Encuéntrame romance Capítulo 65

Ana bajó la mirada recordando estos detalles, incluso la mirada hundida de su padre cuando ella pidió ayuda, aún la generaba su mente.

—Todos aportaron un grano de arena… Ned Overent no fue mi única oscuridad…

—Pienso lo mismo, pero…

—¿Pero? —interrumpió Ana—. A pesar de todo lo que uno puede sanar, uno jamás olvidará, Oliver.

Él negó varias veces.

—Es imposible que se olvide mientras se tenga conciencia, Anaelise, pero lo bueno es que en ese recuerdo ya no hay dolor, o al menos no del que te sigue dañando.

En ese instante los ojos de Ana se llenaron de lágrimas, unas que no pudo ocultar y que se deslizaron en segundos por sus mejillas mientras tomaba las manos de Oliver y afirmaba varias veces.

—El odio a veces ciega la vista a la realidad, quizás pude hablar un poco más con Edward y…

—No —la frenó Oliver—. Anaelise, tú…

Ana apretó sus manos más fuerte y Oliver se quedó callado cuando la vio cerrar sus ojos y sus labios abrirse.

—Perdono a mis padres, Oliver, desde el fondo de mi corazón los perdono, incluso… —Ana frunció su boca y soltó un sollozo aun con los ojos cerrados—. Incluso perdono a mi tío…

Oliver abrió los ojos atónitos a lo que escuchaba, y sin perder el tiempo, abrazó a Ana con aprensión.

—Eres tan fuerte… eres única Anaelise… y vendrán los mejores momentos de tu vida a partir de ahora.

No supieron cuando tiempo estuvieron en la misma posición, pero solo cuando ella soltó un suspiro, Oliver se despegó de ella.

—Voy a extrañarte a toneladas —le dijo Ana limpiándose el rostro—. Iré donde Mery con algo que compré para ella y me despediré. Estoy muy agradecida por todo lo que han hecho por mí.

Él sonrió y luego se levantó.

—No te zafarás de mí fácilmente, en cuanto pueda viajaré y los molestaré lo que más pueda.

—Por supuesto, Oliver, espero a la persona que me enseñó mucho del amor de un padre. Siempre serás bienvenido en mi vida.

Después de que puso un pie fuera de esa casa de la que tanto le costó salir, Ana le hizo señas a un taxi para ir a hacer su próxima parada.

Abrazó a Mery con apremio y le dio algunos detalles de su decisión. Mery estuvo feliz con ella y se entusiasmó cuando supo que su galán Cox, estaba detrás de todo esto.

No tardo más de una hora cuando se fue a su apartamento a bañarse, comer algo y comenzar a preparar aquella cena especial que quiso ofrecer a su amigo para cuando llegara.

Abrió la puerta del balcón y cuando miró la hora supo que debía ir a arreglarse un poco para su llegada.

Se puso unos jeans rotos, una blusa corta y se hizo una coleta. Justo cuando estaba por salir de su habitación, vio la pequeña caja de música y el corazón se le puso como una pasa.

Era impresionante que tomara la decisión que tomara, se iría llorando de cualquier lugar.

El timbre de su apartamento sonó y ella corrió por terminar de arreglar la mesa antes de abrir.

—Hola —Saludó Andrew con la mano y Ana abrió la puerta para que pasara.

Cuando el chico avanzó para entrar, en definitiva, notó en como la mesa estaba decorada y muy arreglada, como si hubiese una cena romántica para dos.

Él frunció el ceño y se giró enseguida.

—¿Cox está aquí? —preguntó de inmediato.

Ella negó.

—Esto es para ti, Andrew…

—¿Para mí?

—Sí… tú… —Andrew dio dos zancadas hasta su lugar y tapó su boca.

—No hagas esto, Anaelise, no me hagas parecer especial, no quiero que lo hagas…

—Eres especial para mí, Andrew, eres mi mejor amigo —Ana quitó la mano de su boca y se hundió en su pecho abrazándolo enseguida—. Perdóname si te hice daño, perdóname por no hacer más por ti… Eres la persona perfecta Andrew, y por favor que nadie te diga lo contrario, nunca.

Definitivamente este era el día de llorar, porque, aunque Ana odiaba hacerlo con todas sus fuerzas, no podía quitarse el nudo y la presión que sentía en su corazón. Esto sería más difícil de lo que ella pensó.

Andrew correspondió su abrazo, mientras que escondía la cara de Ana en su cuello. Le fue muy difícil no tragar duro a la vez que varias lágrimas se le escurrían por el rostro.

Iba a extrañarla como la vida, Anaelise se había convertido en su otro brazo y ni siquiera sabía que iba a hacer la otra semana cuando entrara a clase y ella no estuviera allí en su puesto habitual.

El solo pensamiento le amargó el corazón y solo besó su cabello para reprimir sus ojos mientras profundizaba su abrazo.

—Te amo tanto, Anaelise, —dijo con la voz rota, y con el alma desgarrada—. Por favor, nunca dudes en llamarme cuando necesites de mí.

—Espero que me visites… Quiero que lo hagas…

—Por supuesto, y sobre todo prepárame una habitación en casa de Cox, estoy seguro de que le encantará recibirme en su casa…

Por una situación muy extraña ambos comenzaron a reír con lágrimas aun frescas en sus ojos. Y para cuando estuvieron tranquilos, Ana comenzó a servir la cena que había preparado para él.

Con sillas en el balcón, Ana tenía la pierna de Andrew encima de la de ella mientras miraban el cielo estrellado. Andrew estaba recostado en la silla mirando fijo, pero ella lo observaba con detalle.

Aunque él no lo notaba, a ella se le bajaban las lágrimas de vez en cuando, pero no quitaba su mirada de él, porque después que ella se fuera, su relación jamás seguiría igual.

No quería aceptarlo, pero, literalmente estaba terminando con todo lo que concernía Durango para ella.

—¿Qué tal tres llamadas a la semana? Necesito al menos decirte como van las clases…

Ana sonrió y desvió la mirada, sabía que tenía sus ojos vidriosos y los ojos nublados.

—¿Qué tal cuatro? Y eso prometiendo que iras cada vez que puedas…

—Mmmm… —Andrew tocó su mandíbula como pensando.

—También me contarás cuando haya una chica… o un chico…

Andrew giró de golpe, y se levantó con la cara roja.

—¡Te lo buscaste, Anaelise!, voy a joderte esas costillas hasta que me canse.

Ana trastabilló tratando de salir, corrió rápido, pero fue inevitable, el cuerpo de Andrew atrapó en suyo y diferentes lágrimas se mezclaron ahora en sus ojos.

Unas porque ellos estaban felices juntos, y otras porque inminentemente ella estaba despidiendo a la persona que la amó con esa inocencia que jamás encontraría en otra persona…

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