Enséñame el placer romance Capítulo 46

Narra Daniel

Hoy he caminado de un lado a otro, no porque estuviese nervioso, sino porque no podía esperar. He estado listo para hacerla mía desde el momento en que supe que podía tenerla, y toda esta anticipación estaba a punto de darme un infarto.

—Es hora—me informó el oficiante, fui el primero en salir por la puerta detrás de él. No quería nada más que salir corriendo y agarrar a Amelia, pero ella ha trabajado muy duro para hacer de este un día especial para los dos. Y no lo iba a arruinar haciendo una escena y robándola de todo.

Mientras todos los padrinos de boda se alineaban yo tome mi lugar en el frente de la iglesia, tuve que quedarme quieto para no apretar los puños. Necesitaba verla y asegurarme de que estuviera bien. Sabia con qué facilidad que se estresaba y se abrumaba. He estado preocupado por ella, enviándole mensajes y tratando de consolarla desde la distancia, una distancia que nunca más quiero entre nosotros. No tener acceso a ella hoy me ha hecho ver cuánto la necesitaba y lo bien que me hace sentir.

Mire a las damas de honor caminar por el pasillo, pero la única a la que quería ver era a Amelia. Finalmente, después de lo que parecían horas, las puertas dobles se abrieron para revelar a mi hermosa novia. Ella estaba agarrada del brazo de Fabián con fuerza, y vi la necesidad en ella de correr hacia mí. Ella estaba luchando contra la reacción natural de su cuerpo de correr y saltar a mis brazos.

Sentí que mi cara casi romperse en dos mientras le sonreía, y de repente era difícil de ver. Estaba sonriendo, pero mis ojos se llenaron de lágrimas mientras la miraba de arriba abajo y veía lo hermosa que era. Mi corazón estaba a punto de estallar de amor y solo quería abrazarla. Sus rizos estaban sujetos sin apretar en la espalda, con un velo largo y transparente que caí elegantemente detrás de ella. Llevaba la pequeña tiara de su madre, los diamantes brillaban a la luz y sus suaves labios estaba sonriendo más grande de lo que jamás había visto. El vestido era sin tirantes y se ajustaba a su cuerpo. Sentí que mi respiración se atascaba en mi garganta por lo perfecta que se veía. Nunca había visto a nadie ni a nada más hermoso que a mi casi esposa.

Cuando me alcanzó, le dio a Fabián un beso en la mejilla y luego se volteo hacia mí. Él tomó su mano y la colocó en la mía antes de retroceder y tomar asiento.

—Hola—susurró.

—Te ves hermosa. Absolutamente perfecta—dije. Estaba demasiado ahogado para decir algo más, apreté sus manos mientras miraba sus ojos.

Las palabras fueron pronunciadas por el oficiante y luego por nosotros, pero no podría decirles nada de lo que dije. Lo único a lo que presté atención fueron las palabras de Amelia.

—Yo, Amelia, te tomo a ti, Daniel, como mi esposo. En este día y todos los días, hasta mi último aliento—pronunció.

Sus dedos estaban nerviosos cuando colocó la alianza en mi dedo, así que extendí mi mano, pasándolo por su antebrazo, y al instante se calmó. Miró hacia abajo y me encantaba ver el símbolo de su propiedad sobre mí. Estaba feliz de finalmente mostrarle al mundo que le pertenezco a ella, tanto como ella me pertenece a mí.

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