Enséñame el placer romance Capítulo 21

Narra Daniel.

La vi alejarse con un dolor en mi pecho. Realmente no podía entender qué hacía a Amelia tan diferente, aunque lo había pensado muchas veces. Por un tiempo, pensé que tal vez era porque ella era la hija de mi mejor amigo. La había visto crecer, había pasado muchos años con ella y su padre y su madre que en paz descanse, esto  creó un vínculo automático. Quizás fue porque ella también me entendió. Ella me dio lo que necesitaba en todos los momentos adecuados y recibió tanto de mí. Pero la realidad me había golpeado,  sabía que se suponía que no debía quererla. Nuestro tiempo ilícito juntos me hizo sentir feliz, aunque esa felicidad podría convertirse en mi perdición. Si había algo que sabía sobre mí, era que me gustaba torturarme. A veces sentía que necesitaba el castigo, especialmente cuando las cosas en mi vida iban demasiado bien. Preferia castigarme a mí mismo que dejar que el universo me jodiera. Amaba a Amelia. Amaba tanto a esa chica. Comenzó como algo inocente y amistoso, y se convirtió en algo más. Me golpeó como un tren cuando me di cuenta de lo que sentía por ella. Antes de la muerte de su madre, ella solo era ... Amelia Solo una niña. La hija de mi mejor amigo  y nada más. Pero después de eso, la vi bajo una nueva luz. Ya no era una niña, me di cuenta. Tenía senos, caderas, un rostro hermoso y un culo perfecto.  Noté todas esas cosas y comencé a desearla.

Todo en lo que podia pensar era en ella de esa manera. En el trabajo. En el gimnasio. Mientras viajaba. Incluso en esos raros momentos en los que soñaba. Siempre con ella. Pero Amelia se merecía algo mejor. No era el hombre adecuado para ella y, en el fondo, lo sabía, pero de todos modos me deseaba. Queria a mi mejor amigo como a un maldito hermano. Le debía todo. No podría arruinar nuestra base o seguir apuñalándolo por la espalda de esta manera. Nuestra amistad era demasiado fuerte y nuestro vínculo era demasiado profundo, y al final del día, Amelia seguía siendo su niña, una niña dulce, joven y hermosa que, un día, me superará. No tenía idea de cómo iba a superarla, especialmente cuando el futuro significaba verla una y otra vez, pero no habría otra opción.

Se iba a la univeridad. La distancia nos separaría para siempre y eventualmente encontraría a un chico de su edad. Mientras yo seguiría construyendo mi imperio, trabajaría duro, viajaría y me mantendría en la cima.   La amaba  hasta la muerte, pero no podía permitir que mi amor por ella, o mi deseo por su cuerpo, me impidiera alcanzar mis metas. Eventualmente, íbamos a tener que dejar ir esta mierda, sin importar lo difícil que fuera al final.

Odiaba no poder despedirme de Amelia en buenos términos, pero incluso si hubiese sido capaz de hacerlo, no habría podido. No se trataba solo de no poder despedir a ella, sino de la forma en que salió hace unos días de mi oficina. Ella no miró hacia atrás. Ella ya estaba preparada para dejarme ir. Vi el dolor en sus ojos, lo probé en sus lágrimas. Iba a estar a cientos de kilómetros de distancia, ya que es estudiaría en la Universidad Francisco Morazán, la cual estaba ubicada en la ciudad vecina San Jose. La  echaría de menos.

Sin embargo, algo me preocupaba. Etaba inquieto por la nota anomina que había recibido hace una semana. En esta me decía que  pronto mi mundo se destruiría. Realmente no sabia a que se refería ni mucho menos quien había mandado esa nota. No obstante, un nombre se me vino a la cabeza junto a sus últimas palabras llenas de rencor.

—Lamento interrumpirlo, señor White, pero afuera esta el señor García pero  no esta en sus cinco sentidos, parece que esta borracho–dijo mi secretaria—. Esta gritando que quiere verlo —agregó.

Su comentario me extraño, Fabian no era de los tipos que se emborrachan y hacían escandalos, la única vez que estuvo así   fue cuando Mariana murió. Salí de la oficina, rumbo a la entrada del piso.

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