Enséñame el placer romance Capítulo 27

Narra Daniel.

Tan pronto como me dijeron que podía salir del hospital, llamé a mi chofer,  le pedí que me recogiera a primera hora. Él llegó al hospital en poco tiempo. Cuando me abrió la puerta de la parte trasera ingrese.

—¿A dónde, señor White? — preguntó.

—A casa de Fabian—respondí.

Cuando se lo dije, apoyé la parte posterior de mi cabeza en el reposacabezas, lo que me recordó claramente que tal vez no debería ir al lugar que tenía en mente. Sin embargo, tenía que hacer las cosas bien, incluso si sentía que era demasiado pronto.

Cuando el auto se detuvo en el camino de entrada a la casa de Fabian sentí que se me encogía el estómago. Había olvidado lo que era estar nervioso por un resultado. Últimamente tenía tanta confianza en mi trabajo y en mi vida que la ansiedad nunca me había desconcertado. Tal vez por eso había sucedido todo esto. Me derribó un poco, acortó mi ego. En este momento, estaba en un aprieto con mi mejor amigo. Con un profundo suspiro, empujé la puerta para abrirla y salí. Me enfrenté a la casa familiar, asimilándola por un momento, antes de bajar la mirada y concentrarme en la camioneta gris en el camino de entrada. Estaba en casa.

Después de tocar, esperé. Podía escuchar la televisión sonando.

—¡Vamos, Fabian !—lo llamé—¡Sé que estás ahí. Abre por favor !—dije.

Pasaron varios segundos antes de que la cerradura tintineara. La puerta se abrió lentamente y allí estaba él, con el ceño fruncido y los labios apretados. 

—¿Que demonios estas haciendo aquí?

Enderecé mi espalda, sosteniendo sus ojos. No podía dar marcha atrás, me negué a dar marcha atrás. A diferencia de mi padre, yo era un hombre. Un hombre que enfrentó sus problemas en lugar de huir de ellos. 

—Estoy aquí para disculparme. En persona—respondí.

—¿No crees que es demasiado tarde para eso?—mencionó. Cruzó los brazos sobre el pecho, frunciendo las  cejas.

—Sé que estuvo mal y pido disculpas. Juro que no la obligué a nada. Sé que eso es lo que estás pensando. Debería haberte dicho que las cosas se me estaban poniendo borrosas con Amelia. No quería arruinar nuestra amistad o que pensaras que quería lastimarla a ella —exprese. Sus fosas nasales se ensancharon—.No la lastimé. No la  obligué  a nada  de lo que ella no quería que  hiciera. La cagué. Si pudiera volver atrás y cambiar las cosas, lo haría. La habría hecho detenerse y pensar en nuestras consecuencias. Lo siento de verdad.

Su mandíbula se crispó cuando dio un paso adelante. Me miró dos veces, antes de mirar por encima del hombro al auto negro que me esperaba. 

—¿Por qué no me demandaste ?

—Porque habría sido un error–conteste.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Enséñame el placer