Encuéntrame romance Capítulo 36

Los ojos de Ana seguían abiertos, aun y cuando era de madrugada, no podía dejar su mente quieta, y ni siquiera conseguía estar tranquila.

Se acomodó mientras subió la manta para arropar un poco más su cuerpo, las piernas de Xavier ahora mismo estaban entrelazadas con las de ella, y su brazo reposaba en su vientre.

Lo observaba con detalle a la vez que parpadeaba lentamente. Puntualizaba cada línea de su hermoso rostro. Ese rostro del que se había enamorado con locura.

Soltó el aliento varias veces mientras la presión aumentaba dentro de ella. Esta sensación era como estar en el cielo unos segundos y volver al infierno. Y así se mantenía todo el tiempo con Xavier… porque no sabía nada de él, aunque conociera a su familia.

Procesó todo lo que haría en cuanto se levantara de esta cama, una cama que no era suya. «Nada era suyo en sí.» Ni esta cama, ni esta habitación, ni esta casa, ni mucho menos ese hombre, que después de una larga discusión por la noche para que se quedara con su familia, había decidido venirse con ella, y a la larga, como todo el tiempo en que estaban solos, tuvieron sexo hasta que sus cuerpos no pudieron tener más fuerza.

Pasó sus dedos por los labios de Xavier mientras una lágrima rodaba por su mejilla, en susurro se acercó a su rostro, y muy bajo expulsó: —Te amo.

Moriría si lo retuviese por más tiempo dentro de ella.

Cerró sus ojos y se acomodó muy cerca de él, suplicando en silencio que las cosas no empeoraran.

***

Cuando los ojos de Xavier se abrieron, su alarma estaba sonando insistentemente. No esperó, aunque estaba muerto del sueño y se sentó de golpe.

Ana no estaba en la cama, y todo alrededor parecía muy acomodado.

Colocó sus pies en el frío piso y caminó hacia el baño para saber si ella estaba allí. Cuando no la encontró, salió de la habitación y ella estaba recién bañada, vestida y haciendo algo en esa cocina que alteró su estómago por el olor.

—Buenos días… —dijo mientras ella se giró mostrándole una sonrisa.

—Hola, dormilón. Creo que llegaremos tarde si no te acomodas ahora mismo.

La manera en como Ana estaba hablándole, era muy extraña. Estaba siendo muy cariñosa, y esa no era para nada su personalidad. Asintió sin hacer caso, y dio varios pasos hasta llegar a su lugar, para abrazarla por detrás y oler su delicioso aroma.

—¿Qué tramas? —le preguntó Xavier en tono incisivo.

—¿Qué? ¿Por qué crees que tramo algo? —le miró Ana girándose para saber cómo estaba su rostro.

—¿Planeas retenerme en este apartamento por la fuerza? —volvió a preguntar Cox mientras besaba su cuello—. ¿Quieres hacerme tu esclavo sexual o algo así?

Ana dio una carcajada sincera y luego lo empujó para soltarse de su agarre.

—Ya quisieras —dijo removiendo unos huevos y luego sacando unos platos—. Además, ya tuve suficiente sexo ayer en la noche, y… debemos apresurarnos porque tengo clase con un viejo insoportable que me cierra la puerta en las narices.

Xavier se sintió un poco irritado porque ella lo apartó de su cercanía estando tan duro allí abajo. Le quitó las cosas que tenía en las manos y luego apagó la hornilla.

—Anaelise… —sentenció mientras le tomaba el rostro y la arrinconaba contra el muro—. Primero, es lo primero, y nunca es suficiente para mí, estoy seguro que para ti tampoco, no vamos a demorar demasiado…

Después de esto, comenzó a besarla hasta que Ana tuvo que apartarse, estaba quedándose sin aliento.

—¡Estás loco…! Llegaremos tarde —respondió agitada, pero Xavier tomó sus manos y las deslizó por su miembro erecto.

—Nunca más saldrás de esta casa sin que primero no te haga el amor, porque quiero que el mundo sepa que estás terriblemente cansada por mi culpa.

Ana lo miró incrédula, pero no le quedo más tiempo para pensar, una vez Cox volvió a besarla.

Ellos no pararon ni un segundo.

*

Iban en el auto con una canción en el fondo con poco volumen, y cuando Ana supo que estaban cerca del recinto, entonces decidió hablar.

—Déjame aquí, caminaré lo que falta. No podemos llegar juntos.

Xavier no quería hacer eso. Pero ellos de ninguna manera podían llegar a la universidad en su mismo auto y con el cabello de ambos mojado.

Se hizo a un lado y luego buscó con su mirada si había un taxi para Ana.

—Bien —Ana se quitó el cinturón y luego se puso su bolso—. Te escribiré cualquier cosa… ¿Qué estás buscando?

—Un auto para ti…

—¿Estás de broma?, son solo unas cuadras, caminaré.

—¿Estás segura? —preguntó aun sintiendo que no quería dejarla aquí, ni nunca.

—Lo estoy —Ana le tomó la mano y luego miró su reloj—. Quiero decirte algo en estos minutos que me quedan…

Esta vez Xavier arrugó su ceño y asintió hacia ella.

—Adelante —aunque la instó, sintió que algo de lo que iba a decirle, no le iba a gustar para nada.

—Yo sé que… hay cosas claras entre nosotros y no pretendo cambiar… nada… —Ana tenía tanto miedo ahora, pero no quería pretender jugar a un juego en el que se estaba hundiendo cada vez—. Yo, estoy tan agradecida contigo.

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