Enséñame el placer romance Capítulo 20

Narra Amelia.

—¿ Cupido ? —repetí sorprendida de su intensión de que mi padre conociera a alguien mas.

—Bueno, Fabian siempre ha rechazado la idea de conocer a alguien mas, su prioridad siempre has sido tu, y desde que tu madre murió no se ha interesado en ninguna otra. Pero tu te iras a la universidad y él estara completamente solo, así que cuando me encontré con Lorena quien por cierto tiene muchas cosas en comun con él pense que era perfecta para tu padre ¿acaso no notaste el interés que tenia ambos en la cena?—interrogó. Me quede realmente muda, creo que mi mente me jugo una mala pasada, dejando imaginar que ella y él estaban juntos. No note el intereses de mi padre hacia ella. Y ahora que Daniel lo habia mencionado tenia razón, mi padre estabria solo una vez que me instalara en la universidad. Aunque la idea de tener una madrastra nunca me gusto, creo que ahora debía aceptar que mi padre tenía derecho de enamorarse de nuevo y  ser feliz.  Quizás Lorena sea la mujer adecuada para él—. Si fuera tu todavía no me preocuparía, conociendo a tu padre ira a paso lento si de verdad le interesa Lorena—agregó—. Pero tengo el presentimiento que tu has venido por otra razón—comentó.

Me puse roja como tomate de la venguerza.

—Bueno es que yo pensé que ella y tu estaban juntos—agregue—. Ademas quería verte antes de irme a la universidad — susurré.

Él acarició mi cabello. 

—Tu eres la  dueña de mi corazón. No me interesa nadie más por ahora—dijo—. Sin embargo, no cambia mi decisión de terminar lo nuestro—aclaró, matando así mis últimas esperanzas, pero me sentía aliviada que él no estaba con otra mujer—. Me alegro que hayas venido para aclarar tus dudas—dijo.

—Quiero que sepas que nunca me olvidaré de ti, Daniel, y sé que tú tampoco me olvidarás. No me importa cuanto tiempo estemos separados, se que algún día estaremos juntos—dije expresando mis sentimientos.

El soltó un suspiro fuerte y pesado. 

— ¿No crees que será demasiado tarde después cuando te enamores de alguien mas o yo lo haga?—preguntó.

—Espero que eso no suceda—respondí con un nudo en la garganta. Sonreí un poco. Puse mi atención en sus labios, lo llenos y flexibles que eran. Extrañaba esos labios. Extrañaba todo de él. Su olor. Su toque. Su hermoso rostro esculpido—¿Podemos?—  rogué—¿Una vez más?

Parpadeó hacia mí con una expresión de dolor. 

—Amelia...

—Por favor— supliqué de nuevo. Cerró los ojos por un momento, inhaló por la nariz y luego exhaló. Cuando los abrió, estaban más suaves. Me veia con comprensión. Bajó la cabeza y levantó las manos para tomar mi rostro entre ellas, y cuando su boca se encontró con la mía, mi sangre fría volvió a calentarse. Ansiosa, enredé mis dedos en su cabello y tiré de los botones de su camisa. Estaba segura de que lo había roto. Los botones repiquetearon en el suelo, pero a mí no me importaba ni a él tampoco. Se agachó para poner mi camisa por encima de mi cabeza, nuestro beso se rompió por un momento antes de que estuviéramos aplastados juntos de nuevo. Al levantarme, se volvió hacia el sofá  que estaba contra la ventana y me recostó en él, trepándose entre mis piernas y desabotonando mis jeans con prisa. Mis bragas fueron las siguientes, y mientras él las deslizaba hacia abajo, busqué a tientas su cinturón, botón y cremallera. Ambos estábamos libres de cintura para abajo. Su camisa estaba rasgada, colgando holgadamente sobre sus brazos. Me miró fijamente, los ojos brillaban por la luz del sol que entraba a raudales por la amplia ventana. Lo miré, el hombre más hermoso que jamás había visto, y mis ojos ardieron de nuevo, pero no quería llorar. Aún no. Agarré su brazo y tiré de él hacia abajo, pasando mis brazos alrededor de su nuca. Uno de los suyos fue debajo de mi espalda y se deslizó hacia arriba para agarrar mi cuello, el otro sosteniendo mi cintura. Me miró de nuevo, y aunque mis lágrimas fluyeron abundantemente y mi corazón se estaba desmoronando en pedazos, le dije lo que quería—.Quiero que me hagas el amor—esas palabras, todo lo que siempre había querido.

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