Encuéntrame romance Capítulo 32

Aunque estaba cansada en extremo y su cuerpo no daba para más, Ana seguía con los ojos abiertos y su cabeza recostada al pecho de Xavier. Por alguna razón pensó que si cerraba los ojos se alejaría de ese cuerpo que ahora la protegía y que en este preciso momento le daba la seguridad que necesitaba.

No sabía que pasaría con ella en el momento en que pusiera un pie en el suelo, no tenía la menor idea de a dónde ir ni qué hacer, estaba viviendo estas horas como si fuesen las últimas, y ahora, ya no le importaba otra cosa.

Se dio cuenta de que Xavier también estaba despierto cuando sintió las manos en su espalda recorriéndola en una caricia. Su cuerpo no esperó mucho para erizarse, encogerse y pegarse más hacia él, alzando su rostro de inmediato.

—No puedo dormir —susurró muy cerca de sus labios y Cox asintió tomándole el rostro.

—Podemos hablar, quiero saber…

Entendía que él estaba a la expectativa. Sabía ahora que podía confiarle sus miedos, mostrarle esa oscuridad de la que ella estuvo huyendo tantos años y ocultó con su vida.

Abrió la boca más de una vez, pero no supo cómo comenzar, así que Xavier arrimó su cuerpo hacia arriba para sentarse y conectar su mirada con ella. Esto la haría sentir mejor

—No recuerdo exactamente en qué momento llegó mi tío a casa… —comenzó mientras el aliento salió de ella—. Solo sé que ya tenía algunos meses en el kínder, y acababa de cumplir los 5 años.

Ana tomó una sábana y arropó su cuerpo, el clima estaba frío y hablar de esto por primera vez, la hacía temblar.

—Edward… ya estaba bebiendo, yo tenía una cuidadora cada mes, y cuando mi tío llegó con su esposa, la chica de turno fue despedida.

—¿No tienes hijos ellos? —Xavier preguntó despacio.

—Mayores que yo, pero nunca los trajeron para quedarse, siempre vinieron de visita —Cox asintió—. Mi tío… comenzó a bañarme, a cambiarme de ropa, y allí comenzó mi calvario.

Tenía la respiración agitada, aunque no quería, se alteraba, y solo pudo tomar la sábana y apretarla mientras soltaba todo aquello.

—Dijo que debía aprender a explorar mi cuerpo, que la familia podía hacer esto con sus parientes, pero yo me sentía muy mal… En la escuela la profesora nos dijo muchas veces que, nuestras partes íntimas no debían ser tocadas por nadie… a menos que nuestros padres nos estuviesen enseñando algo. No supe qué hacer… yo… tenía tanto miedo…

Xavier se separó del respaldo de la cama y luego tomó su cintura para sentarla encima de él. El cuerpo de Ana estaba temblando y aunque no lo quería, sufría con ella.

—Está bien si no quieres seguir —le susurró muy cerca de su rostro, pero ella negó.

—Él iba y venía, y para mí era una tortura cuando llegaba a casa, ¿a quién iba a pedirle ayuda? ¿A mi padre que siempre estaba ebrio o con una mujer diferente?

¿O a mis cuidadoras que a veces ni siquiera me preparaban algo para comer durante todo un día?

La garganta de Xavier se apretó.

—¿Por qué no hablaste con Oliver?

—Mi tío siempre dijo que sería peor para mí… y siempre lo pensé hasta que decidí hablar con Lía, su esposa.

Estaba vez Cox abrió los ojos mientras pasaba la saliva.

—¿Ella lo sabe? —preguntó y Ana asintió.

—Todo el tiempo, incluso dejó de venir cuando le pedí ayuda, le supliqué que me ayudara, ella dijo que era una mentirosa, y que si me atrevía a decir algo de su esposo ella estaría de su lado, ¿entiendes ahora? ¿Cómo podría ganar así?

Xavier pasó las manos por su cabeza mientras la ira volvía a él como un rayo.

—¡Por Dios, Anaelise! Debiste dejarme matarlo…

—¿Has pensado lo que pasará después de esa golpiza? Tú te dejaste en evidencia a ese hombre, él tendrá un punto para chantajearme ahora.

—¡No! —esta vez Xavier tomó su rostro y la hizo mirarlo—. Escúchame bien, Anaelise, ni esta vez, ni ninguna otra habrá un chantaje, no hay ningún obstáculo para hacer justicia aquí, lo prometiste.

Ana asintió sin mirarlo a los ojos.

—Decirle a Lía fue mi peor castigo, porque después de eso, mi tío comenzó a agredirme físicamente, tenía 8 cuando pasó la primera vez —las lágrimas de Ana comenzaron a brotar sin contemplación—. Pero la vez del hospital fue cuando quise escapar de casa porque yo no podía más con eso, no podía… y fue lo peor que he pasado en la… vida.

—¡Maldito! —dijo Cox tomando el cuerpo de Ana mientras lo abrazaba y daba algunos besos en sus hombros.

—Él… —Ana no pudo seguir hablando porque nuevamente estaba llorando en el cuello de Xavier, ella no podía calmarse. Cox sabía que ahora mismo ella estaba botando todo el veneno, la porquería y la suciedad que contuvo por mucho tiempo, todo lo que ese hombre le inyectó, estaba por fin sacándolo de su cuerpo.

—Es suficiente por hoy, no quiero verte llorar más, por favor, no quiero —le dijo Xavier para luego juntar su boca y comenzar a besarla con apremio—. Quiero que olvides todo eso, Ana, y quiero borrar cada huella que te daña…

Anaelise correspondió el beso mientras la intensidad se acumulaba en su cuerpo. Esta vez besó a Cox como si su boca le diera vida, como si succionar de él le estuviese devolviendo la seguridad y la hiciera fuerte.

Juntó su cuerpo hacia él mientras Cox intentaba conectarse con ella, la sentía temblar, pero jamás la deseó tanto como ahora. Su cuerpo convulsionaba por hacerla estallar, quería que Ana grabara esta parte de su vida para siempre, que suplantara unos recuerdos por otros y que, de ahora en adelante, ya no tuviera miedo.

Pasó sus dientes por su cuello terso mientras inhaló su fragancia, aquella que lo hacía perder la cordura mientras entró en ella de forma precipitada, Ana lo abrazó entre tanto su aliento se entrecortaba, y ahora que la veía, entendía que él se involucró mucho más de lo que era permitido.

Sus cuerpos agitados solo gimieron y no hizo falta que se dijeran nada, porque sus miradas eran más que suficientes para darse a entender que su unión física era perfecta.

Después de varios besos y caricias, y que se jactaran del otro, ambos se quedaron dormidos con las piernas cruzadas y los brazos de Anaelise enredados en el cuerpo de Xavier.

***

Tenía más de media hora mirándola dormir mientras buscaba una explicación para decirse a sí mismo por qué había llegado hasta este punto.

Su vida estaba nuevamente cerrándose en un callejón sin salida, y no se tenía que ser muy inteligente para saber que se jodería de nuevo, se jodería en su carrera, en su trabajo y nuevamente en su vida por creer que podía cambiar las cosas.

Su corazón, ese al que no debía hacerle ni mierda de caso, solo lo dejaba exhausto porque lo arrastraba hacia ella todo el tiempo, por querer sacarla de su vida de mierda y mostrarle otro camino, y otra manera de ver las cosas.

Se burló de sí mismo mientras negó.

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