mundo».

Quería saber si estar con esta chica podía hacer ese milagro, que su mente descansara de pensar, de recordar y sobre todo de sentir ese dolor que no se iba, de un corazón que tenía las heridas abiertas, muy sangrantes dentro de él.

Para terminar de sorprenderse Ana lo observó con mucha preocupación y por si sola se atrevió a colocar su mano en su rostro, aunque sus labios temblaban un poco y veía mucha inseguridad en ella, se esforzó por sobre todas sus luchas, se puso de puntillas, rodeo su cuello con sus brazos y juntó su boca con la de él en un beso casto.

Su aliento salió estrellándose en la boca de Ana, entonces susurró.

—Entonces haremos algo de comer después, ahora mismo comeremos algo mejor…

Ana asintió sin dejar de enredar sus manos en su cuello. Xavier la alzó de forma cuidadosa y ella no esperó en envolver sus piernas alrededor de su cintura mientras él caminaba.

Vio como subió unas escaleras, pero sus miradas no dejaban de centrarse en ellos mismo en ningún momento. Después que pasaron un pasillo largo, Ana vio como Xavier medio tocó la puerta con su mano y esta se abrió para dar pase a una habitación enorme.

Sus pies tocaron uno a uno el suelo mientras las manos de Cox comenzaron a delinear cada parte de su rostro.

—Necesito que te entregues completamente a mí, Anaelise… ¿Puedes hacerlo? —su petición estremeció entera a Ana, parecía más bien una súplica cargada de necesidad, y ella pudo verse envuelta en ese mismo sentimiento que estaba dominándola completamente.

Sin ninguna palabra como respuesta, Ana retrocedió varios pasos atrás y comenzó a quitarse su blusa lentamente mientras él la miraba con aprensión.

La sonrisa de Cox se dibujó al ver que su brasier tenía unos pequeños dibujos, y su gesto fue correspondido cuando Ana también sonrió hacia él. Luego bajó su pantalón para mostrarle que su panti también tenía dichas figuras.

Cuando ella estuvo en ropa interior, sintió lágrimas en sus ojos, pero las reprimió, Ana tenía un conglomerado de emociones dentro de su pecho, deseaba gritar, llorar y correr de la emoción por no sentirse una porquería desnuda frente a alguien.

Pero no dañaría el momento con sus cargas, porque, entendía que hoy era diferente y que por algo extraño que palpitaba dentro de ella, el hombre que estaba en su frente, también la necesitaba, de alguna forma, pero lo hacía.

Xavier estuvo a punto de quitar su camisa hasta que ella alzó su mano para detenerlo.

—Quiero… —ella pasó un trago, su cuerpo literalmente estaba titilando—. Quiero intentar también…

Cox asintió y haló su mano hacia él para deslizar sus manos por toda ella.

—Lo harás mejor que nadie, estoy convencido de ello —dijo con palabras gruesas que erizaron los vellos del cuerpo de Anaelise.

Ana apretó sus labios y colocó sus manos temblorosas en su pecho, debía respirar, respirar profundamente y concentrarse, no quería ser torpe, quería hacer las cosas bien…

Tomó su camisa y metió los dedos dentro de ella, muy cerca de su pelvis. El tacto enloqueció a Cox, pero se contuvo reteniendo el aliento.

De forma suave, natural y carente de malicia, Ana comenzó a subir su franela hasta quitarla completamente, la tiró a un lado del suelo y luego tomó la hebilla de su correa, pero sus dedos fueron muy torpes no pudiendo soltarla.

Negó varias veces.

—Soy muy torpe —dijo frustrada, pero Cox atrapó sus manos antes que ella las retirara.

—Lo estás haciendo muy bien —le dijo volviendo a colocar sus manos ayudando a abrir su bragueta.

Cuando por fin pudo hacerlo, el mismo Xavier bajó su propio pantalón sin separarse un milímetro de su distancia. Entonces cuando vio que ella no apartaba la mirada, tomó su mano y la puso en su erección apretando la mano de Ana, sobre él mismo.

Aunque Ana no quitó la mano, se sentía perpleja, quería imaginar y pensar miles de cosas, pero el hombre no le dio mucho tiempo para ello.

Juntándose con ella, Cox desató su brasier acariciándola suavemente. Empujó un poco su cuerpo hacia la cama hasta que sus piernas tocaron el borde de la misma.

Tomó la cintura de la chica y la recostó para unir su boca a ella comenzándola a besar lentamente y de forma apremiante.

Sentir el roce de sus cuerpos desnudos fue otra sensación nueva para Ana, el tacto de sus pechos junto a la piel de Xavier era increíble, realmente el aliento le faltaba.

Xavier comenzó a bajar por su cuello y luego llegó a sus pechos haciéndola saltar por la premura que se apretó en su vientre, sin embargo, él le puso la mano cerca de su cuello diciéndole con esto, que todo estaba bien y que lo disfrutara.

Su respiración era difícil y entrecortada, miedo, éxtasis, emoción y adrenalina, todas juntas como en una licuadora, se giraban en su estómago. Entonces cuando Xavier dejó sus pechos comenzó a hacer una línea de besos por todo su estómago hasta que metió sus dedos por su bikini.

Se lo quitaría, y estaría muy cerca de su vergüenza, pensó para sí, se reprimió mentalmente y juntó sus piernas agarrando las sábanas con mucha fuerza para no dejarse tentar a apartarlo de ella.

Xavier comenzó a deslizar su panti por las piernas mientras veía como la batalla de Ana comenzaba. Tenía los ojos cerrados y su rostro estaba rojo como un tomate.

Aunque estaba agitado y muy urgente del acto, la acarició desde sus tobillos hasta sus rodillas, y esto juntando también su boca.

Subió lentamente separando las piernas de Ana y no esperó mucho tiempo hasta que unió la boca a su centro, como desde el primer día deseó hacerlo.

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