Encuéntrame romance Capítulo 50

—Ok chicos, saquen sus libretas y hagan anotaciones, tengo noticias importantes.

El silencio se impregnó en el lugar y Ana ni siquiera levantó la mirada, el corazón iba a salirse de su pecho por lo rápido que era su latido. Aquí estaba de nuevo desecha de los nervios por algo que no debería pensar, tampoco era que el lugar cambiara su realidad.

Sin embargo…

Los sonidos se le agudizaron y pudo incluso palpar su respiración.

«Es imposible…», pensó repitiéndose a sí misma una y otra vez.

—Nuestra convención será en Los Ángeles —las palabras hicieron eco en sus oídos—. Es confirmado, así que prepárense, porque en un mes y medio estaremos yendo hacia dicha ciudad, y tendremos dos semanas agitadas… —Su profesor encendió un reflector para darle continuidad a su clase, pero ella no podía salir de su trance.

Un nudo se le hizo en la garganta mientras una sensación explotaba en todo su cuerpo. No podía controlar su respiración y aun cuando hizo un esfuerzo, temblaba internamente.

Alzó la vista para encontrarse con la mirada dura de Andrew, parecía tenso y un poco incómodo.

Se levantó haciendo una seña con su mano a su profesor, pidiéndole ir urgentemente al baño. Era necesario salir de aquí y aún más porque que no quería hacerle daño a Andrew con sus emociones desequilibradas.

Llegó al baño y fue directamente a mojarse la cara, su cuerpo hervía entre la emoción y la desesperación.

—Eres una tonta, nada pasará, ni siquiera sabes si vas a verlo, es imposible… —dijo esto mirando al espejo mientras su pecho subía y bajaba agitado…

Secó sus manos con un toallin y se volvió a su clase para continuar su jornada. Y a pesar de que su rutina se estaba apretando, él no salía de su cabeza ni un minuto, y detestó el hecho de estar a merced de ello.

A la mañana siguiente fueron al hospital para ser presentados y oficialmente comenzar a tener turnos entre clase y prácticas. A Andrew y a Ana por supuesto lo dejaron juntos con dos compañeros más de su clase, en el área de emergencia en este mes. Y aunque Ana siempre supo que esta área era extenuante y agotadora, no fue hasta que estuvo en su propio apartamento una semana después, mientras colocaba sus pies en una cubeta con agua y sal para aliviar su cansancio extremo, que entendió lo que en realidad era el cansancio.

Estaba experimentando en carne propia lo que todos sus profesores le decían desde el primer año.

Faltó algunos días a la tienda de Mery, porque en algunos casos sus turnos se extendían horas extras por el trabajo tan arduo que había en emergencia, y otras solo se quedó en casa de Andrew por ya era demasiado de noche y con un sueño lo suficientemente pesado como para irse a su apartamento.

Un suspiro salió de su boca mientras pensaba que este turno solo sería por un mes, ellos estarían rotando constantemente y eso de cierta forma la alivió.

Entendía los médicos de turnos completos y al personal, como enfermeras, que incluso les tocaba peor.

Recostó su cabeza cerrando los ojos, y luego sintió como su móvil vibraba en el sofá. Esto era nuevo ahora, no podían usar sus teléfonos a menos que fuese una emergencia, y debían tenerlo en silencio, por condiciones del hospital.

Tenía un mensaje de la hermana de Andrew, y literalmente había olvidado el asunto. En una semana Andrew estaría de cumpleaños y su familia por supuesto le celebraría la ocasión. Ana no tenía idea de que podía regalarle a alguien que lo tenía todo, su regalo, aunque su amigo no se lo dijera sería insignificante, así que mejor no se mataba la cabeza, y dispondría un día para ir a comprar algo para él.

Tecleó en respuesta de Andrea, para confirmarle que ella estaría en esa casa antes de la hora y así darle la sorpresa a Andrew cuando llegara a la casa.

La chica le envió unas caras sonrientes y luego de decirle que se verían en unos días, Ana secó sus pies, y luego se puso hacer una cena para ella.

Eran las 2 de la mañana cuando Ana resopló por no poder conciliar el sueño. Dio vueltas por toda su cama y al final encendió su teléfono y se puso a revisar un poco de internet. Vio cosas sin interés y decidió sentarse en la cama teniendo una sola idea en su mente.

Fue a los mensajes y buscó en su bandeja el contacto donde siempre escribía.

Muchos mensajes estaban allí que ella envió y que nunca Xavier recibió por desconectar ese número, deslizó su dedo viendo que eran demasiados, donde noches interminables le contaba sus cosas y entendió qué era lo que tenía que hacer ahora.

Comenzó a escribir mientras su corazón se oprimía, pero necesitaba hacer un cierre para ella misma. Era totalmente necesario.

“He comenzado las prácticas en el hospital…”

—Esto es un asco —susurró y borró lo que escribió.

“He decidido dar un punto final a mi tormenta, Xavier. Creo que ha pasado el tiempo suficiente como para darme cuenta de que necesito hacerlo. No puedo negar que eres un tormento para mí —Puso una carita sonriendo—. Y que siempre te llevaré en mi corazón. No habrá forma de que pueda olvidar algún momento juntos, ni uno de ellos, y creo que soy tan fuerte ahora gracias a eso… No es fácil escribirte esto, porque dejarte ir requiere de mi mayor coraje y mi mayor reto, pero… aquí estoy dejando ir una parte de mí, la parte más herida, la parte más especial. Las cosas no serán igual para mí, tal vez nunca lo sean, porque te has llevado una parte de Anaelise que jamás recuperaré. Hoy estoy dejándote ir, aunque sea posible que mi corazón te pertenezca en esta vida y en otra si eso es posible… Te amo y te estaré amando…”

Ana pulsó enviar y el mensaje quedó en un chulo como todos los anteriores. Un mensaje, uno que siempre recibía después de escribir decía:

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