Encuéntrame romance Capítulo 25

Andrew estaba de pie frente a ella con un rostro preocupado y una posición bastante tensa. Ana quitó las manos de sus rodillas y decidió levantarse mientras arreglaba su cabello en una coleta, preguntándose… «¿Qué rayos hacia aquí?»

—¿Por qué estás aquí? —volvió a preguntar.

—Fui a tu casa, pero no encontré a nadie allí. No respondías a mis llamadas y… Una mujer en tu residencia dijo que llevaron a tu padre al hospital. ¿Qué ha pasado? ¿Tú estás bien?

Ana tomó el aire y negó en dirección de Andrew. Él no sabía absolutamente nada de su vida, y era muy difícil explicarle todo a la vez. Aunque no es que se lo contaría todo.

—Mi padre tiene arritmia. Su pulso es muy bajo y…

—Tranquila —la interrumpió pensando que debía consolarla y colocó una mano un su hombro—. Se recuperará.

«Pobre Andrew», pensó ella por un momento y soltó un resoplido.

—Andrew, mi padre es cuadripléjico, tiene años en esa condición, ahora se niega a comer y creo que quiere morirse.

El chico abrió los ojos impactados por la información que Ana estaba arrojándole, pero no solo por el contenido de sus palabras, sino por la normalidad con la que ella hablaba de la situación.

—Y tú… —quiso decir algo, pero sabía que su amiga era un enigma.

Ana caminó instándole a que le siguiera con la mano, para salir de ese pasillo en el que no quería estar en ese momento.

—No, no te preocupes pensando que estoy devastada por este hecho, hay cosas que ignoras, sé que eres un buen chico, al menos conmigo, pero no quiero que pienses que soy una desalmada —dijo mientras caminaban por el estacionamiento—. ¿No hay una celebración hoy en tu casa?

—Gracias, Ana, pues no pienso nada parecido, y sí, hoy hay una celebración en casa, pero quiero quedarme aquí, por si necesitas cualquier cosa.

Ella negó en seguida.

—No es necesario, no requiero nada, solo estoy esperando firmar unos papeles y luego me iré a casa, además…

—¡Ana!

Un grito algo sórdido hizo que tanto ella como Andrew giraran de golpe hacia la dirección del grito. Carla estaba en la puerta de la emergencia muy pálida mientras caminaba apresurada hacia ella.

—Tu padre… —dijo la mujer sin aliento—. Lo siento mucho, Ana.

Sabía perfectamente qué quiso decir Carla, ambas miradas se centraron en ella sin saber qué decirle. Pensó por mucho tiempo que esta noticia no le afectaría en nada en el momento que se diera, ni produciría alguna sensación en ella. Tampoco sentía dolor, ahora mismo solo una especie de vacío hundía su estómago. «Más vacío», pensó mientras su respiración se aceleraba.

Siempre esperó este día, quería sentirse en paz después de que este hecho se suscitara, pero ahora mismo no había esa tranquilidad que anheló, ni mucho menos paz. Una impresión extraña invadió sus entrañas y algo muy sórdido dentro de su mente le dijo que algo no muy grato venía a ella después de esto.

—Debes ir, Ana —Carla la sacó de sus pensamientos—. Hay un proceso que comenzar, además que debes colocar en regla todos los papeles para que el estado no deje de darte tu manutención…

«¿Por qué debía decir eso en este momento y delante de Andrew?», la irritación hizo mella en su cuerpo.

—Iré, adelántate —le respondió cortante y Carla solo tuvo la opción de asentir para retirarse al tiempo.

Tenía las palabras atoradas en su garganta, estaba avergonzada con Andrew y ya le dolía la cabeza solo de pensar que este sería un largo día.

—Ana —la mano de Andrew se posó en su hombro—. Cuenta conmigo, por favor…

Ella cerró los ojos un tanto nerviosa por toda la situación y luego le miró fijo.

—Escucha, iré a ver qué debo hacer allá. Si aun cuando salga no te has ido, pues te contaré algunas cosas, ¿de acuerdo? No me tengas lástima, no estoy sufriendo ahora.

Los ojos abiertos de Andrew solo tenían sorpresa. Vio como la chica comenzó a caminar en dirección a la emergencia y pensó que podía hacer solo una cosa.

Compraría comida, se instalaría en su auto y esperaría a Ana para acompañarla el tiempo que necesitase.

*

—Ok, señorita. Hay dos opciones para que tome después de este momento. Sabemos que su padre estaba complicado, y aunque su enfermera tuvo los cuidados suficientes, no pudimos…

—No se preocupe, no quiero refutar ningún procedimiento. ¿Qué sigue a continuación?

El hombre la miró extrañado y asintió sin demorar.

—Puede solicitar una autopsia, y después de eso…

—No solicitaré tal cosa —volvió a interrumpir—. Quiero que todo sea rápido, el lunes debo ir a la universidad, sin falta.

—Bien —carraspeó el hombre nervioso—. Entonces podemos solicitar una funeraria, para un entierro cotidiano o una cremación…

—Creo que la cremación es una mejor opción para mí, ¿Cuánto tardará?

—Hoy por la tarde podemos comenzar a prepararlo para esa opción, mañana podemos entregarle sus cenizas, hay un lugar especial que muchos familiares solicitan, o usted puede esparcirlas donde quiera. Algunas personas simplemente la dejan en su casa en un jarrón decorado.

Anaelise rio un poco cínica, y el hombre no podía creer su conducta.

—OK. ¿Dónde están los documentos que debo firmar?

El hombre abrió una carpeta y la direccionó para que ella comenzara el trámite, después de eso, se levantó y marcó un número de la persona que llevaba todas las situaciones legales de su familia. Ana no debía pagar nada de esto, y tampoco tenía cómo hacerlo, por un momento pensó que era hora de buscar un trabajo, uno pequeño para tener algo más de dinero.

Podría vender esa casa y vivir en un piso más económico ahorrando el dinero necesario. No estaba al tanto de que le deparaba el futuro, y al menos la muerte de Edward Becher le dejaría un fondo para prepararse.

Habló con la persona encargada de su tutela, dio toda la información que tenía para el momento y prometieron llamarla para terminar con un contrato que la muerte de su padre ponía fin. El estado no tendría más deuda con su financiamiento, ni con la compra de sus medicamentos ni su cuidadora, y ella debía defenderse sola de ahora en adelante.

Por supuesto ellos seguirían pagando su universidad hasta que Ana terminara o se retirara, y la última no era una opción.

Aunque toda su vida estuvo más que sola, ahora que Edward no estaría hizo que se estremeciera de cierta forma.

Las horas pasaron velozmente, nunca pensó que todo eso se tomara tanto tiempo. Protocolos, firmas y más firmas, y hasta una abogada del estado llegó para confirmar todo lo que estaba pasando. Para su mala fortuna, ellos si pidieron una autopsia de su padre y explicaron que era parte del proceso para dar por concluido un contrato que ella misma había firmado desde que tenía 12 años.

Sintió que un peso se le quitó de encima, se despidió de todos los que estuvieron con ella y luego puso los ojos en Carla.

—Gracias —dijo bajo hacia la mujer que formó parte de su vida—. Cualquier cosa, puedes llamarme.

—Igualmente por aquí, Ana. Me harás mucha falta.

Anaelise asintió y se giró sobre sus talones mientras soltó el aire y reprimía los ojos. Había olvidado totalmente a Andrew hasta que lo vio fuera de su auto mientras sostenía su teléfono como si jugara un juego video.

«Pasaron unas cuatro horas desde que lo dejó ¿Cómo seguía aquí?»

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