Encuéntrame romance Capítulo 43

Aunque el hueco seguía en su pecho, y el recordar lo volvía a hacer sentir como una nada, de repente sus hombros se sintieron más livianos. La sensación de embargo salió de él, y aunque sus ojos se sentían hinchados y doloridos, pudo soltar el aire esta vez menos pesado.

Ya pasaron 3 años de ese suceso, y a pesar de todo el esfuerzo, no podía dejar de recordar ese día como si hubiese sucedido ayer. La familia de Dayane nunca apareció, y él tampoco esperó que lo hicieran, ella siempre fue un problema para sus padres, y no le sorprendió siquiera recibir una palabra de apoyo o un interés por saber qué harían con su hija después de que todos sus cercanos, se enteraron del suceso.

Mucha gente lo ayudó, de eso no había duda, Robert encubrió el hecho en la ciudad, y muy poca gente supo la realidad de su vida. Aunque le adjudicaron negligencia por sus hechos tardíos, el jefe del hospital le brindó su apoyo, al igual que la rectoría de la universidad Fort Lewis College. No obstante, después de esto, él debía pisar como un gato en todos sus asuntos, y no le quedó de otra que resguardarse en su propia oscuridad, sin querer abrir este tema de nuevo para nadie más.

Sus padres por supuestos fueron los primeros que estuvieron junto a él, pero después de ello, prosiguió el infarto de su padre que se lo otorgó a todos los problemas que ocasionó.

Cox se sentía realmente culpable, aunque Elisa le repetía todo el tiempo que nada de ello era su culpa.

También iba de vez en cuanto a ese hospital donde estaba recluida, Dayane. Pagaba todas sus facturas, aunque no tenía ninguna conexión legal con ella. Cada tres meses llegaban los papeles del seguro y de vez en cuando decidía ver el rostro de la mujer que le robo la vida. Dayane nunca recuerda el suceso, ella sigue preguntando por sus hijas, y piensa que Xavier aún sigue siendo su esposo. Su mente sigue en las tinieblas, aunque es medicada la mayor parte del tiempo.

Sin embargo, cuando piensan que está mejorando, ella convulsiona dejando sus neuronas irritadas, y vuelve al mismo ciclo. Xavier sabe perfectamente que su enfermedad es incurable.

Así que Cox se colocó un caparazón y se metió dentro de sí mismo prometiéndose más nunca colocar los ojos en alguna persona; no confiar nunca, no creer, no amar. Ese fue su lema y con el tiempo su corazón se cauterizó a tal punto de solo pensar en sí mismo.

Pero…

Aquí estaba de nuevo, de nuevo para romper y para romperse a sí mismo.

Ana se arrimó hacia él, y luego tomó su rostro.

—No es tu culpa… creer no está mal, no lo está —dijo muy cerca de él mientras lo besó de forma lenta.

Cox no demoró en colocar sus manos en el cuerpo de Ana, él estaba desesperado por tenerla. Abrió su vestido con impaciencia mientras mordía los labios de la chica. Se levantó de rodillas y le tomó el rostro queriendo atrapar todo de ella.

Ana correspondió sus toques, unos urgentes que le gritaban que la necesitaba, que quería su entrega absoluta.

Se desnudaron en cuestión de segundos y no hubo un momento de anticipación, ellos no se acariciaron antes, ni se prepararon. La urgencia de unirse en este momento era más apremiante, entonces Cox entró en ella como si una boca sedienta encontrara una gota de agua.

Ana se abrazó a su cuerpo mientras Xavier se movía con exigencia. Ella rastrilló sus uñas en su espalda, mientras él clavaba su boca en su cuello y la succionaba. Chupó muchas veces en varios sitios mientras los jadeos de Anaelise iban en aumento.

Sus ojos se nublaron al sentir el pecho comprimido, por más que la tenía ahora en sus brazos, su piel se abría al pensar que esto tendría su fin. Así que abrazó el cuerpo de Ana mientras las lágrimas caían en los hombros de ella. Quería que le perteneciera para siempre, quería vivir en esa piel, y tener su aliento desde que abriera sus ojos hasta que los cerrara de nuevo.

Apretó su cuerpo mientras con su boca dejaba marcas significativas en su piel y a la vez comprimía el sollozo que quería soltar su garganta. Ana lo abrazó como si él fuese lo más valioso que tuviera, le indicaba en cada toque que él era realmente importante y no fue hasta que ella susurró cerca de su oído; —te amo, cuando él se corrió dentro de ella dejando que sus cuerpos siguieran abrazados como si en cualquier momento alguien pudiera venir a despegarlos.

Y ahora ese era su peor miedo.

