Encuéntrame romance Capítulo 37

Ana llegó a su salón casi corriendo, pero en el momento en que ingresó al aula, vio que sus compañeros aún esperaban a su profesor y esto la hizo sentir extraña.

Si ella había llegado, por ende, él debía estar aquí, sin embargo, por su postura en cuanto hablaron hace un momento supo que debía estar tratando de tranquilizarse para dar su clase sin ningún tipo de inconvenientes.

Resopló para sí misma aun sintiendo como poco a poco drenaba la rabia que tenía dentro de ella, aunque supo que él reaccionaría un poco mal, simplemente esperó otra cosa de él, y no una advertencia de no involucrar sus sentimientos.

«¿Qué podía hacer ahora si estaba totalmente involucrada?», era una pérdida de tiempo creer que solo con decir, “no te enamores”, las cosas se solucionarían.

Andrew se puso de pie nada más vio entrar a Anaelise, y fue con ella hacia atrás donde casi todo el tiempo se sentaba.

—Siento que tenemos un año sin hablar…—le dijo pegando su asiento, mientas Ana miraba su reloj y veía que el tiempo seguía pasando y no había señas de Cox.

—Ha pasado de todo — se giró dándole una explicación—. Mi tío apareció después de todos estos años y ahora quiere reclamar parte del dinero de la casa.

Andrew abrió los ojos.

—¿Y dónde está tu tío?

La pregunta la hizo tomar el aire, era muy difícil hablarle por pedazos, sabía que Andrew estaba muy confundido en todo su asunto.

—Ahora mismo está en mi casa, Andrew.

—¿Está viviendo contigo?

«Por supuesto que no», pensó Ana aterrada de solo pensarlo.

—Ahora, estoy en cada de un familiar de Oliver, mi antiguo psiquiatra… —cuando Ana dijo esto, volvió la cabeza hacia al frente y vio que Xavier estaba entrando al salón, sin darse cuenta que reveló una parte que nunca le contó a Andrew.

—No… no sabía que tenías uno —respondió Andrew en susurro y luego se sentó mejor en su silla un poco impactado por la información.

—Cuando salgamos, trataré de ponerte al corriente, ¿de acuerdo?

El chico asintió enderezándose en el asiento, ya que todo el salón había enmudecido.

—Pido disculpas por el retraso, debía firmar unas cosas en la rectoría… — anunció Cox esta vez en un tono bajo que alertó a Ana. Aunque su mirada no se quitaba de él, en ningún momento obtuvo una mirada suya de vuelta. Comenzó su clase explicando algunas guías y proyectando unas imágenes para sostener su explicación, y aunque la clase era llamativa, Ana nunca pudo entender cómo Xavier lograba parecer normal, y hacer como si nada le afectara.

La decepción volvió a golpear su pecho una vez más intentando aprender de ese muro que nada le importaba. Cómo le gustaría ser así para que le rebotase el mundo entero y no tener su corazón comprometido ahora mismo.

La hora de clase por supuesto pasó volando, Xavier se despidió colocándoles tarea y una fecha de evaluación a toda su clase, así que una vez se retiró de ese espacio, ella soltó el aire, pero sintiéndose peor que nunca.

Hoy ni siquiera tenía terapia, y aunque debía ir a la supuesta cita ginecológica, no quería llegar temprano a su nuevo apartamento donde Xavier no estaría.

Y no porque no volviera, ya se estaba acostumbrando a los altibajos de su relación, sino porque sabía que ahora mismo estaban un poco alterados y que, aparte Cox atendería a su familia porque se irían el sábado por la mañana.

Cuando las clases se acabaron al finalizar la mañana, Ana tenía a su amigo de frente a ella dispuesto a no pasar por alto toda su situación esta vez.

—Podemos ir a almorzar si no tienes algo… De esa manera me pones al día de tu desaparición y de lo que realmente acontece.

Ana sintió, no tenía otra cosa que hacer, y después de ese almuerzo iría a su departamento para arreglarse e ir donde su ginecóloga.

Después que se subieron al auto de Andrew, llegaron a un restaurante italiano que su amigo comentó durante todo el transcurso del camino.

Ana sabía que era costoso, y aunque le pidió varias veces a Andrew ir a otro lugar, después que estaban frente al restaurante, no tuvo remedio más que bajarse e ir con su amigo.

Todo era un protocolo aquí, que si una atención en la entrada, que los acompañan hasta la mesa, e inclusive le decían “Señor”, a Andrew todo el tiempo. Definitivamente el dinero era algo desconcertante, pensó ella.

—Pareces una persona importante —dijo una vez el camarero, demasiado educado, se fue de su mesa.

—No empieces con eso, solo quería tener un gesto contigo, parece que no la has pasado bien… en este tiempo.

—Aciertas —respondió Ana tomando un poco de agua que dejaron para ellos, mientras llegaba la comida que ordenaron.

—Entonces, ¿tu tío resultó ser el malo de la película? —ella se tensó muchísimo al escuchar las palabras, y aunque quiso asentir no pudo responder a nada, así que Andrew continuó—. ¿Por qué vas a un psiquiatra?, yo te veo muy bien…

—Padezco un tipo de trauma postraumático, luego de, lo que te conté.

Andrew asintió.

—¿Tomas alguna medicina?, porque parece algo crónico.

—Estoy dejándolas, ahora he mejorado considerablemente.

—Me alegra escuchar eso, Ana.

—Sé que te alegras, incluso encontré un trabajo, así que empezaré mañana, entonces prepárate porque no serás el único que invite.

Andrew soltó una risa, y era mejor ver esa cara algunas veces en su semana, a que a un chico que supiera todas sus verdades y se sorprendiera de ella. No sabía a ciencia cierta como tomaría Andrew toda su realidad, no sabía si expondría alguna clase de rechazo al saber en todo lo que se había involucrado todo este tiempo, y que tenía a su violador en su propia casa.

Ni que su mismo psiquiatra y profesor, la mantenía de cierta forma. Ana estaba muy clara, nadie miraría su situación de otra forma, ni como ella lo veía, porque los ojos ajenos solo pueden ver errores en los demás, pero nunca en sus propias vidas.

Así que, no, nada saldría de ella sobre su vida, Andrew tenía más que merecido que su amiga le confiara sus cosas, pero prefirió mantenerlo a raya por el momento, porque no quería que en unas semanas todos estuvieran parloteando que ella era una de esas mujeres, que se acostaba con su profesor a cambio de bienes materiales.

Ya tenía suficiente con todo lo que tenía que lidiar a diario, para tolerar al ser humano que no podía nunca refrenar su lengua, y que, aun viendo la inmundicia a otro, le caía encima para burlarse de sus desgracias.

Después que le mencionó a Andrew lo del trámite de su casa y que ahora vivía con una señora mayor, en un edificio cerca de la universidad, vio que Andrew quedó tranquilo y no la agobió con más preguntas. Comieron en completa tranquilidad mientras quedaron para estudiar cualquier día en que ella estuviese un poco más desahogada.

Para comprobar toda la información, Andrew le dijo que la llevaría a su nuevo departamento y una vez que llegaron, ella sintió que su amigo por fin se tranquilizó.

—Gracias, Andrew, te escribiré cualquier cosa, creo que los domingos podemos estudiar, no me quedó claro si Mery, mi nueva jefa, abrirá también los domingos, pero creería que no.

—Espero que no, al menos debes descansar un día —Ana sonrió ante su comentario.

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