Encuéntrame romance Capítulo 31

—¿Dónde está ella? —preguntó Xavier agitado una vez llegó al edificio del condado y encontró a la abogada con la que se había reunido un día antes.

La mujer abrió los ojos cuando lo vio y quitó la uña de entre sus dientes.

—Doctor Cox, gracias por venir —dijo asomándole la mano en saludo—. Ana está en la enfermería, en unos pasillos cerca…

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó con mucha preocupación mientras trataba de amortiguar la sensación de su pecho.

Estaba realmente ocupado cuando recibió la llamada de la abogada, pero la voz de aquella mujer sonó lo suficiente inquieta como para no dudar en venir y saber qué pasó con Ana. Los nervios se los estaban comiendo. Tenía mucho tiempo sin verla, ni tocarla, y fue lo que se prometió, pero no podía dejarla sola.

Saber que algo ocurría con ella simplemente lo desesperó.

—No sé aún qué pasó, estaba hablándole sobre lo de la venta de su casa, cuando ella… no sé, fue todo tan rápido, parece como si se hubiese desestabilizado.

Cox arrugó el ceño, deseaba ver a Ana cuanto antes, pero no sin saber exactamente a que se iba a enfrentar.

—¿Exactamente qué información le dio? —preguntó bajo y la mujer miró hacia los lados, cuando vio que ella dudaba entonces se acercó acortando la distancia.

—No sé si deba hablar de esto con alguien que no sea su familia —dijo Diana—. Es algo privado.

—Soy su médico señorita Clark, y esto se trata de la salud de mi paciente.

La mujer asintió mientras dejó que dos hombres que caminaban cerca del pasillo, pasaran de largo para volver a los ojos del hombre.

—No sé si fue la noticia de que se pospondrá un poco la venta de su casa…

—Pero usted me hizo traerle un informe ayer, creí que eso era lo que faltaba —respondió Xavier confundido.

—Sí, y ayudará mucho, créame, solo que la casa no pertenece completamente a sus progenitores, inclusive ni siquiera estaban unidos legalmente y eso dificulta un poco las cosas —respondió ella tratando de llegar al punto.

—Creo que no estoy entendiendo, pero sé algo de leyes, aun cuando no haya un matrimonio, la herencia de los padres pasan a los hijos automáticamente, a menos que ellos dejen un testamento alegando otra cosa…

—Ese es el punto. Las escrituras son de la madre de Anaelise, junto con su hermano Ned Overent… él pagó la mitad del bien, y ella nunca saldó la deuda. Así que hay una nota legal de pertenencia.

—¿Está hablando del tío de Anaelise? —preguntó con un sinsabor en su boca.

La mujer asintió.

—Pero le dije a Ana que no habría problema, que solo debían conversar, además que él ya está llegando a la ciudad, si no es que ya está aquí.

Xavier hizo silencio por un momento mientras su respiración se agitaba y algo desconocido corría por sus venas. Pasó un trago mientras pasó su mano por el cabello y luego preguntó hacia la mujer.

—¿Sabe dónde se quedará… ese hombre?

Ella negó.

—No tengo idea.

—¿Puede decirme ahora donde esta Ana?

Ella asomó su brazo para guiarlo y comenzar a caminar en los siguientes pasillos.

Cuando la abogada abrió una puerta lo primero que vio fue a Ana sentada en una camilla mientras tomaba una pastilla de la mano de una enfermera, y con la otra recibía un vaso de Agua.

Ella parecía que había salido de una piscina porque su camiseta estaba pegada a ella como una segunda piel, y tenía el cabello recogido en un moño.

Su llegada hizo que tanto Ana como la enfermera giraran de golpe y sus miradas se encontraron de forma apresurada.

—Ana —dijo la abogada acercándose—. Tu médico está aquí, y solicitó verte… ¿Estás de acuerdo con eso?

Anaelise no despegó la mirada de Xavier y asintió hacia la mujer a la vez que la enfermera también se retiraba dejándolos completamente solos.

Iba a llevar la pastilla a su boca cuando Cox se la quitó y la tiró a un bote de basura.

—Toma el agua, pura —le dijo observando sus ojos irritados e hinchados y la boca roja.

Ana tomó toda el agua de golpe y luego él recibió el vaso para dejarlo el cualquier lugar.

Fue hasta su lugar y luego la abrazó sin esperar un permiso por parte de ella.

Anaelise no pudo soportarlo por mucho tiempo y dejó que su amargura explotara de la manera más cruda posible. Sollozó tan fuerte que no supo por un momento si lograría parar.

Xavier solo podía sentir su cuerpo tembloroso y húmedo mientras ella soltaba lamentos que estaba desgarrando su alma. Tenía un conglomerado de emociones dentro de él. Pero no lo preocupaban ahora porque las descargaría hasta que se cansara.

No debía preguntarle por qué ella estaba así, unió los puntos muy rápidos y era más que evidente.

Sabía quién era el maldito que desgració su vida y le iba a faltar el aliento para que suplicara por su propia vida.

—No te preocupes por favor —susurró hacia ella dándole un beso en la cabeza—. Lo mataré, Anaelise…

Ella se soltó de él de prisa y limpió su rostro de forma urgente, horrorizada.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó tratando de gesticular, porque incluso le dolía hablar con su garganta tan comprimida—. Por favor… dime que estás pensando.

Sintió que se moría hace unos minutos cuando toda esa información le llegó de golpe, enterarse de que su tío estaba cerca, encendió el punto límite que ella podía soportar; pero ahora que veía en los ojos de Xavier ira, y un aura que la hizo temblar, su miedo pasó a una etapa sublime y desconocida como nunca lo concibió.

Tenía pánico al escuchar sus palabras.

—No hay necesidad de que te diga lo que estoy pensando —respondió Cox mirándola fijo—. Lo sabes… Y…

—Xavier —suplicó ella tomándole las manos—. No intervengas… Sí él sabe que estás a mi lado, buscará la forma de destruir tu vida… él… lo logrará. Y tienes mucho que perder.

Cox pasó una sonrisa torcida y macabra hacia ella mientras contenía toda su ira. Colocó su mano en su barbilla y la levantó.

—Me importa un carajo lo que ese mal nacido haga contra mí —susurró muy bajo chocando su aliento en su rostro—. Y si no consigo matarlo, él se pudrirá en la cárcel, y tu Anaelise Becher, hablarás hasta la última palabra para que eso pase…

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