Encuéntrame romance Capítulo 51

—¡Oigan, ustedes! —la voz de Frank, el primo de Andrew, los hizo despegar.

Por supuesto él ahora se comportaba de una forma diferente a cuando estaba en la universidad, incluso su aspecto era más maduro.

—Frank —pronunció Andrew en un saludo un tanto aburrido, para luego caer en una larga charla que se extendió de un grupo a otro.

Sin embargo, la mano de Andrew estuvo todo el tiempo en los dedos de Anaelise, y no la soltaba por muy apabullado que se encontrara.

El festejo fue una grosería ante cualquier tipo de ojos que entendieran qué era la palabra “desperdicio”, la comida era como para 10 festejos de estos y eso sin contar la cantidad de licor que se destapó.

Un grupo popular estuvo presente, y los regalos para Andrew de parte de sus padres nunca cesaron.

Ana tomó algunas bebidas que aflojaron su estrés de todos estos días, y los turnos agotadores que cada vez se intensificaban. Los padres de Andrew la adulaban más de la cuenta y cuando vio que pudo zafarse de todo el público, caminó hacia los jardines de la casa, sola.

Era muy tarde, para ser más específicos, de madrugada, y ya varios invitados se retiraron del lugar. Ana vio que esta noche se parecía a esa en la que estuvo completamente oscura, y el frío ya estaba apretando su piel. Vio su reloj de pulsera y supo que en cualquier momento debía irse a su casa a descansar, entonces escuchó unos pasos mientras la música aguda se concentraba dentro de la casa.

—¿Estás huyendo de mí? —Andrew preguntó bajo. En sus ojos podía ver que bebió un poco más de lo acostumbrado; su cabello estaba desordenado y su camisa arremangada. Él se veía atractivo, «¿o era producto del alcohol en su cuerpo también?»

—Siempre huyo de la gente, no me siento tan cómoda con tantas personas alrededor —contestó ella dando unos pasos hacia atrás hasta que pegó su cuerpo a la baranda.

—¿No te sientes cómoda conmigo tampoco? —preguntó y Ana supo que realmente era otro Andrew.

—¿Estás de broma? —preguntó ella devuelta para no hacer el momento pesado, entonces él le asomó una sonrisa genuina.

El chico acortó la distancia que los separaba y fijo la mirada en sus labios.

—Quiero besarlos, Ana… por favor, permítemelo.

Ella abrió sus ojos un poco quietos y pasó un trago para poder lidiar con la situación. No dijo una sola palabra y eso le dio a entender a Andrew que podía seguir con su cometido.

Él colocó su mano en la mejilla y ella cerró los ojos bastante nerviosa. Quería experimentar el tacto de otra persona diferente a su verdugo, y necesitaba con urgencia saber qué podía sentir.

Un poco temblorosa recibió los labios de Andrew, un beso un poco torpe, pero que con los segundos se fue acompasando y perfeccionando. Aunque su cuerpo se puso cálido, ella no sintió la forma brusca en como su cuerpo solía responder.

En acto de desespero y un poco frustrada, abrió más la boca y pasó los brazos por los hombros de Andrew mientras él soltó un vaso que tenía en las manos al piso y apretó su cuerpo con la agitación golpeando en su rostro.

Por más que se esforzó, y aunque el beso fue placentero, ella terminó más frustrada que al inicio y decidió despegarse, pero en el momento que intentó separarse, los brazos de Andrew se pusieron fuertes y la unió más a su cuerpo acelerado.

—Andrew —despegó su boca, pero el chico viajó hasta su cuello, mientras sus manos temblaban deslizándolas por la cintura de Anaelise—. ¡Suéltame!

Su voz sonó tan ruda que el chico se despegó de inmediato y abrió los ojos sorprendidos.

—Lo siento, Ana, me dejé llevar… lo siento…

Ana respiró con dificultad asomándole la mano.

—No te preocupes, lamento haberte gritado… yo… creo que quiero irme.

—¡No, por favor! —pidió Andrew en tono lastimero.

—No, escucha, no es por esto, sabes que mañana, o en unas horas —se excusó mirando su reloj—. Debemos ir de compras y prepararnos para el viaje.

—¿Estás segura?

—Por supuesto, no pienses tonterías, y además que estoy muerta —dijo en son de broma volviendo a recuperar el tono de color en el rostro de Andrew.

—Te llevaré, y no me digas que no… además quiero estrenar mi camioneta.

Ana torció los ojos, caminó hacia él y pasó el brazo por sus hombros para comenzar a caminar e irse definitivamente a su apartamento.

Estaba un poco desconcertada por los acontecimientos de esta noche, y necesitaba un espacio sola después de ese beso.

Ana preparó su bañera después de deshacerse de su ropa, y aunque eran las 3 de la mañana, su mente estaba tan despierta como si estuviese amaneciendo. Los olores cálidos de las esencias que agregó al agua, inundaron sus fosas nasales haciendo que cerrara los ojos y sintiendo que su cuerpo se relajaba dentro del agua; así que se tomó todo el tiempo necesario porque en unas horas estaría con Andrew, comprando algunas cosas para el viaje, y ultimando los detalles del vuelo.

No quería pensar en nada, disfrutó de su baño y cuando supo que era suficiente, se levantó y envolvió su cuerpo en una toalla. Caminó a su habitación y terminó de secarse. Se colocó una franelilla cómoda y un pantalón largo de algodón para después deslizarse por sus sábanas limpias.

Ya sentía los parpados cansados, atrapó su celular para colocar la alarma antes de que se rindiera, porque si este no le despertaba, ella dormirá todo un día si era posible, y tenía cosas por hacer.

Pero, el sueño, la pesadez, e incluso el cansancio se disipó en cuestión de segundos cuando Ana vio unas notificaciones que detuvieron su corazón por largos segundos, incluso tuvo que toser porque su misma saliva se había detenido en su garganta.

El número “él” ha sido conectado.

Sus llamadas ya pueden ser conectadas…

Su mensaje ha sido entregado…

Su mensaje ha sido entregado…

Su mensaje ha sido entregado…

Su mensaje ha sido entregado…

Su mensaje ha sido entregado…

Su mensaje ha sido entregado…

—Esto no puede ser posible —susurró Ana con palabras entrecortadas mientras sentía que su corazón retumbaba en su boca y el mensaje de “Su mensaje ha sido entregado…” llegaba una y otra vez…

¡Maldita sea!

***

—Me gusta esta pantaloneta, esta temporada es la más caliente del año en L.A., así que podemos aprovechar y darnos un baño… Conozco una playa privada y…

Las palabras de Andrew quedaron en el aire al ver que Ana miraba a un punto incierto del vidrio de la tienda, donde estaba comprando. Ella parecía perdida del mundo y le preocupó ver sus ojeras pronunciadas en el rostro.

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