***

La semana pasó demasiado pronto para Ana, donde la vivencia con Xavier fue una intensidad que no les cabía en sus propios cuerpos. Parecía como si Cox se hubiese olvidado del mundo para posicionar sus ojos solo en ella, y vivir en un mundo diferente; su propio mundo, encerrados en su propia burbuja, sin siquiera darse cuenta de que cada día, muchos ojos se achicaban en dirección de ellos.

Su rutina seguía intacta, iba a clases por la mañana, trabajaba por la tarde y pasaba sus noches con Xavier; y con respecto a Andrew, Ana supo que él estaba alejándose de forma educada.

Solo la saludó un par de veces y se iba más temprano de lo habitual para no toparse con ella a la salida.

No se sentía bien con eso, tener el rechazo, o el desplazo del único amigo que había conseguido, la ponía realmente triste, pero sabía que Andrew necesitaba un poco de tiempo y ella también, si su amistad era real y sincera, en algún momento ellos solucionarían sus diferencias, porque, aunque nunca pensó que lo aceptaría, quería a ese chico. Y quería mantenerlo en su vida.

Por lo tanto, no tuvo la oportunidad de contarle de su vida sin mencionar a Xavier, ni que tampoco ahora mismo tenía el corazón en la mano cuando estaba próxima a entrar a la sala, esa sala donde comenzaría el juicio de su pasado que duraría dos días enteros como el sheriff se lo prometió.

Xavier estaba de pie junto a ella, y además también Oliver se encontraba acompañándolos.

Todo se veía como un protocolo a seguir, y ella solo tomaba las bocanadas de aire suficiente, porque después que pasara por esa puerta, ni Oliver, ni mucho menos Xavier entrarían con ella para darle su apoyo.

Su pierna temblaba cada vez que la despegaba del piso. La carne de su dedo estaba magullada de tanto meterla en su boca una y otra vez. Se estremeció en pensar que tendría que responder a las preguntas incesantes del abogado de su tío, porque ya la prepararon para responder a todas ellas. Pero no fue hasta que el mismo Ned Overent, entró al pasillo con su esposa, que su corazón dejo de latir por un tiempo.

Su tío se detuvo a unos metros, acompañado de un hombre con traje que la miró por un segundo.

Sus manos fueron tomadas inmediatamente por Xavier mientras Oliver los vio con los ojos abiertos.

—No ha pasado nada, él no es nadie, ¿de acuerdo?, esto acabará pronto.

Ana asintió con los labios temblorosos y luego un alguacil salió desde la puerta para hacer un llamado.

—Anaelise Becher, y el señor Ned Overent, por favor, pasen con sus abogados.

La abogada de Ana ya estaba dentro, porque era una mujer asignada por el gobierno que ella conoció hace unos días por medio del sheriff, Robert. Y, aunque repasó cada detalle con ella de todo lo que tenía que decir, ahora su mente estaba completamente en blanco.

No esperó que su tío y el abajado comenzaran a caminar cuando giró para ver el rostro seguro de Oliver y luego posicionarlo en Xavier.

—Espero no morir en el intento —dijo como un juego hacia los dos hombres antes de entrar, pero ninguno de ellos sonrió.

Ana giró hacia la puerta y entró más insegura que nunca, divisando como su abogada la esperaba en una mesa.

Xavier visualizó como Ned Overent pasó junto a su abogado y lo observó con mirada altiva. Ambos ingresaron detrás de Anaelise para que la puerta fuese cerrada después de esto. Luego posicionó la mirada en la esposa del tío de Anaelise, pero esta le quitó la los ojos para comenzar a caminar de un lado a otro bastante nerviosa.

—Todo saldrá bien —Oliver lo arrimó a una esquina mientras le tomaba el hombro.

Cox asintió y esta vez observó a Oliver, sabiendo que en este instante comenzaría una larga lista de preguntas y respuestas de donde no podía escapar.

*

Ana estaba sentada con la barbilla en sus rodillas y con los brazos abrazaba sus piernas. La vista desde la habitación de Xavier era perfecta a esta hora de la noche, y aunque las cosas parecían estar yendo mejor que nunca para ella, algo dentro de su pecho la retraía.

Respiró profundamente mientras negó para sí misma.

—Todo saldrá bien… —se dijo en un susurro cuando sintió que Cox le colocaba la mano en el hombro y lo apretaba sutilmente.

—¿Estás engañándome con alguien que tienes aquí escondido?, ¿o ahora hablas sola? —Xavier se puso frente a ella sentándose en el balcón cerca de su sofá.

Le entregó una taza de café caliente y luego colocó su pierna cerca de ella.

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